San Onofre,
nacido en la actual Etiopía, era hijo de un príncipe. Vivió su niñez y parte de
su adolescencia en un monasterio de Hermópolis de la Tebaida Egipcíaca. Onofre
permanecía alejado de las realidades de su pueblo, hasta que un día decidió
explorar fuera de sus paredes, donde se encontró con la pobreza y las
necesidades de los ciudadanos.
Luego de
observar el choque social, convertido en adulto decidió renunciar a su vida con
derechos principescos y a su herencia para experimentar vivir en soledad y
alejado de la multitud. Una cueva entre acantilados cerca de Göreme, en la
actual Turquía, fue donde vivió por 60 años realizando profundas meditaciones.
Su alimento eran las frutas y el agua. Según cuentan diversas leyendas, era un
ángel quien le llevaba los domingos la eucaristía.
Hoy en día se conoce a San Onofre como el protector y guía de los tejedores, trabajadores y de aquellos que desean conseguir una casa propia.