TERUEL:
DE CIUDAD ADOPTADA POR FRANCO A PROVINCIA TUTELADA POR EL ESTADO
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No nos detendremos demasiado en las
palabras que califican nuestra situación: adoptada o tutelada. En nuestro caso,
en el caso de la provincia de Teruel, vienen a significar lo mismo. Se trata de
la incapacidad de sobrevivir por sí misma. De la necesidad de apoyos externos
para remontar una situación de penuria constante y de inacabable retroceso con
la consiguiente pérdida de hombres y capitales. Teruel se presenta en el siglo
XIX con la estructura económica y social que durante los siglos XVII y XVIII le
había dado cierta riqueza y prosperidad. Se trata de la ganadería lanar y la
manufactura derivada de la misma. Pero,
las causas de esta falta o capacidad para su reconversión frente a una crisis,
es lo que deberemos estudiar a fondo, para entender el inicio de nuestra
decadencia. Los problemas de Teruel en este siglo XIX fueron como en cualquier
otro sitio de España de dos tipos Endógenos y exógenos. Desde fuera nos
llegaron tarde las infraestructuras. Como muestra, solamente señalar que, la
ciudad de Teruel es la última capital de provincia a la que llega el
ferrocarril. Por la parte interna, fue determinante el hecho de que el
caciquismo impidiera la formación de capitales. Ya hemos señalado anteriormente
que el caciquismo es empobrecedor. Como ejemplo de la acción caciquil hay que
señalar que cuando en los años 30 del siglo XX, algunos turolenses quieren poner
una azucarera en marcha, ya son incapaces de realizar el proyecto por la inposibilidad de
formar capitales, ya que la población esta emigrando y empobrecida. De la misma
manera, el hierro y el carbón (motores de la industrialización) son explotados
por gentes de fuera de la provincia.
Muchos son los ejemplos que se pueden
citar sobre la deriva de nuestra provincia desde los años 30 del siglo XIX.
Pero, si a esto añadimos la situación de España en grave descomposición de su
Imperio y, la tres Guerras Carlistas, más la Guerra Civil (36-39), tenemos un
panorama aproximado de la situación.
Teruel pidió el FITE, porque está en
el último lugar en las estadísticas económicas del Estado español. El FITE tal
como se está usando, tarde y mal, se advierte que tampoco va a revertir la situación.
Los políticos no han adoptado reformas orgánicas en las tasas de representación de sus ciudadanos.
De tal forma que, actualmente, tenemos al mismo numero (o superior) de representantes políticos que cuando la
provincia doblaba el número de habitantes. Tenemos cada día menos habitantes y
más estructuras administrativas que se comen el presupuesto: Ayuntamiento,
Comarca, Provincia, Región y Estado. Una suerte de “casa de locos” en la que se
empantanan los proyectos y no llegan a su ejecución. El caso más palmario fue la no ejecución del FITE en plazo.
Dice, ahondando en lo dicho, Vicente
Pinilla que “a mediados del siglo XIX, paralelamente a la revolución burguesa,
se estaban sentado las bases del actual atraso económico turolense. Teruel
quedó totalmente marginado del proceso de
modernización que se estaba produciendo en el resto del país. La
agricultura –de subsistencia- y la ganadería (un 72,4% de la población activa
en 1860) no se acogieron al proceso expansivo que en los años 1830 y 1860 se
tradujo en un interés por la modernización y la racionalización de las
explotaciones y por la búsqueda de mayores rendimientos. La industria (el 14,6
% de la población activa en 1860) -formada por una producción artesanal en
crisis y por pequeños talleres, ropas para consumo local o comarcal, lanas,
molinos aceiteros o harineros- queda también al margen del proceso de
industrialización. La desconexión de Teruel con cualquier trazado férreo hasta
fechas tardías impediría también el desarrollo minero."
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