LA ESTACIÓN DE CELLA DE LA COMPAÑÍA
MINERA DE SIERRA MENERA
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"Somos de Sierra Menera
no lo podemos negar,
llevamos la cara sucia,
del polvo del mineral."
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A finales de los años cincuenta y
principios de los sesenta pasaba, al menos, un mes del verano en la estación de
Cella en la que era Jefe de Estación mi padre. La estación constaba de un edificio con dos viviendas (una para cada
Jefe de Estación) y separando ambas se encontraba la oficina de la estación, la estructura del edificio no ha cambiado a pesar del deterioro/ruina en que se encuentra.
Anejo a la casa se hizo un pozo y un aljibe o depósito elevado para que las
máquinas de vapor hicieran la aguada. Tenían, demás, ambas casas, un corral
para criar cerdos y gallina y guardar el carbón. Daban sombra a esta parte de
la vía unas acacias solitarias en medio de un inmenso campo o planicie que se
sembraba de cereal, cáñamo o remolacha. Al otro lado de la vía había un muelle
de carga y un ramal de ferrocarril que te llevaba hasta la estación del Central
de Aragón (RENFE). Mi padre siempre llamaba, a la RENFE, La Central (por su
primitivo nombre: Ferrocarril Central de Aragón).
Originado por los litigios entre el
Central de Aragón y don Ramón de la Sota, la justicia determinó que el
ferrocarril minero no podría llevar, ni personas, ni mercancías, solamente mineral. Por esta
razón, el punto en el que se hacía el transbordo de mercancías, (entre otras,
todo lo necesario para surtir el Economato del Barrio Minero de Ojos Negros)
estaba en esta estación. A tal efecto cogíamos la mesilla y subíamos hasta la
Central. Ese día, por la novedad, parecía fiesta. El resto de los días era de
una monotonía desasosegada. Un niño solo en aquel páramo no tenía cosa que
hacer. El día transcurría entre las salidas a recibir a los trenes y a
despedirlos, cambiar las agujas, cargar las mercancías para Ojos Negros y pocas
cosas más. Para esas fechas ya no se hacían aguadas en Cella pero nos acercábamos
al pozo para coger agua para los animales y para nosotros. Recorre los campos,
buscar nidos o perseguir sargantanas, consumían la mayor parte del asueto en
los calurosos días de agosto.
Otro día se construyeron, junto al
muelle, unos hornos que se cargaron de mineral y se les prendió fuego, con ello
se pretendía reducir la carga de agua del mineral además de eliminar otros
minerales, luego supimos que eran pruebas para una posible peletización que
nunca se llegó a hacer.
Los campos de cáñamo eran inmensos y
la altura de las plantas sobrepasaba mi altura (entre 6 y 8 años) con mucho, sin embargo y como
por arte de magia, pronto desapareció este cultivo.
Terminado el “veraneo” me montaba mi
padre en una garita de guardafrenos de un vagón de mineral y, yo solico, me bajaba en la estación de Los
Baños. Desde aquí por las Ledañas y
luego por la venta Pilata iba a buscar el río Alfambra que me llevaba sin
pérdida a Tortajada. En casa me esperaba mi madre con un balde de agua para
quitarme el polvo de hierro acumulado. El agua del balde después del baño
quedaba de un color pardo rojizo.
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EDIFICIO DE LA ESTACIÓN
VISTA FRONTAL
RESTOS DEL DEPÓSITO DE AGUA PARA LA AGUADA Y POZO ANEJO
TEJA CON EL LUGAR DE FABRICACIÓN
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