El miércoles, día 6 de junio de 2012, tuvo lugar en Teruel
la presentación del libro de Chabier de Jaime Lorén sobre el pipirigallo.
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RECUERDOS DE LA INFANCIA
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El otro día, paseando por el
campo, vi una parcela sembrada de pipirigallo. La verdad es que ofrecía un
aspecto fantástico. Como la primavera ha sido lluviosa y, a pesar de estar
sembrado en secano, la planta ha llegado a su primera floración esta primavera
con mucha fortaleza. Recordé entonces a Chabier, a su libro y, también,
recuerdos de la infancia sobre esta planta. La presentación del libro y la
recensión del mismo ya la hice y está publicada en Cuadernos de Encinacorba.
Ahora se trata de recrearme en la contemplación de esta planta forrajera tan
común en Aragón, al menos desde mi infancia. Dicen los expertos que es procedente
del Sureste de Europa y el Oeste de Asia. Aquí la hemos considerado como propia
por su abundancia y fácil cultivo.
Recuerdo que un día llegaba mi
padre a casa y decía: los pipirigallos ya están para “darles”. Nadie hacía ningún
cometario, todos sobreentendían de que se trataba. Por la tarde clavaba el
pequeño yunque que siempre va atado al palo de la dalla en el suelo. Sentado,
con las piernas abiertas abrazando el yunque y con la hoja de la dalla entre
las manos procedía, como si de un rito se tratara a “picar la dalla”. A la
mañana siguiente, con zaquilote y bota se marchaba al bancal donde estaba
sembrada esta planta. Remo tras remo iban cayendo las plantas y formando fajas
tumbadas en el suelo. El sol calentaba y al cabo de unos días nos mandaban a
los zagales a “darle la vuelta al pipirigallo”. Debía secarse al igual por las
dos partes, pues si no se hacía así, luego al hacer los fajos y almacenarlo en
el granero fermentaba y se pudría. Finalmente, otro día, se ataba y se
acarreaba a casa para luego tener provisión para los animales. De la misma
manera se hacía con el alfalfe. Sin embargo, el alfalfe o alfalce era una
planta de tallo más débil y de mejor manejo. En general se plantaba más alfalfe
que pipirigallo y este último ocupaba las peores tierras. Si no llovía mucho
crecía poco y no se segaba, entonces, se dejaba para que el ganado lo comiera
directamente del campo.
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