NIEBLA EN EL VALLE
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No es preciso que cante el gallo ni que suene el despertador. Subir hasta Alfambra cuando todavía el sol no ha salido, ni el gallo cantado, es una experiencia excepcional. Aproximarte desde el oeste, de cara al sol, tiene su premio. El día salió con niebla baja recostada en la estrechura del valle. El castillo sobresalía sobre ella y se recortaba contra los montes azules de la Sierra del Pobo. Dejando atrás Santa Ana, a poco trecho, se empieza a descubrir la silueta del castillo arcilloso con su corona caliza que le hace perdurar en el tiempo. La erosión ha sido constante a lo largo de los siglos y sujetar sus laderas un trabajo permanente. A la parte de levante se encuentra, como recostado, el caserío. Entramos en la villa en completo silencio. Los gallos ya no cantan. Las persianas están bajadas, en una madrugada inerte. Todavía no hiela, sin embargo, la agente hace pereza arrebujada en la cama. La plaza que primero se anima es la de la COPE y, tras un café, los granjeros van a sus majadas del polígono. De momento, todo es tranquilidad en el pueblo de los barros. Pronto comenzará la campaña de la naranja y mandarina, pero eso poco importa. Hoy son otras sinergias las que mueven a las gentes de esta laboriosa villa. Aquí quedan las fotos, aproximándonos desde el oeste, como cazadores furtivos en la alborada de Alfambra, a 22 de octubre del 2012.
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