Es conocido en España, al menos desde
la Edad de Bronce, el ritual de toro. Este rito, con fundamento religioso, al
menos animista, ha sido estudiado desde la antropología por muchos autores. “Los
toros en la calle” o como se titula la revista cuya cabecera aquí traemos “bosus al carrer”, en catalán, era una práctica popular que acababa cuando la
comunidad (el pueblo) terminaba comiéndose al animal en una fiesta comunitaria.
Entre tanto que moría, el toro era sometido a todo tipo de vejaciones, heridas,
agresiones con lanzas puyas y cualquier objeto punzante que el pueblo tuviera a
mano.
Las corridas populares llegaron a tal
grado de brutalidad que las autoridades decidieron poner coto al asunto. Es en
el siglo XVIII (históricamente muy reciente, teniendo en cuéntala trayectoria
que viene desde el Bronce) cuando se reglamenta la corrida de toros tal como la
conocemos ahora. Desde el siglo XVIII hasta la fecha, la fiesta ha evolucionado
humanizándose en la medida de lo posible. Solo hay que ver los grabados de
Goya. Pero, a esta fiesta, que tiene en su forma “civilizada” una gran
proyección social se le da el apelativo de FIESTA NACIONAL.
El ser fiesta nacional es lo que
rompe las costuras del nacionalismo catalán, que las prohíbe, mientras, mantiene su forma primitiva (bous al
carrer). El cualquiera de los casos el toro muere siempre, con mayor o menor
dignidad (opinable). En la civilizada Francia están permitidas las corridas de toros.
Así pues, lo que se pretendió con las
corridas regladas de toros, con la fiesta nacional, con la dignificación del
toro, ha resultado desechable y, por el contrario, los toros en la calle,
paradojas de la vida, es aplaudido por toda la "parroquia".
El mundo al revés.
Si defiendes las corridas de toros
(yo nunca he ido a una en toda mi vida) te llaman facha. Picasso gustaba
sobremanera de las corridas de toros, pero Picasso no es facha. (¡Qué cosas!)
Prejuicio.- Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.
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