La actitud de la iglesia hacia el baño no era positiva, lo condenaba ya que lo veía como un lujo innecesario y pecaminoso. Estudiosos también señalan que esa actitud proviene en parte de los primeros cristianos, donde los ascetas y eremitas evitaban el baño como un modo de autoflagelación. Es probable que de documentos religiosos que condenaban al baño es de donde proviene la actual concepción de que la gente de la edad media no se bañaba.
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Tanto los judíos como los moros tenían el baño ritualizado y con un claro sentido religioso. El judío San Juan el Bautista que bautizaba en el Jordán nos da idea de ello. El agua purificaba y además era parte sustancia el rito de entrada en en la secta de los Elegidos (Nazoreos). La higiene era, por imperativo religiosos, más profusa en estas dos religiones que entre los cristianos (mito de Isabel la Católica y toma de Granada). También las epidemias se cebaban más entre los cristianos y eso dio lugara las acusaciones de envenenamiento de las aguas por los judíos.
A la llegada del siglo XIX y con los liberales se toman determinadas medidas higiénicas que dan lugar a un boom demográfico:
Encalar las casas (por dentro y por fuera)
Sacar los cementerios de la población.
Desecar las lagunas.
Hervir el agua en los partos.
Guardar el puerperio (la madre dormía con la hija).
Se crea el oficio de Practicante de Partos.
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