Andrés de Vandelvira
Biografía
Vandelvira, Andrés de. Alcaraz
(Albacete), c. 1505 – Jaén, 1575. Arquitecto.
El origen familiar y social de este
arquitecto está lleno de conjeturas. De una parte, su mismo apellido se ha
querido ver como una contracción del prefijo “Van der”, de clara ascendencia
flamenca, mientras que hay quien se inclina por otra de origen español, “Juan
el de Elvira”, en cualquier caso arraigado en tierras de Alcaraz desde el siglo
XV y con pretensiones de hidalguía manifiestas por familiares suyos al ser
incluidos como pecheros en el padrón de la moneda forera de 1599. En realidad
en la mayoría de los documentos autógrafos, entre ellos su testamento, firma
como “Vandaelvira”, en tanto que los escribanos, testigos u otros, suelen
referirse a él como “Valdelvira”.
De cualquier modo, resulta evidente
que no era un apellido usual, al menos fuera de su ciudad natal, y que él
mantuvo el prefijo “Van”, aunque en el trascurso del tiempo se impuso la forma
Vandelvira con la que es conocido desde el siglo XVII.
No menos interrogantes ofrece la
existencia de antecedentes familiares relacionados con su profesión. En un
mundo tan cerrado como era el ejercicio de la cantería aún en aquella época,
resulta difícil no vincularlo con un padre cantero y por tanto un inicio
profesional en el seno del taller familiar. Durante mucho tiempo, hasta bien
entrado el siglo XX, se creía que era hijo de un tal Pedro de Vandelvira que
había trabajado en la Catedral de Jaén, pero hoy se considera un personaje
fantasma dado a conocer por Martín Jimena Jurado en su Catálogo de los Obispos
de las Iglesias Catedrales de la Diócesis de Jaén... (1654), al confundir el
nombre con el de Andrés, lo que sirvió de base para la leyenda ideada por los
académicos de la Ilustración, A. Ponz y E. Llaguno, según la cual dicho Pedro
visitó Italia y hasta llegó a conocer a Miguel Ángel para ser enseguida
repescado por el Secretario del Emperador Carlos V, Francisco de los Cobos, y
emplearlo en las obras planificadas por él en Úbeda. Deshecha la fábula,
principalmente por Manuel Gómez-Moreno Martínez, no deja de tener gran interés
dado el relieve de sus inventores por cuanto supone de andamiaje para
justificar la valía de la arquitectura vandelviriana.
Sin descartar que tuviera parientes
dentro de la profesión —hoy se sabe al menos de un Juan de Vandelvira, maestro
de cantería, que en 1537 era recomendado por la Orden de Santiago para obras en
la comarca de Segura de la Sierra, donde trabajaba por entonces Andrés— lo
cierto es que desde 1523, con apenas dieciocho años, estaba haciendo tareas
modestas del oficio en Alcaraz y en los cinco años siguientes su nombre aparece
ya en obras de iglesias locales, Convento de San Francisco y en la iglesia de
San Ignacio, figurando como cantero. Pero el hecho decisivo en este tiempo será
su contacto con Francisco de Luna, maestro de cantería, asentado en Alcaraz
desde 1512. Juntos intervienen en la obra de San Ignacio y de forma más
estrecha poco tiempo después, en 1529, ambos se dirigen al Convento de Uclés
(Cuenca) sede principal de la Orden de Santiago, para el que Luna había sido
nombrado maestro principal. Las relaciones de Luna con la Orden eran muy
buenas, sin duda por un prestigio ganado en el amplio dominio territorial que
los santiaguistas tenían en la meseta sur, desde Cuenca hasta la sierra de
Segura. De hecho, unos años más tarde, aparece como asesor para temas de
construcción junto a los visitadores de la Orden viajando por la comarca de
Segura. Si Vandelvira no se formó desde un principio con este maestro no se
puede negar su influencia, sobre todo a partir del viaje a Uclés y del
emparentamiento con él al casarse enseguida con su hija Luisa. De “amado hijo”
lo tratará el suegro en su testamento, en tanto que Vandelvira mantuvo siempre
un gran respeto hacia su familia política a través de su mujer.
Las obras de Uclés le proporcionarán
a Vandelvira el conocimiento directo del elegante lenguaje del primer
Renacimiento, el comúnmente denominado “plareresco”, de finas labores
ornamentales, visible en la cabecera exterior de la iglesia y en el ventanaje
del muro exterior del claustro. Dos años después, suegro y yerno son vecinos de
Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), punto neurálgico para los intereses
de la Orden Militar en el sur de la meseta, donde Francisco de Luna tenía el
encargo de la iglesia parroquial de San Andrés. Cercana a Alcaraz, ese mismo
año, 1531, se le asigna a Vandelvira en su ciudad natal la construcción de un
nuevo alhorí o pósito de grano en el que junto a la sobria y práctica solución
del espacio para almacén destaca la lujosa portada que acusa su paso por Uclés.
Por estos mismos años de comienzos de
la década de 1530 se inician sus incursiones en la actual provincia de Jaén,
donde pronto arraigará y permanecerá hasta su muerte. Hacia 1533-1534 debe
estar asentado con su mujer Luisa de Luna en Villacarrillo, una de las Cuatro
Villas que formaban un enclave de la archidiócesis de Toledo en territorio
jiennense, situada a medio camino entre la sierra de Segura y Úbeda, aunque más
próxima a ésta. Aquí tuvo el primer hogar donde nacieron la mayor parte de sus
siete hijos y adquirió buena cantidad de bienes raíces, manteniendo la casa
hasta el final de sus días. No es segura la autoría suya en cuanto proyecto de
la iglesia parroquial de la Asunción de Villacarrillo, pero sí es segura su
intervención, excepto en la cabecera y sacristía, dentro aún del estilo
“plateresco” visible en la portada, pero con posteriores innovaciones en las
bóvedas de la nave central.
Una activa política de renovación
urbana en los pequeños núcleos de la sierra de Segura: Orcera, Hornos y Segura,
llevada a cabo en estos años por la Orden de Santiago, motiva que a través de
su hombre de confianza, Luna, aparezca Vandelvira trabajando en proyectos de
templos parroquiales, como el de Orcera de 1537. A su vez, en Úbeda el poderoso
secretario del Emperador, Francisco de los Cobos, natural de ella, se disponía
a dejar una profunda huella para la posteridad dotando a la ciudad con un
ambicioso plan de equipamiento: Universidad, Hospital, Iglesia... y un palacio
para él, que aunque no cumplido en su totalidad iba a dejar la impronta y la
vía señalada para la transformación de la Úbeda medieval en la admirada ciudad
renacentista que es hoy, declarada junto con Baeza Patrimonio de la Humanidad.
Además, el influyente Cobos, caballero santiaguista asimismo, compraba las
cercanas villas de Sabiote y Canena a la Orden de Calatrava. Igualmente
conseguía del arzobispado de Toledo el título de adelantado de Cazorla con su
correspondiente dominio sobre la villa y su entorno en la sierra del mismo
nombre. Una amplia empresa constructora se vislumbraba bajo el poder de este
riquísimo personaje, a cuyo reclamo acudirían tanto los buenos maestros
establecidos en la comarca, como otros de fuera. Esta será la ocasión de Andrés
de Vandelvira, que desde Villacarrillo se acercó a Sabiote, donde estaba en
1534, y a Úbeda, donde en 1536 conseguía la adjudicación de la obra de la
capilla de El Salvador, el templo funerario de Cobos, diseñada por Diego de
Siloé, aunque es posible que poco antes o al mismo tiempo tuviera otros
encargos, tal vez en el claustro e iglesia del Convento de Santa Clara, donde
una portada interior del claustro y la bóveda del coro de la iglesia concuerdan
con este primer estilo vandelviriano.
Si hasta este momento se ve a un
Vandelvira iniciado y practicando el lenguaje renacentista del “plateresco”, a
partir de ahora empezará una nueva andadura basada en el conocimiento más
apurado del clasicismo, fruto sin duda de su encuentro con Siloé.
Ese cambio comienza a vislumbrarse en
la sacristía de la iglesia de El Salvador, nuevo proyecto de 1540, ya con
autoría del maestro de Alcaraz. El sistema de arcos superpuestos con que
resuelve el alzado y la cubrición de los tres tramos en que se divide el
espacio con bóvedas baídas, señalan dos notas muy características que no
abandonará a lo largo de toda su carrera y que proporcionará unos ritmos
sencillos y armoniosos de la compartimentación del espacio. La decoración
plástica con telamones y cariátides asumida por figuras de profetas y sibilas
marcan un contrapunto tenso y dramático, sin embargo, con el predominio de los
paramentos lisos y un efectista manejo de la luz. Labor escultórica, que es
debida al francés Etienne Jamet o Esteban Jamete, en España, de excelente
calidad, artista que también jugará un papel importante en la transmisión de un
gusto francés a la arquitectura vandelviriana, que se hace patente en la misma
portada de la sacristía y en las dos laterales al exterior del templo, dentro asimismo
del proyecto de Vandelvira.
A partir de El Salvador se suceden
vertiginosamente los encargos. Primero, en la órbita de la familia Cobos por
medio de su hombre de confianza, el humanista y deán de la Catedral de Málaga,
Fernando Ortega.
A través de éste ajusta la sacristía
y terminación de El Salvador, posiblemente el proyecto de la iglesia de Santa
María de Cazorla, hoy en ruinas, cabeza del tan anhelado y perseguido
Adelantamiento por parte de Cobos, y para el mismo deán diseña con toda
probabilidad su capilla funeraria en la iglesia de San Nicolás de Úbeda y
construye un palacio (actual Parador de Turismo ), junto a El Salvador, que
marca el inicio de una serie de este tipo de mansiones en Úbeda que hará para
distintos miembros de la familia Cobos: el de Juan Vázquez de Molina,
secretario imperial que fue también, ahora convertido en Ayuntamiento; el del
regidor, Francisco Vela de los Cobos, o el actual palacio del marqués de la
Rambla. Todo ello le llevó a abrir casa en Úbeda, donde residió las décadas
centrales del siglo, entre 1536 y 1555, aproximadamente.
Entretanto su actividad se extendía
fuera de la ciudad. En la vecina Baeza, Diego Valencia de Benavides, señor de
Jabalquinto, y uno de los apellidos tradicionales de la pequeña nobleza local, decide
construir una gran capilla funeraria en la iglesia conventual de San Francisco
en 1538, tal vez por emular a Francisco de los Cobos, encargándosela a
Vandelvira “...La mexor capilla particular y más bien ordenada que ai en
España”, según escribiría Alonso de Vandelvira, hijo del arquitecto, aunque a
nuestros días ha llegado en ruinas.
Del mismo modo, para Rodrigo Messia
Carrillo y su esposa, Mayor de Fonseca, señores de La Guardia (Jaén), se haría
cargo a mediados de la década de 1540, transformándola, de la iglesia del
convento dominico de Sta. María Magdalena en La Guardia, donde ensayará el tipo
de pilar siloesco, derivado de la Catedral de Granada, que luego empleará en la
Catedral de Jaén. Su fama había traspasado además las fronteras del Reino de
Jaén y así, en 1550, era consultado para continuar la Catedral de Málaga,
haciendo para la ocasión un modelo o maqueta, muestra del dominio y
conocimiento aventajado de modernos métodos de proyectar, propios del
Renacimiento.
Unos años después, en 1554, lo
encontramos en San Clemente (Cuenca), interviniendo en su iglesia parroquial y
muy posiblemente en su Ayuntamiento.
En este momento de plena madurez, iniciada la década de 1550, se va a producir el contrato por parte de la Catedral de Jaén para darle la maestría de las obras que se iban a iniciar, y que fijarán su última residencia en esta ciudad hasta su muerte coincidiendo con el periodo de su máxima actividad. Para este gran proyecto ya habían sido llamados a consulta en 1548, además del propio Vandelvira, Jerónimo Quijano y Pedro Machuca, pero al final sería nuestro arquitecto el elegido para maestro mayor en 1553. Gracias al documento notarial del contrato sabemos que, aparte de ocuparse de las obras de la Catedral de Jaén, había de hacerlo igualmente de las de Baeza, iniciada también su transformación de templo gótico a otro renacentista, dando nuevas trazas, así como de todas las obras de la diócesis, que eran bastantes numerosas y de importancia, entre las que serían de destacar las iglesias parroquiales de Huelma, Linares o el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Andújar), amén de un sinfín de intervenciones menores en otras muchas.
Pese a que en lo que le quedaba de
vida no pudiera levantarse de la nueva catedral jiennense nada más que un cuerpo
adicional, el formado por la sacristía, sala capitular y bóveda de
enterramiento con las dependencias altas, sin embargo constituye una espléndida
muestra de esta etapa de madurez con un estilo clasicista depurado de
ornamentación, mucho más sobrio que lo hecho anteriormente, pero también más
imaginativo. Lo construido condicionaba además la continuación de la catedral,
que siguiendo el modelo granadino creado por Siloé, sin embargo resulta de
mayor armonía en sus proporciones dentro de una perfecta adecuación al tipo
basilical que ha servido de referencia, directa o indirecta, para las
catedrales americanas.
Del prestigio alcanzado puede dar fe
uno de los hechos más insólitos en la historia de la arquitectura española y es
que durante unos años, entre 1560 y 1567, llevó también la maestría de la
Catedral de Cuenca, sin obligación de residencia, naturalmente, comprometida en
Jaén. Bien es cierto que aquí pesaba el recuerdo de trabajos suyos anteriores y
sobre todo su vinculación con Francisco de Luna, prueba de lo cual sería, por
ejemplo, la continuación del puente de San Pablo en la misma ciudad, con nuevas
trazas de Andrés de Vandelvira, sin olvidar la filiación estilística que
guardan varias portadas de iglesias desparramadas por toda la diócesis
conquense: Alarcón, Huete, Cañaveras...
Su reconocimiento hará que sea
consultado en obras de indiscutible relieve, como el Hospital de Afuera de
Toledo, para el que dio diseños de unas tribunas, que luego no se realizarían.
Igualmente fue llamado a consulta para las nuevas dependencias administrativas
de la Catedral de Sevilla, a cuya maestría llegó incluso a optar en 1557. la
catedral de Guadix lo llamó en 1566 para tasar obras que se hacían en la
capilla de San Torcuato y ya al final de su vida era recomendado por el
arquitecto Juan de Maeda, maestro mayor de la Catedral de Granada, para poder
solucionar el dificultoso cierre de la galería circular del patio del Palacio
de Carlos V, en la Alhambra.
Dos rasgos singulares caracterizan la
arquitectura de Vandelvira, decantados con toda fuerza y brillantez en la
última etapa de su carrera: el perfecto dominio de la estereotomía o arte del
corte de la piedra, técnica constructiva con la que se realiza la casi
totalidad de su obra, y una sorprendente asimilación del clasicismo,
adaptándolo a las tradiciones, tanto técnicas como culturales, del entrono en
que trabaja. Esta combinación, que puede dar una cierta imagen medieval en el
aspecto exterior de edificios generalmente compactos, de gruesos muros y
cubiertas de teja, revela en los interiores modulaciones espaciales, como se
apuntaba, de gran armonía, que alcanzan arriesgados y sorprendentes juegos
rítmicos en las realizaciones de la década final de su existencia,
ejemplificadas en dos obras: la Sacristía de la Catedral de Jaén y el Hospital
de Santiago de Úbeda. En la primera, la alternancia de arcos hornacinas de distinto
tamaño a lo largo de todo el muro, apoyados en dobles columnas corintias, con
idéntica arcuación en la parte superior del muro, combina ejemplos de la
arquitectura antigua con imágenes evocadoras de monumentos señeros de la
cultura islámica: Patio de los Leones o Mezquita de Córdoba. Mientras, en el
Hospital de Santiago, levantado por el obispo de Jaén Diego de los Cobos para
Memoria suya, pues en la capilla del mismo habría de ser enterrado, sigue a
cierta distancia el modelo del Hospital de Afuera o de Tavera, en Toledo,
enfatizando determinados espacios dentro del conjunto benéfico, como la
descomunal escalera principesca y la original capilla con planta en forma de H,
todo elaborado con un geometrismo y sobriedad ornamental muy lejos de su estilo
inicial y donde revela su actitud renovadora y de libertad interpretativa, para
muchos la obra más pura, arquitectónicamente hablando, que culmina su carrera.
Pese a que no poseyera una buena
biblioteca especializada, tan sólo unos pocos libros de arquitectura
mencionados en su inventario de testamentaría, éstos son obras clásicas y
fundamentales: dos “Vitruvios”, uno en latín y otro comentado en “lengua
toscana”; dos libros de Sebatiano Serlio; uno de Pedro Apiano y otro del
matemático francés, Orencio Finé, que por supuesto destaca en un ambiente
profesional en que las lecturas de este tipo eran más escasas.
El aprovechamiento de estos libros y
el contacto con otros arquitectos y artistas, como se ha reseñado
anteriormente, debieron resultar decisivos para actualización de conocimientos
y en general de la práctica de su profesión, manifiesta en un singular detalle,
cual era el de disponer en su casa de un espacio específico para trabajar al
que denomina además “estudio” en su testamento, con muebles e instrumentos para
“trazar”, ratificando así el dominio que tenía de los métodos proyectivos
modernos. Más aún, su maestría en el corte de la piedra, ensalzada desde
antiguo y unánimemente aceptada hoy, no puede verse como un mero saber
experimental y tradicional, sino precisamente como una renovación del
procedimiento de la estereotomía en virtud de la aplicación a la técnica de
conocimientos matemáticos actualizados, que permitían proyectar superficies
curvas individualizando cada una de las piezas o dovelas que las configuran,
las cuales han de llevar un corte específico que exige una plantilla en la que
se definan sus cuatro caras para encajar luego perfectamente en el conjunto.
Esto llevaría a Vandelvira a concentrarse y especializarse en las llamadas
bóvedas vaídas, por su forma de vela succionada, con que cubre la mayor parte
de las naves de los templos. Piezas auténticamente virtuosas de su
estereotomía, que han merecido la atención de la crítica, son, por ejemplo, la
puerta de acceso a la sacristía de El Salvador; la bóveda del presbiterio de la
iglesia conventual de La Guardia o la de la capilla funeraria de los Benavides
en San Francisco de Baeza. Estas dos últimas ya fueron resaltadas y explicadas
por su hijo Alonso de Vandelvira en un manuscrito, que nunca llegó a
publicarse, pero que fue plagiado, imitado e inspiró a cuantas obras impresas
sobre el particular se hicieron en España hasta el s. XVIII, del cual la copia
más completa de las conocidas es la conservada en la Escuela de Arquitectura de
Madrid, que lleva por título: Exposición y declaración sobre el trazado de
cortes fábrica que escribió Alonso de Vandelvira por el excelente e insigne
architecto y maestro de architectura don Bartolomé de Sombigo y Salcedo,
Maestro Mayor de la Santa Iglesia de Toledo (existe una edición facsímil a
cargo de G. Barbé). En otra anterior (1646), considerada más fiel al original,
su autor, el también arquitecto toledano, Lázaro de Goiti, aseguraba en el
prólogo que trataba de imitarla por ser los Vandelvira “Los mejores canteros y
cortistas que se an conocido asta oy en España y que más suntuosas fábricas de
cantería hiçieron, particularmente en el obispado de Jaén”.
De igual modo, en la más reciente
historiografía se ha reconocido la “importancia excepcional” de este tratado
(J. M. Pérouse de Montclos), el más completo en cuanto a repertorio de los
conocidos en Europa y a través del cual mejor se puede “redefinir una
estereotomía específicamente renacentista” (J. C. Palacios).
En un sentido más amplio, esa misma
historiografía no puede separar la renovación estereotómica de la aportación
enriquecedora para el clasicismo renacentista que supone la obra de Vandelvira,
junto con otros grandes arquitectos de la época como Siloé, Hernán Ruiz II,
Covarrubias, Rodrigo Gil de Hontañón..., en la medida que se desligan de un
monótono e impersonal seguimiento de la arquitectura italiana renacentista,
convencionalmente admitida como modelo incontestable, y se revelan como
fértiles manifestaciones del lenguaje para entonces ya universal del
Renacimiento, entregados como Vandelvira, al decir de M. Tafuri, “a
desprejuiciadas investigaciones”, o como ha expresado F. Chueca, “una visión
independiente de los problemas que no necesitaba de antiparras italiano”, autor
éste para quien Vandelvira será “el más importante y el mejor intérprete de lo
que debe ser la arquitectura renovada antes de la aparición de Juan de
Herrera”.
No conviene olvidar la amplia y
completa experiencia constructora, que desde sus inicios como cantero en
proyectos ajenos o en los suyos propios, que como maestro o arquitecto recabó
de muy diversos comitentes: poderes públicos, eclesiásticos y particulares, que
le condujo a abordar prácticamente todos los tipos arquitectónicos: templos,
palacios, ayuntamientos (además del aludido de San Clemente, hay noticias
documentales de su autoría de otro desaparecido en Lucena (Córdoba) e incluso
se le ha atribuido el antiguo de Úbeda), castillos (interviene con seguridad en
el de Sabiote y con probabilidad en el de Canena, al pasa a manos de Francisco
de los Cobos), pósitos (aparte del de Alcaraz y el atribuido de Baeza se ha
documentado el de La Iruela (Jaén), actual ayuntamiento); fuentes (con bastante
seguridad se le puede atribuir la de la villa de La Guardia (Jaén)...Tipologías
muy diversas en consecuencia y que van desde las estrictamente arquitectónicas,
como todas la primeras citadas a ésta última de las fuentes y sobre todo los
puentes, de neto carácter ingenieril. En este último apartado, además del
puente de San Pablo de Cuenca, reformado por él, se conserva íntegro el puente
de Ariza, cercano a Úbeda, en el camino hacia Toledo sobre el río Guadalimar,
encargo del Concejo de Úbeda en 1562, de algo más de cien metros de longitud y
con un arco central que supera los treinta y seis de luz. E igualmente cerca de
Baeza, sobre el Guadalquivir, en 1565 levantó otro puente de similares
dimensiones y formas en colaboración con Francisco del Castillo “el mozo”, la
llamada “Puente Nueva” que perdió el arco central, pero ha conservado los
entibos laterales con una interesante doble hilada de grandes nichos, que
servían de almacén y caballerizas. Bien es cierto que la mayor parte de esta
intensa actividad se concentra en territorio jiennense, pero también es cierto
que permaneció ligado siempre con La Mancha, sobre todo a través de sus buenas
relaciones con la diócesis conquense, y con gran parte de Andalucía por medio
de las consultas a que era requerido por los cabildos eclesiásticos.
Si sus orígenes familiares en la
profesión no eran claros, tampoco parece que estuviera interesado en dejar un
sólido taller familiar. En ese sentido de nuevo apuntan rasgos de modernidad en
su comportamiento, procurando que un hijo estudiara leyes, otro se iniciara en
la carrera eclesiástica y sólo cuatro siguieron sus pasos: Francisco,
Cristóbal, Juan y Alonso. Los dos primeros terminaron en nombre de su padre la
capilla de los Benavides, en Baeza, sin que sepamos mucho más. Solamente
Alonso, que durante bastante tiempo trabajó en Sabiote (Jaén), mantuvo una
trayectoria destacada en la Baja Andalucía, entre Sevilla y Cádiz, aparte de
redactar el célebre manuscrito en el que tantas referencias se hacen a obras
hechas por su padre. Sin embargo, siempre ha llamado la atención que a la hora
de pensar en la continuación de su, tal vez, más ambicioso proyecto, la
Catedral de Jaén, lo hiciera en la persona de un viejo colaborador, el maestro
Alonso Barba, aparejador de la obra.
La estela familiar se deshace pronto,
si apenas los años que vivió Alonso y el amplio eco de su Tratado; pero sus
huellas se perciben vigorosas en el entorno en el trabajó, estimulando un foco
en el que brillaron otros destacados arquitectos como Francisco del Castillo,
“El Mozo”, Ginés Martínez de Aranda o el militar y arquitecto, Cristóbal de
Rojas, natural de Baeza, que entre todos hicieron de este centro de Jaén un
lugar de referencia ya en vida de ellos. E incluso en América existen pocos
arquitectos españoles del siglo XVI que sean tan reconocidos hoy como
Vandelvira en grandes templos catedralicios, algunos de clara filiación como el
de Mérida, en Yucatán (México).
Obras de ~: con F. de Luna, Cabecera
y otras obras, Uclés (Cuenca), 1529; Pósito, Alcaraz (Albacete), 1531; Iglesia
parroquial de la Asunción, Villacarrillo (Jaén), 1533-1534 (atrib.); Capilla de
El Salvador, Úbeda (Jaén), 1536; Iglesia, Orcera (Jaén), 1537; Capilla
funeraria para Diego Valencia de Benavides, iglesia conventual de San
Francisco, Baeza (Granada), 1538; Sacristía, iglesia de El Salvador, Úbeda
(Jaén), 1540; Capilla funeraria, iglesia de San Nicolás, Úbeda (Jaén); Palacio
(actual Parador de Turismo), Úbeda (Jaén); Palacio para Juan Vázquez de Molina
(actual Ayuntamiento), Úbeda (Jaén); Palacio del Regidor, Francisco Vela de los
Cobos, Úbeda (Jaén); Palacio (actual marqués de la Rambla), Úbeda (Jaén);
Iglesia, La Guardia (Jaén), c. 1545; Proyectos, Catedral de Málaga, 1550;
Catedral, Jaén, 1553; Iglesia parroquial, San Clemente (Cuenca), 1554;
Ayuntamiento, San Clemente (Cuenca), 1554 (atrib.); Puente de San Pablo,
Cuenca; Puente de Ariza, cercano a Úbeda sobre el río Guadalimar, 1562; Puente
sobre el Guadalquivir, cerca de Baeza, 1565.
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Pedro Galera Andreu