LA DOLORES DE CALATAYD
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Al igual que con los Amantes de Teruel, los
eruditos e historiadores han tenido que ir en pos de la verdad y de la leyenda.
Separar tajantemente una de otra y ofrecer, ahora sí y en ambos casos, el
compendio final, detallado y transparente, de una cosa y otra.
Sentados en el Mesón de la Dolores,
dulcemente arrimados al sabor de una historia que todavía permanece viva entre
las gentes de aquí y de allá, buscas en la leyenda y en el mito, algo que te
conmueva más que la fría realidad firmemente documentada. Por ello, como pasa
con los Amantes de Teruel, la leyenda permanece y permanecerá viva pues, el
hombre, necesita del sueño y de la fantasía tanto como del aire que respira.
Calatayud y su comarca tienen suficientes
atractivos para deleitar y satisfacer al visitante y sería, perfectamente posible, arrinconar esta
historia que a veces ha ido en detrimento de sus pobladores. Sin embargo, tal
como sucede aquí en Teruel, la leyenda toma vida y desarrolla su propia
peripecia, más allá de las decisiones de unos pocos. La Leyenda de La Dolores,
por todo ello, crece y se expande día a día formando cuerpo sustancial con la
capital de la Comarca y del Jalón.
Ahora le falta a La Dolores, como ya hicieran
los Amantes de Teruel, presentarse ante el pueblo, ante su pueblo, con una
recreación histórica que supere las barreras comarcales.
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LA REALIDAD
"La Dolores", María de
los Dolores Peinador Narvión, nacida en Calatayud el 13 de mayo de 1819,
recibiendo el bautizo en la iglesia de San Juan el Real.
Fueron sus padres D. Blas, un apuesto teniente de los Reales Ejércitos y
abogado, natural de Galicia; y su madre, Dña. Delfina Manuela, que pertenecía a
una de las más distinguidas familias bilbilitanas.
En 1825, nombraron a D. Blas
Alcalde-Mayor de Daroca, y dos años después fallecía en esta ciudad su esposa,
dejando una cuantiosa herencia a Dolores y a sus hermanos. Al ser los hijos
menores, se encargó de administrarla el padre.
D. Blas contrajo nuevas nupcias;
ejerció durante tres años, a partir de 1832, como Alcalde-Mayor de Gerona y,
posteriormente, como Juez de Primera Instancia. Al parecer se despreocupó de
los hijos de su primer matrimonio; iban pasando los años, y no les entregaba la
herencia.
Dolores, que poseía una
excepcional belleza y apostura, se casó en secreto, en San Miguel de los
Navarros de Zaragoza, en 1839, con Esteban Tovar. Era andaluz, acababa de dejar
el Ejército siendo teniente ayudante del coronel de su Regimiento y, por lo
visto, sólo pretendía el patrimonio que aún no estaba en poder de su mujer.
A partir de este momento, comenzó
una interminable sucesión de litigios por la posesión de unos bienes que D.
Blas se resistía a soltar. Los juicios fueron muy largos, complicados y agrios,
pero, por fin, el total de la herencia recayó en Dolores y en Tovar. Mas no
pudieron disfrutarla durante mucho tiempo, pues debido a la vida irregular y
licenciosa que se atribuye a Tovar -y cabe suponer que algo le ayudaría
Dolores- el caso es que fueron vendiendo sus propiedades, cuyo valor superaba
los cien millones de pesetas actuales, y se quedaron poco menos que en la
miseria.
Desde que se casaron hasta
vencida la primera mitad del siglo vivieron en Calatayud, donde tuvieron cuatro
hijos, Enrique, Amalia, Manuel y Emilia Cruz, y comenzó a forjarse la fama de
la Dolores.
Luego se trasladaron a Madrid.
Primero residieron en la calle de la Ballesta. En 1860 nació Casilda Enriqueta
en la calle Cruz Verde, 20. En 1890, Dolores, ya viuda, vivía en la calle
Jardines, 12, con su hijo Esteban, que había nacido en la Villa y Corte en
1857. La última etapa de su vida en Madrid transcurrió en muy especiales
circunstancias. Dolores falleció el 12 de agosto de 1894 en el Palacio de los
Marqueses de Altamira, situado en la calle Flor Alta, 8, bajo, y fue enterrada
en el Cementerio de la Almudena.
Aunque parezca
paradójico, el exhaustivo conocimiento de su vida real contribuye a realzar más
aún, si cabe, la figura legendaria de "La Dolores", que, asociada con
Calatayud, se conoce en el mundo entero.
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