UNA CASA FUERTE
Tenía en su casa una
ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un
mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. (Don
Quijote de la Mancha)
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CASTILLOS, PALACIOS, CATEDRALES, IGLESIAS, CONVENTOS, MASÍAS, MASÍAS TORREADAS, CASAS BLASONADAS, CASAS FUERTES Y CASAS HUMILDES. TRUJALES, PAJARES Y PARIDERAS
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CASTILLOS, PALACIOS, CATEDRALES, IGLESIAS, CONVENTOS, MASÍAS, MASÍAS TORREADAS, CASAS BLASONADAS, CASAS FUERTES Y CASAS HUMILDES. TRUJALES, PAJARES Y PARIDERAS
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De pequeño oía a menudo, en mi pueblo, la expresión: “Esa es una casa fuerte.” Del resto de las casas del lugar
no se decía nada. Así, que, intenté comprender porque a unas casas determinadas
se les llamaba FUERTES y a otras no. Y, claro, en estos casos lo mejor es la
observación.
Las dimensiones del inmueble eran
mayores y con más dependencias. Tenía planta baja, primer piso y graneros.
Adosados a la casa un enorme corral con portón cubierto. Cuadra para los
machos, cortes para los cerdos, conejeras, gallineros y hasta un palomar en lo alto de la casa. Cuando durante invierno, el
ganado lanar no dormía en la paridera del monte, lo hacía en casa, en un cubierto adosado suficientemente
grande.
Pero lo determinante para ser
casa fuerte era, sin duda, el número de pares de machos para la labranza. Una
casa empieza a ser fuerte cuando tiene/tenía dos pares de machos. El segundo
aspecto determinante era el número de cabezas de ganado lanar (de 500 a 1.000). Y, en tercer
lugar, y como consecuencia de lo anterior el número de personas que trabajaban
en la casa: un pastor que se contrataba para la Sanmigalada y un mozo a tiempo parcial que según
las tareas del año ayudaba al amo. El pastor cobraba en dinero y, también,
pactaba llevar una punta de ganado propia. Esto le interesaba al amo, pues, si
cuidaba bien sus ovejas cuidaría en los mismos pastos a las suyas, de lo
contrario no tendría tanto interés. El mozo trabajaba para el amo a jornal pero, también, para poder hacerse sus faenas con el “par” que ocasionalmente le dejaba el amo.
La casa fuerte solía tener trujal
propio así como pajar y era. Destacaba la importancia de la matacía: mataba al
menos cuatro puercos y algún cordero. La conserva era abundante y siempre se
guardaba una parte para la siega y la trilla.
Sobre el bienestar de los
habitantes de la casa fuerte recaían, a menudo, las envidias de los demás
vecinos. Una envidia que por una vez pudo ser saciada. Sucedió en el verano de
1936. Los “amos” de casa fuerte viéndolas venir huyeron a zona nacional. Los
que quedaron fueron fusilados y abolida la propiedad privada, quemándose todos
los archivos (esto en la parte oriental de la provincia, el Jiloca se libró).
Cuenta mi amigo "gachero" que, en
la orgía de los primeros días de revolución (julio del 36) subieron ,en su
pueblo, a los graneros de las casas fuertes y bajaron a la calle las tinajas de
conserva. En la calle, remangados, en mangas de camisa, metían los hombres el brazo hasta el codo y sacaban tronchos de longaniza, lomo y costilla que comían
haciendo grandes aspavientos.
Saqueada, luego la casa, lo que sucedió
en el tiempo inmediato es ya conocido. Ahora en los pueblos suele haber también
casas fuertes. Buen edificio construido sólidamente. Un par de tractores con
toda su herramienta y almacén para grano. Lo que sucede ahora es que no hay
envidias pues, el pueblo, está prácticamente vacío. Los que quedan son
jubilados. En nuestros pueblos ahora hay paz, demasiada paz.... y silencio.
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