Bajamos por el Perejiles hasta Mara
por ver Segeda. Mara no es un pueblo, en cuanto al arte, muy singular. De hecho
no sale en las guías turísticas de la Comarca de Calatayud. Sin embargo, si las
excavaciones arqueológicas de la ciudad Celtibérica de Segeda se hubieran
puesto “en valor”, la cosa sería diferente. Se ha excavado y se ha vuelto a
enterrar lo encontrado. Lo último, ya se ve que faltaba dinero, se tapó con
unos plásticos que andan rotos y perdidos por el monte. No hablan bien de
Burillo en Mara, quizás sea por que las expectativas que se plantearon fueron
muy altas. Pero, lo cierto, es que Segeda debería ser nuestra Numancia. Ahora
no es nada.
El pueblo tiene una torre mudéjar
y una iglesia barroca. Una gran plaza con un edificio para Ayuntamiento sin
gusto estético. El caserío lo visitamos hace unos años, cuando fuimos a ver por
primera vez Segeda. Lo cierto es que nada ha cambiado. Todo permanece estático
y callado. Esperemos que algún día Segeda despierte a Mara y haya una era de
progreso.
*
SEGEDA
REDARAGÓN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
En el yacimiento arqueológico del Poyo de Mara, entre las
poblaciones de Mara y Belmonte de Gracián estuvo la ciudad más importante
aragonesa en el tiempo anterior a la conquista de los romanos. Se trata de
Segeda, la capital de los celtíberos, que tuvo unos grandes paralelismos con
Numancia, en la provincia de Soria. De hecho, pasará a la historia como la
desencadenante de la guerra numantina.
Un poco de historia: los celtíberos eran uno de los pueblos
de la Península Ibérica, anteriores a la llegada de los romanos. Estos, con la
excusa de la guerra contra los cartagineses iniciaron paulatinamente un avance
desde la costa mediterránea hacia el interior peninsular. Inicialmente se
asociaron a los pueblos indígenas pero poco a poco los fueron desplazando hasta
que entraron en conflicto por los abusos que cometían sobre estos.
Estos conflictos son las llamadas Guerras Celtibéricas, que
tendrán lugar desde el 181 a.C. hasta el 133 a.C., año en que es conquistada
Numancia tras el célebre asedio. Segeda cobra fama en la segunda de las guerras
celtibéricas, ya que servirá como excusa para que estalle la contienda. En el
año 154 a.C. el Senado romano considera como una infracción la nueva
fortificación de Segeda y decide enviar un ejército de 30.000 legionarios, según
las crónicas.
Los segedenses, viendo este ejército tuvieron que evacuar la
ciudad huyendo a Numancia con sus familias. Segeda sin defensas fue
completamente asolada (153 a.C.). Desde entonces ya no se la vuelve a nombrar
en las crónicas desapareciendo del mapa. Hoy por fin salen sus ruinas a la luz.
Hasta ahora hemos visto por qué es importante Segeda en la
historia, pero a partir de ahora vamos a reconocer la importancia de sus restos
descubiertos. Las dimensiones alcanzadas por Segeda, un mínimo de 17 hectáreas,
la convierten en la de mayor extensión de su época del ámbito norte de la
Península, más del doble de grande que Numancia y más del triple que Ampurias.
Hasta el momento se ha descubierto su estructura urbana y
diferentes aspectos culturales, sociales y económicos, como la identificación
de borraja en el consumo de los segedenses, del único lagar de su época
localizado al norte del Tajo o una mansión de 300 m2 de extensión con patio
central y sistema de depuración de agua de boca.
Esta es la llamada Casa del Estrigilo, con once habitaciones
en torno al patio, respondiendo en su diseño no a una copia de una casa romana,
sino a modelos existentes en el ámbito de las culturas mediterráneas. El
estrigilo encontrado, que da nombre a la casa, indica que su dueño se ungía su
cuerpo con ungüentos y aceites y se limpiaba el cuerpo a la "moda
griega".
Pero seguramente el hallazgo más importante es el del
santuario celtibérico, el único calendario de ciclo lunisolar conservado desde
la antigüedad en todo el Mediterráneo. Es tanta su importancia, que ha llegado
a denominarse como el "Stonehenge aragonés". Se trata de una
plataforma monumental de planta romboidal situada fuera de la muralla de la
ciudad celtibérica, cuyos muros se unen en un ángulo de 130 grados, hecho
inusitado en la arquitectura de esa época. Cuando se reconstruyó la situación
del firmamento en el año 200 a.C. se observó que el ángulo de 130 grados se
alineaba con un cerro próximo, el de La Atalaya, y que la dirección marcaba el
solsticio de verano.
Estamos pues ante un santuario que se emplearía también como
observatorio astronómico, lo que viene a aportar nuevos conocimientos sobre los
celtíberos, un pueblo que estaba mucho más evolucionado de lo que se había
pensado hasta ahora.