EL APARTAMENTITO Y EL YATE-DARÉ
*
Coja usted las nanas de níquel, el
escosbrite, el fairy y… la vaporeta. ¡Hágame caso! Si usted es propietario de
un apartamento en Canet d´en Berenguer y de un yatecito amarrado en puerto
Siles. ¡No discuta con su mujer/querida/amiga/compañera/ligue circunstancial…!
Está perdido y está perdiendo el tiempo. Su mujer, etc., etc. tiene razón. Tras
un invierno que no ha parado de viajar desde el sofá a “La Real” y, desde “La
Real” al sofá, es el momento de tomar el coche y bajar el Ragudo “a todo trapo” (nunca mejor dicho).
A la altura de Segorbe y ya oliendo a sal marina, disponga su alma a la soba
que le espera. Primero el “apartamentito”. Verá que la dichosa arenita, esa que
no soporta usted en época estival y que le obliga a refugiarse tras una cerveza
en el chiringuito, le ha ganado la partida y ha penetrado por entre las lamas
mal cerradas, en todos sus ochenta metros cuadrados de aposento. La “señora” le
despertará del ensimismamiento con un zafarrancho de combate en toda regla.
Pruebe usted a decir… “cariño, mientras tú adecentas esto un poco yo me ocupo
del yate.” ¡Yate! Ya te dirán a ti. De pronto te ves con los guantes puestos y sacándole
brillo al cerco de aluminio de la ventana. Nada de parar a merendar. ¿La cena?
Bueno, cariño, pide una pizza mientras yo bajo almercadona a comprar unas cervezas.
Cuando ya has terminado con el apartamento, toca el yatecito. Lonas, jarcias,
motor y mástiles… Todo hay que repasarlo concienzudamente. Menos mal que, con
las clóchinas del casco, podemos hacer una paella al día siguiente.
Pero, tras
dos días de rasqueta y esparto, lejía y amoniaco, por fin vuelves a “tu tierra”
y nunca mejor dicho: TU-TI-E-RRA. Entonces tu sofá te parece el mejor lugar del
mundo y “La Real” un verdadero palacio de auténticos reyes. ¡Camarera, tráigame otra
cervecita! ¿Querrá el señor una clóchinas al vaporrrr...? ¿Unas clóchinas? ¡Qué horror! No por
dios… Un buen plato de jamón, eso sí estará bien.
Pero, esto es solamente el principio de un
verano lleno de aventuras y de emociones. El sol abrasador. El sudor recorriendo
tu espalda. La arena pegada a todas las partes de tu cuerpo. Los niños que no
paran y los vecinos de toalla a grito pelado harán que no pares de caminar desde
un extremo al otro de esta larga y estirada costa del demonio. Bueno, menos mal
que solamente son quince días..., solos. Luego vienen los hijos, los nietos y las
tandas de invitados, para un solo día. ¡No queremos molestar! ¡Ciertamente! No
quieren molestar… pero ni lo intentan.
Llegada la noche serena, en la soledad del dormitorio,
cuando la luna riela sobre el mar, le dices al oído: ¡cariño!, y si vendiéramos
el apartamento y el yate. Ella te dirá… “¡Qué cosas se te ocurren Paco!” Venga, duerme y no digas más tonterías.¡Por Dios que hombre! Y así, año tras año.
*
*
Las dunas de Canet
*
Los yates del puerto Siles
*
Club náutico, ahora en obras y sin paellita
***
**
*
**
*