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lunes, 10 de diciembre de 2012

Diciembre2012/Miscelánea. ALMOFALLA/ALMOHAJA

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Se acomodó de forma natural, como lo hace el huevo en el útero materno o el niño en el regazo de la madre. Tuvo frío y se cubrió con pieles de cabra curtidas. Durmió toda la noche solo, sin miedo a las fieras, recostado contra la pared de un abrigo del barranco Cardoso. El día anterior había dibujado una plegaria para Lug en la pared de la cueva, como ya lo hicieran sus antepasados, con sus deseos más vehementes: tener muchos hijos y dominar el mineral de aquellos montes de Sierra Menera. Bien de mañana salió de caza y visitó las trampas que había colocado el día anterior. Los animales salvajes eran abundantes y algunos de ellos habían caído en las celadas puestas en las sendas que recorrían día tras días. Cargó con ellos al cuello y bajó hasta la laguna. Al aproximarse, se detuvo por un momento. Allí, junto a la  gran charca a la que acudían los animales a beber había almofalla (a). Pensó que el reposo de los guerreros sería transitorio y que pronto abandonarían aquellos desolados parajes. Ladeó el campamento para evitar ser visto y caminó hasta  la cabaña donde estaban los suyos.  La hueste instalada junto a la laguna no marchó al día siguiente, ni al otro, ni al otro. Parecían decididos a permanecer allí de forma permanente. Levantaron empalizadas y construyeron viviendas fuertes con maderos cortados de los carrascales milenarios y abundosos que cubrían hasta donde la vista podía alcanzar. No parecían belicosos los forasteros y entre ellos había gente de su tribu que trabajaban con tesón para aquellos soldados  que recorrían los montes con fuertes corazas, escudos y lanzas. Merodearon en torno al campamento y hablaron con los nativos en la lengua de los Celtas, tras esta primera toma de contacto volvieron a su castro en la Acacia Gorda. Habían llegado allí para batir el hierro y no eran almofalla, sino gente en busca del mejor hierro de aquellos montes. Utilizaban para sus labores a los nativos que ya desde antiguo conocían las técnicas del fundido de los metales. Los romanos les hicieron fabricar otro tipo de objetos, ya no se trataba de vasos en forma de campana y de cerámicas de agua, ellos querían puntas de lanzas, espadas, cadenas, clavos y picos para abrir túneles en la roca. Aperos para desarrollar la agricultura del valle: rejas, azadas, corbellas, mallos, etc. Levantaron grandes fraguas en la nueva Almofalla y lo que fue un campamento temporal empezó a transformarse en un asentamiento definitivo. Los nativos llegaron desde los alrededores ávidos de novedades e interesados por el fragor y trasiego de aquel lugar. Horadaron en la montaña en busca de vetas ferruginosas y utilizaron encebros y espuertas de esparto para el transporte. Alimentaron las fraguas con leña de carrasca y el silencio de aquellos olvidados montes, pronto se transformó, en con el sonido del batir de los mallos sobre el hierro rusiente en los yunques. La fabricación de espadas era la actividad más solicitada por los soldados romanos. Del brillo y temple del aquellas armas construidas en Almofalla pronto se dio noticia en todo el valle, desde la Caridad hasta Celfa (la del nuevo canal), lugar donde se estaba construyendo un acueducto. También desde Celfa se demandaba herramienta para aquella magna obra que llevaría el agua del flumen Blanco hasta la cuenca alta del río de la fruta. La vía Cesaraugusta-Laminio demandaba también gran cantidad de herramienta que tenía que salir de aquellas fraguas que trabajaban sin descanso día  tras día. Así fue creciendo aquel campamento que tomó el nombre de su primitivo asentamiento provisional y que ahora le llaman Almohaja.
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RAE
(a) almofalla.
(Cf. almahala).

1. f. ant. Campamento o hueste acampada.
2. f. ant. Hueste o gente de guerra.
Sobre el ferrocarril Ojos Negros-Sagunto, pinchad aquí:
http://miscelaneaturolense.blogspot.com.es/2012/10/octubre-2012miscelanea-minas-y.html