Desde pequeño, cuando vivía en el número 13 de la calle Temprado (antes, calle de la Paz), todas las Nochebuenas acudíamos a oír Misa de Gallo en la Catedral. Nuestra Parroquia era la de El Salvador y nuestro párroco Ernesto Franco, aún lo es en el afecto y en el corazón. Este año he querido volver a recordar aquellos días de juventud, en lo que te distraías con cualquier cosa y no estabas muy atento a lo que se celebraba (nunca mejor dicho). Muchas cosas han cambiado en la Catedral de Teruel, aunque lo esencial permanece. El obispo que me confirmó se llamaba Fray León Villuendas Polo (Torrijo del Campo, 26/11/1885), Luego tuvimos un obispo Ricote, más adelante el siempre recordado oscense, Damián Iguacén Borau. Con Algora fui un año a Misa de Gallo y vi la Catedral desolada. Cierto que era buen administrador y que hizo una inmensa labor en la recuperación del patrimonio eclesiástico pero “no llegaba a la gente”, él lo sabía y en una ocasión trajo a Iguacén a Teruel: La Catedral y la Plaza, hasta el Ayuntamiento, se pusieron a “caramuello”, hubo que poner megafonía en la calle. Lorca fue un obispo distante y pasó sin dejar huella. El actual, Escribano, es buen pastor y poco a poco va “dándose” a la gente. No eres obispo porque lo mande Roma, la Mitra, el Báculo y la Cátedra (en aragonés, cadiera) hay que ganárselo día a día. Bien es verdad que hay que pedir muchos días el apoyo de la “palomica” (Espíritu Santo), porque el trabajo es duro y las tentaciones del mundo cada vez mayores. El desapego de las gentes por los asuntos religiosos es cada día mayor. Sin embargo, este año, la Misa de Gallo ha estado muy concurrida y más que lo estará si se persiste en la labor. En este spot traemos fotografías de cómo estaba el templo por dentro y por fuera: ¡Una maravilla! Teruel es una joya que hay que cuidar. Tenemos que evitar el que se sigan realizando obras tan poco afortunadas como: La Glorieta, El Torico y la Plaza Domingo Gascón.
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