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martes, 18 de diciembre de 2012

Diciembre2012/Miscelánea. JUEGOS, LOTERIAS Y APUESTAS

LA LOTERÍA DE NAVIDAD
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Un país como España cuya principal apuesta económica es el turismo y cuyo desenganche del desarrollo tecnológico industrial es palpable. Un país cuyo primer ajuste, como reacción a  crisis económica, fue reducir drásticamente el presupuesto dedicado a la investigación (acordaros que le dimitió el ministro del ramo a Zapatero) no le queda otra opción, si quiere sobrevivir, que potenciar todos los sectores relacionados con su principal componente económico (el turístico). A Madrid (Cataluña se enfadó por el desaire) van a venir los grandes centros de juego del Mundo (a día de hoy, febrero del 2014, se ha desestimado Madrid). Es evidente, pues, que nuestro Estado en el que ya se asocian de forma natural al turismo, la prostitución, el juego, las apuestas, los espectáculos de masas (fútbol, tenemos la mejor liga), droga, anabolizantes, etc., etc. sea un lugar donde los ciudadanos se vean afectados, forzosamente, por esta fiebre. La Lotería de Navidad da/daba los Gordos más grandes del Mundo. Europa, consciente de que los grandes centros de producción industrial se van al Pacífico, se ha apuntado a las loterías, sin más solución de continuidad.
No somos jugadores de loterías ni de ningún tipo de apuesta. Pero quién puede inhibirse cuando la lotería es utilizada para financiar fiestas patronales, excursiones, asociaciones de todo tipo o para cubrir carencias graves de determinados sectores sociales. La lotería realiza pues, en nuestro ámbito cultural, un papel subsidiario bajo el patrocinio del Estado que garantiza la “mordida”. La “mordida” consiste, según la participación que tenemos delante, en que por cada 5 euros que pagas por la papeleta, juegas en realidad 4,16 euros. La asociación recauda como “donativo” 0,84 euros, los que supone casi el 17% del valor de lo abonado y más del 20% de lo apostado. Todo esto con las bendiciones de Hacienda (que somos todos).
Las loterías y los juegos de azar son siempre desaconsejables desde el punto de vista de la educación del individuo, pues contribuyen a la destrucción de aquellas estructuras de nuestra personalidad que habilitan el trabajo constante, el estudio metódico, la confianza en el esfuerzo personal y la lucha diaria por la superación profesional y social.
Es conocido el efecto del premio “Gordo” de la lotería sobre el individuo. Ese “golpe de suerte” de la diosa Fortuna que nos va a redimir de todas nuestras miserias. Ese desplante al jefe con el corte de mangas añadido… Pasado un año, solamente, el afortunado con el Gordo se encuentra en peores condiciones que antes de ser agraciado por la Fortuna. Dinero que llaga fácilmente… fácilmente se va, suele decir el pueblo. Pero, además, el “Gordo” deja una huella indeleble en el individuo. Si algún buen hábito tenia, lo abandona. Aficionado a gastar mucho y en todo tipo de caprichos, ve el trabajo como una maldición y la holgazanería como el estado ideal. No entiende que el trabajo es un elemento fundamental en la construcción de nuestra personalidad. Volver a la antigua situación le resulta insoportable y en muchas ocasiones se produce una degradación irreversible del individuo (sin distinción de sexos).
Otra cosa es que el premio sea menor y te ayude apagar la hipoteca, pongamos 20.000 euros. Nuestras clases medias, entonces, sabe gestionar ese dinero y sacarle provecho, la familia encuentra un desahogo que le permite mirar con más tranquilidad al futuro. Consecuentemente, el dinero debería llegarnos en función de nuestras necesidades reales ya que su exceso crea problemas que un buen número de ciudadanos no sabe resolver. Para tener ese confort al que aspiran (legítimamente) las clases medias es preciso hacer un esfuerzo previo de estudio y sacrificio que, desde luego, no todos están dispuestos a hacer.
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