El
viento que corre muda la veleta, mas no la torre.
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“Un
líder que actúa como pequeño timón es constante como un
faro, no como una veleta, una fuente de luz constante y digna de confianza, no
alguien que gira con cualquier viento social.”
―
Stephen Covey
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“Un
hombre hedonista, permisivo, consumista y relativista, no tiene referentes ni
puntos de apoyo, y acaba no sabiendo a dónde va, envilecido,
rebajado...Convertido en un objeto que va y viene, que se mueve en todas las
direcciones, pero sin saber adónde se dirige. Un hombre que en vez de ser
brújula, es veleta.”
―
Enrique Rojas
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VELETAS
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Tienen mala fama, tanto las personas
como lo partidos políticos y para ambos
se han acuñado frases rotundas: “No seas veleta”. Se dice así, para señalar a
aquel que cambia constantemente de opinión pero, a menudo, no de conducta.
Porque una cosa son las conveniencias y otra muy distinta la realidad
abrumadora que nos determina en una posición ideológica. La historia de España
en las dos últimas centurias ha sido determinada por dos fuerzas políticas, el Liberalismo
y el Carlismo. Nacieron, ambas, con la edad contemporánea y del liberalismo es
hija la constitución de 1812 y del carlismo el fruto de tres guerras carlistas
y buena parte del atraso económico que padecemos, todavía, los turolenses.
Ambas fuerzas, opuestas e irreconciliables, representaban dos posiciones
ideológicas diametralmente opuestas. Los liberales progresivamente escindidos
en diversos partidos representaban el progreso y la vanguardia. Los carlistas,
por contra, eran contrarrevolucionarios y buscaban la vuelta al viejo régimen
de monarquía absoluta, su lema: TRONO Y ALTAR.
En nuestra provincia las dos
posiciones se representan con nitidez en las figuras de Víctor Santos Pruneda
Soriano para el liberalismo político y, Ramón Cabrera y Griñó, para la posición
carlista. El liberalismo en España fue perdiendo peso en la medida en que
aparecía el socialismo: primero la UGT y luego el PSOE. El último carlista “neto”
lo encarnó la figura de Roberto-Gonzalo Bayod Pallares cuya peripecia puede
seguirse en el libro: “Vivencias y anécdotas de una bajoaragonés de a pie”. Con
Roberto Bayor y lo sucesos de Montejurra (siendo Ministro Fraga Iribarne) se da
por concluido el Carlismos en España, aunque queden ciertos nostálgicos. El
liberalismo ha pervivido y se ha revitalizado gracias a su “pasión” por la
economía. El Neoliberalismo económico se ha hecho presente en las políticas
económicas del primer mundo y a aportado su ayuda en las crisis en las que cíclicamente
cae el capitalismo.
En Aragón sucede que los
herederos ideológicos de ambos
movimientos se disputan el centro político. Nada más ver los carteles
electorales se te saltan las lágrimas… “lobos amaestrados” piensas y es que la vida
da muchas vueltas y, la política, hace extraños compañeros de viaje. Pero, ¿cambiar
es bueno?, sí ciertamente. Sin embargo, hay que hacerlo con sinceridad para no
ser apellidado VELETA.
Y como la historia de la afiliación y
fidelidad ideológica es larga señalemos aquí lo que decía el 20 de mayo de 1873
el Comité Republicano Federal de Alcañiz: “Al
partido republicano histórico puede venir en buena hora el que con consecuencia
ha militado en otros campos, en la seguridad de que nosotros no hemos de
rechazar a ninguno que de buena fe venga; pero a los merodeadores políticos, a
esos que hoy se llaman B y mañana C según conviene a sus intereses o al de sus
allegados; a esos, una vez idos, no los volveremos a admitir jamás…”
En esencia, se pide sinceridad y
fidelidad, no cambios de conveniencia. A estos últimos militantes los apellidamos
VELETAS. Y, a los partidos que
cambian sus alianzas por un plato de lentejas: BISAGRAS.