El Teatro Marín, que es propiedad del Casino Turolense está sufriendo una profunda remodelación que hará más satisfactoria la estancia al espectador.
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SAN ANDRÉS
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ENSANCHE
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EL CUENTO BATURRO
El cuento y la poesía baturra se sigue escribiendo, pero, con escaso éxito. Sin embargo, siempre hay "plumas" dispuestas a coger el testigo de una larga tradición que triunfó con algarabía y estruendo en todos los teatros de la madre patria. He aquí las escritas recientemente por un escritor anónimo:
YO ME CAGO
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Tengan cuidado señores,
prevengan por un instante,
pues van a ver la cagada
más sutil y alucinante
publicada en pergamino
recién traído de Gante.
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Me cago (coño) en Bakunin,
un ruso muy elegante.
Y me cago en Carlos Marx
y en Engels que delirantes
escribieran el Manifiesto
con que ahora, Dios mediante,
se limpia, cuando se caga,
el bueno de Bustamante.
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Me cago en Lenin y Stalin
y también en sus amantes.
Me cago en Mao Zedong
cuando fuera gobernante.
Y me gago en Labordeta,
ese señor petulante,
que ya mandara a la mierda
hasta el mismo sobrestante.
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También me cago señores
siquiera por un instante
en el Chavez, el Maduro,
El Che Guevara tunante
y, a los hermanos
Fidel,
démoles mierda abundante.
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Para todos de esa parte
vaya la mierda
sobrante:
mierda, para Pasionaria,
pa Carrillo haya bastante
y haya mierda para
Azaña,
un presumido bergante.
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Si de toda esta mierdada
mierda hubiera resultante,
por los morros la echaría
de Iglesias y su ayudante.
Por acabar esta mierda,
permitidme que al instante,
lo haga también sobre Trotski
y sobre su "santa" madre.
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APOLOGÍA DE LA SIESTA
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Al buen gachero, Miguel,
con la siesta ya soñaba
al sentir como los párpados
desde el alto le bajaban
y caían como losas
de travertino labradas.
De esas que los barreneros
arrancan sobre Villalba
en los días de tormenta
para no meter alarma.
Aún iba por la primera
de las tres tandas de gachas
cuando, con muy buen criterio
va y abandona la tabla.
Los gacheros que notamos
ausencia tan prolongada
temimos por un empacho
o una buena zalagarda.
Desplegados en falange
por esa val del Alfambra
donde labraron los moros
la huerta Nueva nombrada,
escrutamos en las zaicas,
en ribazos, en choperas
y a revueltas con las zarzas.
Cuando ya desesperados
pensamos en dar la alarma…
debajo de una noguera
nos topamos con la masa
de un Corpus Cristi yacente:
dormido, feliz y en calma.
Como un dios crucificado,
que cruz al suelo tumbara,
en una mano un botijo,
en la otra, tres hojas* cortadas.
Allí habló el buen gachero,
aquel de la barba cana,
aquel que pasó el verano
a la sombra de una parra:
¡Señores!, no le molesten,
no le molesten por nada:
que debajo la noguera
verán que bien se la casca.
verán que bien se la casca.
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EL
VERDADERO ORIGEN DE LOS CORPORALES DE DAROCA
Con
veinticuatro Gacheros, los
veinticuatro de fama
todos
ellos de Aragón todos con muy buena
gana,
pobló Jaime de Aragón tras batirse de mañana
la
hoy, famosa Luchente, que un
monasterio engalana.
Una
vez reconquistada hizo el rey una
lifara
y
los gacheros pidieron su permiso para
armarla.
Veinticuatro
cestos llenos de buena, de blanca masa
consagraron
en la ermita sobre un cerro recostada.
Bien
liada en los calderos y sobre el cobre
dorada
la
sacaron a la mesa con enxundias
valencianas.
Comió
el rey, comió el de Híjar, también
comió la canalla*
y
las sobras, mandó el rey, que a Daroca
encaminaran.
En
una burra peluda y más vieja que la
tana
los
gacheros, diligentes, cargaron aquella
masa.
Tras
noches de oscura luna y días de dura
marcha
llegaron
a la ciudad en la que las ocas cantan.
Al
entrar por el portal la burra entregó
su alma
y al
recostarse de lado dejó las gachas
chafadas.
Los
darocenses miraron con caras
estupefactas
unas
hostias como panes por el suelo
derramadas.
Acudieron
las señora y acudieron las criadas
con
los refajos subidos encima de las enaguas.
Replegaron
el maná que la burra les dejara,
mas
el cura amonestó a toda mujer honrada:
que
las gachas no tocaran… que eran hostias
consagradas.
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Nos referimos a los Almogávares
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EL CID CONVOCA A SUS HUESTES EN MAS
DE JACINTO
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Diecisiete caballeros diecisiete hijosdalgos,
todos buenos luchadores, todos yantan con remango.
Sin tardanza y sin sosiego, el El Cid los ha convocado
para el 28 de enero según se había acordado.
La noticia del encuentro sayones van pregonando:
unos corren el Alfambra, van por Jiloca otros tantos,
por sierras…, por altiplanos…,
grandes voces iban dando.
Que allá en el Mas de Jacinto, ese día y sin descanso
acudan a toda prisa, a lomos de sus caballos,
pues las dueñas del lugar las gachas van preparando.
Todos dejan sus haciendas, todos
dejan sus ganados:
a sus mujeres e hijos los dan por abandonados,
que para llenar la andorga, sin falta son convocados.
De Tramacastiel los gritos muy fuertes ya van llegando,
que en aquel castillo habita buen caballero esforzado.
Fuera el primero en llegar, Guillermo el Adelantado.
¡Albricias tengas Guillermo! ¡Albricias mi bien amado!
Si turrón fuera Valencia ya te la habrías zampado.
Luego llegó Barrachina, Aurelio y Vicente Amo:
comen como tres leones y
eructan, como villanos.
Sin tardar llega un Señor montando
caballo Blanco
con dos capones al cuello y con la bota empinando.
Desde un pequeño tozal el buen Cid está oteando
la llegada de Martínez, su más esforzado brazo,
por ver si trae
"escudero" los ojos se está
frotando,
cuando ya cerca lo tiene le ve a la grupa un venado.
¡Alegráronse sus ojos las manos, se está frotado!
La lifara que le espera cumpliría a cien cristianos.
De todos los caballeros, de todos que están llegando,
el de más fino yantar por la puerta está asomando,
la flor de los caballeros, el dueño de un marquesado,
el que de un solo mordisco arranca el muslo de un pavo.
Y llegó otro caballero,
aquel de los ojos claros,
el que al llegar, el buen Cid, a solas quiso abrazarlo.
¿Qué me traes de Ojos Negros? ¿Qué me trae el de ojos claros?
Un cuelgo de perdiganas, una pierna de somarro,
longaniza de Monreal y este queso bien curado.
Ya se sientan junto al fuego, del peto se han despojado,
empinan firmes el codo con el cuchillo afilado.
Esperan con impaciencia a los que aún no han llegado
Paco, Fabián, Espallargas, Benjamín el Colorado,
Mío Cid también demanda por Santiago el Esforzado
y para Lázaro aparta,
el mejor de los bocados.
De los Berenguer, Ramón, otra vez se ha escusado,
que es amigo del ayuno y darle vueltas al tarro.
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HACE SU ENTRADA EL SEÑOR DEL
ALTIPLANO
En el oscuro silencio que precede a la tronada
se oyeron tres duros golpes, rotundos como la plata.
No son golpes de bastón, ni golpea con la espada:
son los golpes de ese miembro que le ha dado tanta fama.
Con tan marcial armadura, ¿quién
viene a darnos la lata?
- se pregunta Mío Cid, se pregunta la gachada -.
La cosa no es muy difícil bien se alcanza adivinarla:
el Señor del Altiplano acaba de hacer su entrada.
Sobre el centro de la tabla, chorreándole las barbas,
arroja sendos perniles y dos blancos pa tajadas.
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EL CID EXHORTA EN VANO A SUS
VASALLOS
Despojose El Cid del yelmo, a todos miró muy fijo,
y dijo con voz muy tierna que todos eran sus hijos.
¡Comed, comed, sin medida! Luego, hablando fue prolijo:
les advirtió de estrecheces que habrá carencias, les dijo,
y puede que las pensiones no alcancen ni para un higo.
En ésta ya estaban todos masticando a dos carrillos,
agarrando con las zarpas longanizas y chorizos,
escupiendo pal costau y empinando del buen vino.
Viendo pues, El Mío Cid, el romance sin sentido
pidió su plato de gachas y se puso... como el quico.
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PER ABBAT DICE:
"El romance os fue leído.
¡Dadnos, pues, vasos de vino!
Si es que no tenéis dineros,
llevad prendas al empeño,
y lo que os den ¡a beberlo!"
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Etc., etc., etc.....