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sábado, 10 de septiembre de 2016

Septiembre2016/Miscelánea. 210 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE JUAN ANTONIO PELLICER Y PILARES

El día, 10 de septiembre de 1806, moría en Madrid el gran polígrafo encinacorbero, don Juan Antonio Pellicer y Pilares
JUAN ANTONIO PELLICER Y PILARES
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NOTA SOBRE EL AUTOR

JUAN ANTONIO PELLICER Y (SAFORCADA) PILARES (1738-1806) nació en Encinacorba (Zaragoza), estudió en Alcalá de Henares, donde se graduó como bachiller en Cánones y Leyes, e ingresó en 1762 como «tercer escribiente» en la Biblioteca Real. Allí recibiría unos años más tarde el encargo de culminar, junto con Tomás Antonio Sánchez y Rafael Casalbón, la revisión y ampliación de la Bibliotheca hispana nova (1672) del bibliógrafo Nicolás Antonio (1617-1684), un repertorio de escritores españoles desde 1500. La tarea se prolongó a lo largo de dos décadas, y los dos volúmenes de la edición refundida vieron finalmente la luz en 1783 y 1788. Dicho proyecto reflejaba fielmente el impulso ilustrado por los estudios bibliográficos y la naciente historia literaria. Además, en Pellicer, ese espíritu secular de fervor cartográfico y acumulación de saberes dio lugar, por un lado, a una destacada trayectoria como cervantista (publicó en 1797 una edición crítica del Quijote y en 1800 una Vida de Miguel de Cervantes Saavedra) y, por otro, a la compilación de un Ensayo de bibliotheca de traductores españoles (1778). Dicha obra, cuyo título indicaba en el siglo XVIII el adelanto de una obra en curso -y en el XXI plantea la duda sobre la posibilidad de su conclusión-, reúne dos libros en apariencia muy diferentes. En efecto, al catálogo de traductores anteceden unas «noticias literarias», ajenas al contenido anunciado y de mayor extensión en número de páginas, sobre los hermanos Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola y sobre Miguel de Cervantes. Sin embargo, las «biografías literarias» de estos tres autores del Siglo de Oro desarrollan lo contenido de modo más breve en las entradas dedicadas a los treinta y seis traductores: datos biográficos entreverados con la rigurosa descripción de sus obras. En realidad, Pellicer sigue una concepción clásica de la historia literaria en la cual el traducir se inscribe como actividad de pleno derecho, no como ejercicio subalterno y parasitario: «estas traducciones... arguyen el gusto y laboriosidad de nuestros Españoles, y la diligencia con que aprovechaban a su nación, y enriquecían su lengua». Pellicer murió en Madrid sin poder concluir su «biblioteca». El proyecto fue retomado un siglo más tarde por Marcelino Menéndez Pelayo, quien tampoco pudo verlo publicado como libro: la Biblioteca de traductores españoles se editaría cuarenta años después de su muerte. Sobre el ambiente intelectual de la época, véase José Cebrián, Nicolás Antonio y la Ilustración española, Kassel, Reichenberger, 1997, que contiene además un capítulo sobre Pellicer. También puede verse Antonio Marco García, «Sobre el Ensayo de una bibliotheca de traductores españoles de J. A. Pellicer y Saforcada», en F. Lafarga (ed.), La traducción en España (1750-1830), Lérida, Universitat de Lleida, 1991. [JUAN GABRIEL LÓPEZ GUIX]