El día, 10 de septiembre de 1806,
moría en Madrid el gran polígrafo encinacorbero, don Juan Antonio Pellicer y
Pilares
JUAN ANTONIO PELLICER Y PILARES
NOTA SOBRE EL AUTOR
JUAN ANTONIO
PELLICER Y (SAFORCADA) PILARES (1738-1806) nació en Encinacorba (Zaragoza),
estudió en Alcalá de Henares, donde se graduó como bachiller en Cánones y
Leyes, e ingresó en 1762 como «tercer escribiente» en la Biblioteca Real. Allí
recibiría unos años más tarde el encargo de culminar, junto con Tomás Antonio
Sánchez y Rafael Casalbón, la revisión y ampliación de la Bibliotheca hispana
nova (1672) del bibliógrafo Nicolás Antonio (1617-1684), un repertorio de
escritores españoles desde 1500. La tarea se prolongó a lo largo de dos
décadas, y los dos volúmenes de la edición refundida vieron finalmente la luz
en 1783 y 1788. Dicho proyecto reflejaba fielmente el impulso ilustrado por los
estudios bibliográficos y la naciente historia literaria. Además, en Pellicer,
ese espíritu secular de fervor cartográfico y acumulación de saberes dio lugar,
por un lado, a una destacada trayectoria como cervantista (publicó en 1797 una
edición crítica del Quijote y en 1800 una Vida de Miguel de Cervantes Saavedra)
y, por otro, a la compilación de un Ensayo de bibliotheca de traductores
españoles (1778). Dicha obra, cuyo título indicaba en el siglo XVIII el
adelanto de una obra en curso -y en el XXI plantea la duda sobre la posibilidad
de su conclusión-, reúne dos libros en apariencia muy diferentes. En efecto, al
catálogo de traductores anteceden unas «noticias literarias», ajenas al
contenido anunciado y de mayor extensión en número de páginas, sobre los
hermanos Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola y sobre Miguel de
Cervantes. Sin embargo, las «biografías literarias» de estos tres autores del
Siglo de Oro desarrollan lo contenido de modo más breve en las entradas dedicadas
a los treinta y seis traductores: datos biográficos entreverados con la
rigurosa descripción de sus obras. En realidad, Pellicer sigue una concepción
clásica de la historia literaria en la cual el traducir se inscribe como
actividad de pleno derecho, no como ejercicio subalterno y parasitario: «estas
traducciones... arguyen el gusto y laboriosidad de nuestros Españoles, y la
diligencia con que aprovechaban a su nación, y enriquecían su lengua». Pellicer
murió en Madrid sin poder concluir su «biblioteca». El proyecto fue retomado un
siglo más tarde por Marcelino Menéndez Pelayo, quien tampoco pudo verlo
publicado como libro: la Biblioteca de traductores españoles se editaría
cuarenta años después de su muerte. Sobre el ambiente intelectual de la época, véase
José Cebrián, Nicolás Antonio y la Ilustración española, Kassel, Reichenberger,
1997, que contiene además un capítulo sobre Pellicer. También puede verse
Antonio Marco García, «Sobre el Ensayo de una bibliotheca de traductores
españoles de J. A. Pellicer y Saforcada», en F. Lafarga (ed.), La traducción en
España (1750-1830), Lérida, Universitat de Lleida, 1991. [JUAN GABRIEL LÓPEZ
GUIX]