San Antón
UN MAR (DE SILENCIOS) PALEOZOICO
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San Antón, desde la hornacina del
peirón, atisba en su entorno mientras el impertinente gorrino hoza por salir de
tan angosto lugar. Delante tiene la fuente donde antaño bajaban las dueñas a
por agua y, rodeando la plazuela, discurría el zariche (ahora cegado) donde,
también, bebían agua las ovejas y las caballerías. Todo tenía antaño su
significado y su utilidad. Ahora, el santo ve una era de desiertos humanos y un
escaso trajín de gente por la carretera, más en verano, y casi nadie en
invierno. Arriba, en el pueblo, las casas permaneces cerradas y el punto rojo
del contador indica que hasta el frigorífico se ha apagado. Pasarán largos días
hasta que sus dueños vuelvan por el estío, por los estíos de la añoranza.
Retejarán entonces o pintarán la fachada con el objeto de mantener la casa con
el mínimo gasto… pues, los hijos y los nietos, ya no gustan del lugar ni de sus
soledades. Volverá la tierra a su silencio en un círculo permanente como cuando
aquí cubría la tierra un mar paleozoico.
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