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martes, 22 de septiembre de 2015

Septiembre2015/Miscelánea. LA CORRECTA EDUCACIÓN SEXUAL QUE NOS HURTARON

DE AYER A HOY
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La primera vez que escuché hablar de sexo en la escuela fue en clase de catecismo. Andábamos aprendiendo Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios cuando aparecen, dos de ellos, que me resultaron chocantes. Se trataba del sexto: No cometerás adulterio. Luego el noveno era, todavía, más contundente: No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que a él le pertenezca. En principio, tras consultar en el diccionario la palabra adulterio, la cosa no parecía ir conmigo. No podía ser adultero ni mucho menos (con nueve año) desear la mujer del prójimo. Tras la Primera Comunión comenzaron las confesiones rutinarias con el sacerdote del pueblo. Allí, cara a cara, te vaciabas… bueno, el cura te sonsacaba y terminabas por “confesar”. ¿Qué haces con los amigotes? ¿Os tocáis la minina? Pronto comprendí que aquello era impuro e impropio de las personas, además de un pecado mortal de los gordos. Nada más salir a la calle la primera pregunta de los amigos era… ¿le has contado lo que hicimos en el pajar de Pirulo? ¡Todos habían cantado de plano!
El sexo entró en nuestras vidas como un pecado y todos los actos relacionados con el mismo, que antes realizábamos en grupo, empezaron a ser tabú. De ahí en adelante cada uno resolvió sus asuntos en soledad… y cometiendo a sabiendas, un pecado gordo. Las confesiones siguieron hasta que fui al instituto Ibáñez Martín. En el instituto (estamos en la época franquista), ningún profesor hablaba del tema ni orientaba en ningún sentido. En los últimos cursos tuvimos un profesor muy bueno. Se trataba de Eloy Fernández Clemente (a él se lo debo todo) quien nos recomendó este libro de tan rotundo, y a la vez, de tan estrafalario nombre. Yo fui uno de los que lo compré. Lo leí, lo releí… después lo recomendé a los amigos dejándolo en numerosas ocasiones en préstamo. Cuando pasó algún tiempo y recuperé el librito se produjo una cosa curiosa. Mirando de costado el libro por la parte en que se abren las hojas, podías adivinar sin esfuerzo, dónde se encontraba el segundo capítulo por lo ennegrecidas que estaban las hojas de esa parte del libro. Se trataba del capitulo segundo. Ciertamente, todos teníamos las mismas carencias, pero a la mayoría de mis compañeros les interesaba particularmente este tema. Por fin podían leer una descripción detallada y seria de un asunto tan escabroso hasta entonces.
Murió Franco, vino la democracia y llovieron del cielo miles de revistas con desnudos y porno. Películas con desnudos…y porno. Etcéteras, con desnudos ...y porno. Realmente, en España, nunca se ha tratado con seriedad este capítulo tan importante de la educación de nuestros hijos/nietos. Y sin educación no funciona el capítulo del sexo en nuestras vidas. Hoy día, la ciencia ha dispuesto de todos los mecanismos para que una joven no quede embarazada. Sin embargo, seguimos batiendo récord de abortos. Un mal asunto, porque no hay necesidad de llegar a ello. El aborto produce dolor y frustración en la madre.
Dejamos aquí copiado el capítulo segundo del libro en el que se describe el sexo del mono desnudo, porque el sexo es consustancial al hombre y su descripción, tal como la hace Desmond Morris sigue totalmente vigente.
Hoy día, si no lo hace el colegio, la familia debe atender este tema de tanta trascendencia en la vida de todos.
Que aproveche. 
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