Así expolió la República al menos once millones en
bienes del patrimonio en 1938
Los historiadores Francisco Gracia
Alonso y Gloria Munilla detallan en «El tesoro del Vita» datos desconocidos del
expolio histórico-artístico de Negrín y Prieto
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sergi doria
Primero se envió
el oro de Moscú y luego el tesoro del yate «Vita» tomó rumbo a México para
hacer lingotes del patrimonio artístico español. Juan Negrín rubrica el primer
episodio e Indalecio Prieto el segundo. Dos líderes del PSOE enfrentados en la
guerra y el exilio. Dos iconos de la República ignorando el artículo 45 de la
Constitución de 1931: el Estado debe salvaguardar «toda la riqueza artística e
histórica del país, sea quien fuere su dueño, constituyendo el tesoro cultural
de la Nación… que podrá prohibir su exportación y enajenación y decretar las
expropiaciones legales que estimare oportunas para su defensa». «El tesoro del
Vita», exhaustiva y reveladora investigación de los profesores Francisco Gracia
Alonso y Gloria Munilla que publica la Universidad de Barcelona, sigue la
singladura del yate que cargó tesoros de las catedrales de Toledo y Tortosa,
materiales de la capilla del Palacio Real de Madrid, depósitos de la
Generalitat de Cataluña y el monetario del Museo Arqueológico Nacional de
Madrid.
Como tantas
historias tristes, la del expolio artístico por quienes detentaban la legalidad
republicana comienza en 1936, cuando Negrín crea la Caja de Reparaciones.
Dependiente del Ministerio de Hacienda, su objetivo es la requisa de bienes:
«No para protegerlos, sino para transformarlos», puntualizan Gracia y Munilla.
Frente a la política de conservación de patrimonio que encarna la Junta Central
del Tesoro Artístico cuya gestión ha sido reconocida, la Caja considera que la
compra de armamento para la guerra justifica la transformación de las obras de
arte en valor monetario. Al mando de la Caja de Reparaciones, Francisco Méndez
Aspe, el hombre de confianza de Negrín y su sustituto en el Ministerio de
Hacienda.
Lingotes de oro
El otoño de
1936, tras informar al presidente Azaña que la mejor manera de gestionar las
reservas es la banca soviética, Negrín envía 7.800 cajas de lingotes de oro a
Moscú. El segundo capítulo, el de Prieto, se desarrolla dos otoños después. A
partir de la ley de 23 de marzo de 1938, que conmina a la entrega al Ministerio
de Economía y Hacienda de las cajas privadas y depósitos en entidades bancarias
privadas, se abren en Madrid, casi cinco mil cajas de alquiler, más de un
millar de depósitos y una treintena de sobres con joyas. Gracia y Munilla
destacan «la extracción de los depósitos del Monte de Piedad de Madrid, donde
las joyas requisadas constituían la prenda de más de treinta mil operaciones de
pignoración por valor de 11,6 millones de pesetas. La mayor parte de dichas
joyas acabaría en el cargamento del Vita».
«Los bienes
embarcados en el Vita siguen constituyendo un misterio», aseguran los
historiadores, ya que cuando se realizó el envío a México no se realizó
inventario alguno de la carga. Según una lista aproximada del ugetista Amaro
del Rosal, se incluyeron cajas con oro acuñado y otros objetos valiosos
depositados por la Generalitat de Cataluña; piezas pertenecientes al tesoro
Artístico Nacional como la joyas de la capilla del Palacio Real de Madrid;
objetos de culto; parte del tesoro de la catedral de Tortosa; ropajes y objetos
religiosos de la catedral de Toledo como el «Manto de las cincuenta mil perlas
de la Virgen del Sagrario»; piezas del monetario del Museo Arqueológico
Nacional de «incalculable valor histórico».
De la requisa
numismática del Museo Arqueológico Nacional, que en 1925 contaba con 160.000
monedas, 15.000 medallas y medio millar de piezas grabadas, se encargó el
subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Wenceslao
Roces, con el concurso de Antonio Rodríguez-Moñiño. Roces retornó del exilio y
fue senador comunista en las elecciones de 1977: nunca asumió la
responsabilidad de aquellos hechos.
Negrín versus
Prieto
La carga estaba
lista para embarcar. El primero de agosto del 38, el gobierno adquiere por
cincuenta mil libras un yate de recreo anclado en Southampton y que pone al
mando del capitán José Ordorika. Botado en Kiel en 1931 con el nombre de
Argosy, el yate fue rebautizado como Vita. Su destino era México y quedar a
cargo de los colaboradores de Negrín. Comenzaba otra guerra entre republicanos,
esta vez, por el tesoro del Vita. Negrín versus Prieto. Gracias a un pacto con
el presidente Lázaro Cárdenas, Prieto se quedó con el tesoro que se descargó en
Tampico. Su idea, explican Gracia y Munilla, «era convertir los materiales en
fondos corrientes». Cárdenas permitió a Prieto desmontar y fundir las joyas
para venderlas al Banco de México. Entre 1939 y 1941 se transformó patrimonio
por valor de once millones de pesos mexicanos y otra parte de las obras de arte
se vendió en EE.UU. Entre afinación de metales preciosos e impuestos, la
Hacienda mexicana se quedó con un tercio del líquido recibido, apuntan los
historiadores. Otra lectura, descarnadamente pragmática y poco romántica, de la
generosidad de Cárdenas con el exilio republicano.
«La historia del
Vita es un cúmulo de despropósitos. Un reflejo penoso de los enfrentamientos
políticos que condicionaron en gran medida la derrota en la Guerra Civil y el
agotamiento de la política republicana en el exilio como núcleo de resistencia
a la España de Franco». Pero lo más grave, concluyen Francisco Gracia y Gloria
Munilla, es «hasta dónde pueden llegar, en primer lugar, un gobierno y
posteriormente quienes se arrogan la representación de la legitimidad legal en
el empleo y la conversión económica del patrimonio histórico-artístico de un
Estado en beneficio privado y sin rendir cuentas por ello. Precedente
peligroso».
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