En todas las culturas, desde el neolítico, la primavera a tenido una especial relevancia. La primavera es germen, es origen y es el nacimiento de lo que serán los frutos de la tierra y los pastos del ganado. El hombre buscaba puntos de especial relevancia para la fertilidad y en este sentido, los romanos ya destinaron, también, una diosa para la primavera. Esta diosa se llamaba Maia y en la Edad Media, los cristianos volvieron a esta fiesta pero, ahora, bajo la tutela y advocación de la Virgen María. Mayo, en nuestra cultura judeo/cristiana, ha sido siempre el mes de María y el mes de las flores. Hoy día apenas se celebra como fiesta religiosa popular, aunque la Iglesia sí que lo hace pero de forma más contenida. Aquí, en la iglesia de San Salvador de Teruel, está expuesta esta talla moderna y aunque su valor artístico no es mucho, sí que lo tiene, y mucho, su entorno. La llamada iglesia del Salvador puesta en valor sería de gran atractivo turístico. Me atrevo a decir que es una iglesia muy destacada dentro del llamado barroco aragonés.
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"Con flores a María..." cantábamos en la escuela.
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Arriba en el camarín del retablo, el Cristo de las Tres Manos.
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El coro tiene un extraordinario órgano.
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