LA LEYENDA DE "EL BUCO" Y EL CASTILLO DE
PERACENSE
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Nadie sabe a ciencia cierta porque
sobrevivió el castillo de Peracense al maléfico conjuro mágico de El
Buco; en aquellas terribles circunstancias prisionero del señor del castillo de
los Ares. Esta versión que aquí relatamos, recogida de la tradición popular, es una de las tantas que circulan. Pero, también hay quien señala que el
castillo se libró de su destrucción, de un destino irremediable, gracias a la
providencia divina.
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Cuentan las gentes de la redolada
(Almohaja, Rodenas, Pozondón, Peracense y Villar del Salz) que, en el tiempo en que
señoreaban estos lares los descendientes de los druidas, dominaban los cielos
las hijas de las brujas y los hombres estaban sometidos a el poder y al
capricho de unos y de otras, sucedieron estos hechos, cuya transcendencia ha llegado a
hasta nuestros días.
Todo comenzó un día en el que el
señor de este pequeño castillo, que poseía en usufructo una saga familiar llamada de
los Ares, yendo camino de Albarracín para prestar vasallaje al señor Azagra
dueño de estos territorios, topó con el biznieto de un druida en una paramera del
camino que va de Pozondón a Monterde. El brujo le cortó el paso en seco y le
dijo: no te dejaré pasar y no serás nunca caballero si no me haces señor del
castillo de Peracense. Era el castillo de Peracense propiedad del señor de Daroca
y, sabedor el de los Ares, que la impresionante mole era imbatible, sospechó de
las taimadas intenciones del druida. Por tal razón, mandó a su séquito
prenderlo.
De vuelta al castillo el señor de los Ares, ya
caballero, encerró al druida en una
singular torre cuya majestuosidad todavía puede verse. A esta torre, por haber
tenido prisionero al druida que, además de unas blancas y luengas barbas
portaba el bastón mágico y un caperuz del que se proyectaban unos cuernos de
macho cabrío, se le llamó “Torre del Buco”.
Allí permaneció el druida día tras
día sin poder librarse de las cadenas
con las que lo tenía prisionero el de los Ares. Pero, no para siempre. El señor
del castillo sabía que un día no muy lejano, tornarían los poderes del druida y
ese día sería temible. Pronto se acabó la primavera y, en llegando el solsticio (24 de junio), tornaron al druida todos sus poderes mágicos.
Fue en la noche de San Juan cuando
todas las fuerzas de la naturaleza se desataron. Aquella noche El Buco rompió
sus cadenas y elevándose sobre los cielos fue a posarse sobre la montaña
sagrada de San Ginés. La luna se eclipsó y, bajo la oscuridad de la noche, se
extendieron pretas y abigarradas nubes de tormenta que se precipitaron en forma
de granizo y lluvia haciendo desbordarse el barranco Cardoso y arrasando ganados, parideras y caseríos.
A la hora de la media noche El Buco
elevó su vara poderosa y mágica e, invocando al maligno, dijo: ¡Qué el castillo de Peracense sea destruido y que la
maldición caiga sobre el de los Ares!
Dada la oscuridad reinante, la
tormenta y las precipitaciones, sucedió que las brujas de Jabaloyas que esa
noche volaban al akelarre del Moncayo, decidieran
posarse momentáneamente, para descansar y reorientarse, en el castillo de
Peracense.
Entonces sucedió algo espectacular.
Las brujas, al escuchar el maleficio del druida extendieron sus capas
protectoras y libraron al castillo de su destrucción. Todo aquello que no quedó
bajo sus capas quedó convertido en inmensas moles de piedra arenisca roja que,
con el tiempo y la erosión, fueron formando un paisaje fantástico y
fantasmagórico.
De la misma manera, El Buco quedó
petrificado por el Altísimo como castigo por su maldad y, en la misma piedra que muestra su
silueta, quedaron grabados los “botones” símbolo de su primigenio poder.
El señor de los Ares, tras aquella
noche de terror, abandonó para siempre el castillo maldito. Desde entonces, el castillo
del señor de los Ares se fue erosionando con el paso de los siglos hasta llegar
a la situación actual y nunca después fue habitado.
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