LA VIEJA ACACIA DE VILLARQUEMADO
VIVENCIAS
Año 1960 Un niño de 10 años viaja
en tren desde Monreal a Teruel. Va a realizar sus exámenes de bachillerato.
Asomado a la ventanilla del viejo tren (“chispa” era como le llamaban) contempla
el verde prado de Villarquemado con sus grandes vacadas. Entre sus sueños está
el llegar a ser un día un buen periodista.
Año 1976 (16 años después) Ese mismo año, el
niño que veía a Villarquemado desde el tren, llega al pueblo de maestro. Su
sueño se había hecho realidad en otra profesión. ¿Qué mejor periodismo que el
que sabe transmitir noticias a los niños/as? Cualquiera se sentiría feliz
transmitiendo el saber y trabajando en su educación.
Año 1997 (21 años después) Muchos años de
vivencias. Muchas buenas… algunas malas. Entre las últimas, la falta de muchas
personas, que ya no están aquí, y que, durante años, a ese niño que veía a
Villarquemado desde el tren, le brindaron su amistad, su hospitalidad, su
confianza… Esa lista de personas, larga para enumerar, era el más claro ejemplo
de la hospitalidad de las gentes del pueblo que el niño contemplaba desde el
tren. Siempre se encuentra uno a gusto hablando con una persona mayor.
Conversar es transmitir y para conocer bien la historia de un pueblo hay que
hablar con las personas mayores.
Siempre me han enseñado cosas y
siempre he tenido un gran respeto por el saber de los mayores.
No quiero pasar por alto una de mis mejores
vivencias.
Sucedió en el mes de Marzo, acercándose la
primavera, cuando la noche y el pueblo parecen dormidos. Sentado sobre la
fuente, junto a la vieja acacia, escuché el sonido de cornetas, bombos y
tambores.
- ¿Qué es ese ruido? –me preguntó
la vieja acacia
- Es el misterio de la Semana Santa, de lo que
representa y expresa, de su significado. Es el sonido de la Pasión.
-¿Por qué no me lo explicas un poco?
-¿Por qué no me lo explicas un poco?
- Querer explicar esto con palabras es muy
difícil para mí. Hay muchas personas que explicarían mejor la Semana Santa que
yo. En realidad yo no sé explicarlo. Sólo puedo decirte que las vivencias y sentimientos
de la Semana Santa están en el interior de las personas .Yo te puedo hablar de
vivir y sentir. De vivencias y sentimientos.
- ¿Qué pasa por la mente de quienes ven y
sienten el paso de la cofradía? ¿Qué pasa por la mente del cofrade, sea pequeño
o mayor? -volvió a preguntar la vieja acacia.
- Creo que las respuestas a tus preguntas
volverían a formar parte del misterio. Yo sólo te diré, como espectador, puesto
que cofrade no he sido, que las fibras más sensibles del cuerpo reaccionan ante
la expresión visual y sonora, que tanto significado encierra y que por eso se
le dignifica. Está claro que el rito de la Semana Santa se abre al que lo
contempla y lo envuelve en su rito misterioso.
- ¿Y todo eso lo sientes tú?
- Claro que sí. Aunque, si te digo la verdad, el verdadero sentimiento lo veo en los cofrades. Ellos sí que transmiten el sentir de la Semana Santa. Gracias a su tesón, a su empeño y a su ilusión, la Semana Santa adquiere una mayor devoción y un mayor recogimiento. Ahora, por ejemplo, el sonido de los tambores me hace pensar, sentir,…es algo difícil de explicar.
- Claro que sí. Aunque, si te digo la verdad, el verdadero sentimiento lo veo en los cofrades. Ellos sí que transmiten el sentir de la Semana Santa. Gracias a su tesón, a su empeño y a su ilusión, la Semana Santa adquiere una mayor devoción y un mayor recogimiento. Ahora, por ejemplo, el sonido de los tambores me hace pensar, sentir,…es algo difícil de explicar.
- ¿Tú qué consejos les darías a los cofrades?
-Yo no soy quien para dar consejos, pero sí que les pediría que no cejaran en su empeño, que hicieron de su esfuerzo el ejemplo de gentes sencillas, amables y hospitalarias que yo he conocido y que caracterizan a las gentes de este pueblo.
-Yo no soy quien para dar consejos, pero sí que les pediría que no cejaran en su empeño, que hicieron de su esfuerzo el ejemplo de gentes sencillas, amables y hospitalarias que yo he conocido y que caracterizan a las gentes de este pueblo.
- ¿A ti te gustan las
tradiciones?
- Yo amo las tradiciones y desde
aquí me gustaría lanzar un mensaje al aire de Villarquemado:
Que resuenen
cornetas, bombos y tambores,
que se inunden las
calles de sus sones,
que sean sus propias
gentes
las que creen
tradiciones…
Creo que sois el
espejo
de nuevas
generaciones,
creo que sois el
ejemplo
de pequeños y
mayores.
Que hablen de sus
vivencias
que hablen con los
tambores,
que hablen las buenas
gentes
los pequeños y
mayores,
del tesón de los
cofrades
de su empeño e
ilusión.
-¿Conoces tú a los cofrades? ¿Los
has escuchado? –me preguntó un poco confusa al ver salir mi vena poética.
-¿Qué si los conozco? –le respondí.
Escucha:
-¿Qué si los conozco? –le respondí.
Escucha:
“Yo los conozco y los
oigo
como oigo el rumor
del viento,
el murmullo de las
aguas
o el silencio del
desierto.
Como un rayo de luna
tan pronto asoma en
el cielo
en una noche
estrellada
nos saludan con sus
ecos…
Y en sus sones que se
escapan
por los llanos y los
cerros,
hay algo de
misterioso
de oración y
sentimiento.
Si por siempre
enmudecieran
¡qué tristeza en este
pueblo!
¡Qué silencio en las
iglesias!
La Semana Santa ha
muerto!
Pero si por el
contrario,
la Semana Santa vive
y aumenta la
tradición,
dad gracias a los
cofrades,
que pusieron ilusión,
y con su tambor al
cielo
gritaron con corazón:
¡Viva el Cristo del
Consuelo!
que junto a las
buenas gentes
son emblema de este
pueblo.
La vieja acacia se quedó un poco
sorprendida, casi diría que hasta se había emocionado. Los tambores habían
dejado de sonar. Empezaba a hacer frío y me metí en mi casa. Días después, un
grupo de amigos cofrades me pidieron que hiciese el Pregón de la Semana Santa.
Salí, como otras noches, a escuchar los tambores, sentado en la fuente junto a
la vieja acacia.
- Me han pedido que haga el
pregón –le comenté– y lo malo es que no sé qué decir.
- Habla de tus vivencias y
sentimientos. Cuéntales lo que me contaste a mí la otra noche –me dijo.
Y así lo hice.