LA CIUDAD LABORIOSA
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Desde la formación de la villa de
Teruel se ha tenido conciencia de las condiciones orográficas y climáticas de
Teruel y su Comunidad de Aldeas. En un entorno de los 1.000 metros de altura
sobre el nivel del mar, el ciclo vegetativo, naturalmente, es corto. Por todo
ello se preguntó el turolense, qué hacer durante el largo invierno. La
respuesta fue acertada: manufacturas. Las familias turolenses contrataban en
septiembre la tarea para el invierno. Durante todo ese tiempo de días cortos y
noches largas en el entorno del hogar, se trabajaba en multitud de tareas que
tenían salida en el mercado levantino, sobre todo: trapos, tintes, barraganes,
bayetas, bucardos, cordellates, cobertores, cubrecamas, devantales, estameñas,
estambrados, gaboncillos, lienzos, mantas, rajas, rasillas, paños velartes,
sarjas, servilletas, sombreros, tapetes, terlices, valones, varados,
alpargatas, cordelería, sogas, yeso, martinetes, albardas, bolsos, botos,
correeros, curtidores, guanteros, pellejeros, zapateros, zurradores, albañiles,
canteros, carpinteros, cuberos, escultores, torneros, alfareros, cántaros,
tejas, agujas, caldereros, carderos, cerrajeros, coraceros, cuchilleros,
doradores, escopeteros, herradores, herreros, lanceros, plateros, sarrateros,
imprenteros, cereros, chocolateros y jaboneros. (A. Peiro). Como los tiempos han
cambiado y la manufactura desparecido, el turolense ve llegar el buen tiempo de
abril y, sin embargo, el lento movimiento de la naturaleza que hasta el 30 de
abril cumplido no estará en su apogeo. Esto tiene una solución, bajarse a los
viveros de Daniel Martínez y comprar ya la flor abierta. Con unos pocos euros
se pone uno el jardín como si ya fuera mitad de mayo. Con esta “operación maceta”
le hemos ganado un mes a esta naturaleza turolense, de primaveras tan frescas.
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