PLAZA DEL CACIQUE BUENO
El día 5 de marzo conmemoran en Zaragoza la Cincomarzada. Una
fiesta en la que el pueblo de Zaragoza supo rechazar el ataque de los carlistas
que provenientes del Maestrazgo turolense pretendían con el apoyo interior
hacerse con esta importante plaza.
Sin embargo, en Teruel, no conmemoramos ninguna fiesta de
este estilo. Se asegura que Teruel fue la ciudad más liberal de España tras
Cádiz. La razón de que Cádiz fuera la primera estriba en que en ella se aprobó la
Constitución del 12. Teruel, por el contrario, estando en el epicentro del carlismo, nunca fue conquistada y eso que los ataques fueron furibundos. Testigo
de estos hechos fue la Plaza de la Libertad, en la que un monolito recordaba a
los “Héroes de la Libertad”. Pero, como no hay Memoria Histórica o es selectiva, dicho
monumento no se restablecerá.
Junto a los liberales, en Teruel había también, carlistas y caciques. De estos
últimos había BUENOS y MALOS y, desde luego, más malos que buenos. Como ejemplo de
cacique bueno tenemos a Carlos Castel titular de la Plaza del Torico y poco recordado a pesar de los méritos que le adornaron. Aquí va un pequeño apunte de su vida:
Carlos Castel y González de Amezúa
(1837-1927)
(El hijo del de Cantavieja)
Hijo adoptivo y predilecto, lleva su nombre, la Plaza del
Torico de Teruel.
Diputado en Cortes Generales.
Abogado del Colegio de Madrid.
Subsecretario de Instrucción Pública.
Director General de Obras Públicas.
Director General de Agricultura, Minas y Montes.
Caballero Gran Cruz de Isabel la Católica.
Promovió la construcción de la Escalinata, el Viaducto y la
traída de aguas a Teruel capital.
Inició el expediente para declarar Patrimonio Nacional las
torres de El Salvador y San Martín.
*
MURIÓ POBRE
La provincia era pobre y él la mimetizó. Pobre y rota por las
guerras civiles del siglo XIX, sin embargo, no sabía que el siglo XX la iba a
destrozar aún más. Su Torico, el Torico de su plaza, acabó por los suelos pero
el bronce de sus entrañas resistió. Resulta enternecedor recordar que Carlos
Castel y González de Amezúa que ostenta, en la actualidad, el honor de dar
nombre a la Plaza del Torico de Teruel, muriera pobre. Un familiar tuvo que
pagar su entierro, porque sus deudos más allegados no tenían dinero. Un
político, un hombre con tantas medallas y títulos, pero sobre todo, un hombre
de derechas (¿a quién asombra?) cómo pudo acabar así. Él, que había sido
magnánimo y que había acudido en socorro de su provincia entregando en sufragio
del necesitado parte de su dinero, ¿no es enternecedor ver, en los tiempos que
ahora corren, que acabara pobre? Esto sucedió en 1927, a escasos 10 años de que
unos españoles mataran a otros españoles, porque pensaban que los ricos les
quitaban el pan de la boca. No era el caso de nuestro magnánimo representante
político en el Congreso de los Diputados de Madrid. Por ello, por su honradez
manifiesta, por su generosidad probada, los turolenses colocaron su nombre a la
plaza más importante de la ciudad. Sería deseable que los turolenses (que los
políticos turolenses) recordaran más a menudo esta figura singular de nuestra
historia y tomaran nota. La honradez bien merece una plaza.