LAS GUERRAS CARLISTAS
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Llega el siglo XIX a España y con él
comienza la Edad Contemporánea. Quiere decir esto que, a partir de ese momento,
el pueblo será el protagonista de la historia. Desde luego los avances son
lentos y todavía hoy, principios del siglo XXI, no está nada claro que el
pueblo haya alcanzado el protagonismo que se merece y que debe.
Los primeros pasos son la lucha
contra el invasor por defender la patria, el pueblo se alza en armas y es
protagonista, por fin, de su destino. Goya lo retrata magistralmente.
El segundo paso indudable hacia la
modernidad es la aprobación de la Constitución de Cádiz (19 de marzo de 1912).
El rey ya no es soberano si no que, la soberanía, reside en el PUEBLO.
Los siguientes pasos aunque
lentamente van consumiendo el siglo. La formación de un parlamento, las
elecciones, la formación del ejército popular en tiempos de Isabel II. La
proclamación de la I República…
Los que construyen este modelo se
llaman LIBERALES. El liberalismo si que es un verdadero movimiento romántico y revolucionario.
Por el contrario hay otro movimiento
que intenta socavar estos principios y este proceso, se trata del CARLISMO.
Su lema es DIOS, PATRIA Y REY y,
también el de: TRONO Y ALTAR. Es pues un movimiento contrarrevolucionario que
intenta la superveniencia del VIEJO RÉGIMEN.
Las Guerras CARLISTAS no tienen nada
que ver con el romanticismo. El romanticismo es un movimiento revolucionario
que nace como consecuencia de racionalismo del siglo XVIII y pretende acabar
con el viejo régimen. El ejemplo es Francia y, su instrumento, la guillotina.
La idea básica es arrasar todo lo que
tenga algo que ver con el viejo régimen y se aniquila, sin compasión, a las
personas y a las cosas que evoquen la monarquía absoluta. Por eso el
romanticismo en el arte gusta de los cementerios y de las ruinas cubiertas de
yedra.
El romanticismo político ha pervivido
hasta nuestros días y en nombre del pueblo ha aniquilado, ha hecho tabla rasa
con personas, instituciones y bienes. La revolución bolchevique o el nazismo
son ejemplo de ello.
El romanticismo en el arte hace mucho
tiempo que se superó, sin embargo, en la política todavía tiene su pervivencia.
La revolución romántica, hoy, intenta
acabar con instituciones como la familia o la propiedad privada. El movimiento
okupa pretende sustituir la familia por la comuna… etc., etc.
Ramón Cabrera terminó sus días reconociendo
la restauración borbónica de Alfonso XII y casándose con una rica heredera
inglesa. Hay que reconocer que él, tampoco a esas alturas era pobre. Las guerras
mueven mucho dinero.