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domingo, 14 de marzo de 2021

Marzo2021/Miscelánea. LOS DOMINICOS EN EXTREMO ORIENTE (QUINIENTOS AÑOS DE CULTURA ESPAÑOLA EN ASIA)

QUINIENTOS AÑOS EN FILIPINAS

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El día 16 de marzo de 1521 Fernando de Magallanes y sus hombres llegaron a un nuevo archipiélago que llamaron San Lázaro. Se trataba de las actuales Filipinas, que nunca antes habían sido avistadas por ningún europeo.

Dentro del proceso de colonización de esas islas, más de 7.000, y también de la parte continental, China, Camboya, etc. tuvieron un papel relevante los Dominicos. Aragón aportó su grano de arena a este proceso culturizador y cristianizador (San Joaquín Royo de Hinojosa de Jarque, por ejemplo). Ahora, en la actualidad, esta parte del mundo se ha convertido en el epicentro de la política, la economía y pronto de la cultura mundial. El mantener los lazos (sinergias) creados es fundamental para España que bien podría posicionarse adecuadamente en la zona.

Por esa razón, lo primero que tenemos que hacer es conocer el “trabajo”… las “peripecias” de los españoles en esas lejanas tierras. Por esa oportuna razón este año hemos editado un cuaderno con la biografía del Padre Silvestre Sancho Morales, natural de Encinacorba y Superior de la Provincia del Rosario en Filipinas.

Los Dominicos, grandes predicadores, sin embargo, no han sabido trasladar a la opinión pública la ingente labor desarrollada en esa zona del mundo. Convendría, pues, poner negro sobre blanco el papel de los Dominicos en la cristianización y culturización europea de Filipinas. Ellos crearon la primera y más grande de las universidades de Asia. La Universidad Católica de Santo Tomás de Aquino.  ¡Casi nada! 

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Diego de ADUARTE: Historia de la Provincia del Santo Rosario de Filipinas, Japón y China del Sagrado Orden de Predicadores.

Primera parte, Manila: Colegio de Santo Tomás, por Luís Beltrán, 1640.

Volvió a publicarse en Zaragoza en 1693, cuando salió a luz la Segunda Parte de la crónica de la provincia dominicana, de mano del padre Santa Cruz. Existe una edición moderna, con una breve introducción, pero sin anotaciones, llevada a cabo por Manuel Ferrero, OP (Madrid: CSIC, 1962), en dos gruesos tomos.

Es ésta una de las grandes obras de la historiografía filipina desde cualquier punto de vista. A pesar de que incurre de vez en cuando en esa adjetivación devota que tanto choca al lector de hoy, es una obra indispensable, no sólo para conocer los entresijos del proceso de evangelización en el archipiélago, sino porque contiene numerosas informaciones acerca de las costumbres del los indios del centro y norte de Luzón, la expedición española a Camboya, las peripecias de la colonia española en Formosa y una gran cantidad de anécdotas sobre variados personajes contadas con verdadero arte y gracia. Su autor fue, además, protagonista de la mayoría de los hechos que narra, por lo que es una crónica de gran veracidad.

Su autor nació hacia 1570 en Zaragoza. Cuenta el padre Ocio, un tanto legendariamente, que el joven Aduarte, en 1586, se encontró en el convento dominico de Santa María de Alcalá de Henarés al futuro tagalista Francisco de Blancas San José, OP, y que esté lo convenció a tomar los hábitos de la orden. Partió en 1594 para Filipinas y fue uno de los pocos supervivientes de la misión ya que muchos murieron en la travesía. Llegó a Manila en 1595 y enseguida se le encomendó la evangelización de los sangleyes. Al año siguiente participó en la expedición de Camboya, auspiciada por el gobernador Luís Pérez Dasmariñas, donde tuvo, al parecer, un comportamiento heroico. Volvió a Manila, pasando por Malaca, y fue destinado de nuevo al ministerio de los sangleyes. En 1598 se le ordenó integrarse en la misión de Bolinao, pero no tuvo tiempo de incorporarse porque participó en la segunda expedición a Camboya, en 1598. Tras la jornada, y tras un sinfín de adversidades climatológicas que lo forzaron a para en Macao, Malaca, Ceilán e India, volvió a España con la intención de reclutar a nuevos misioneros para Filipinas. En 1606 llegó a Filipinas exitosamente con estos jóvenes dominicos y fue ordenado Prior del convento. En 1607 volvió a España, donde permaneció diez años para tratar ciertos asuntos en la Corte. Acompañó a una tercera misión hasta México y volvió de nuevo a España. En 1628, se le fue encomendando el obispado de Nueva Cáceres, que ejerció hasta su muerte, acaecida probablemente hacia 1636. Escribió además varios martirologios sobre sus compañeros de orden en Japón, cartas, relaciones y una hagiografía de fray Mateo de Cobisa, misionero en Formosa, cuyo paradero desconocemos.

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