MALVERSACIÓN
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La
malversación, también conocida como desfalco, es un delito de apropiación
indebida o administración desleal que solo puede ser cometido por un empleado o
cargo público en el ejercicio de su cargo.
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“Si de mí dependiera no saldría de la
cárcel hasta que no devolviera todo el dinero robado”. No es extraño escuchar
esta frase en tertulias públicas. Pero,
la triste realidad, es que nunca
devuelven el dinero y la cárcel apenas la pisan. Aún más, con la nueva ley, se
ven reducidas sustancialmente la pena de cárcel. Es opinión general y de
acuerdo con la frase popular, arriba escrita, que la mayor preocupación e
irritación que produce en la masa social la malversación es el hecho de que no
se devuelva el dinero robado al erario público. Que, a fin de cuentas, es el dinero de todos.
Un efecto colateral que se produce
con estas disparatadas “leyes” es que en el ciudadano ocasionan una tremenda desazón
el hecho de que los políticos y potenciales malversadores nos digan que, no
pagar impuestos es: insolidario, injusto, antisocial…
Porque Robin Hood, Curro Jiménez, o
El Tempranillo, ideológicamente han muerto. Estos malversadores políticos actuales roban al pueblo para
dárselo al rico (un presidente de comunidad autónoma cobra en torno a los 100.000 euros anuales). La mayor masa monetaria de nuestros impuestos sale de las
clases medias. ¿Y, a donde van a parar cuando se malversan? Huelga decir que no van a los pobres (jajaja)… En el
mejor y más suculento de los casos van a mariscadas o para “asar una vaca”.
En mi caso en particular me “cabrea” (siendo moderado) este tipo de correcciones del Código Civil que nos aproxima a las repúblicas bananeras.
Compete a los españoles corregir el rumbo y enderezar el tiro. Si no fuera así. El desastre está asegurado. Pues, por la misma razón y causa, deberían reducirse las penas que conlleva el delito fiscal.