Vistas de página en total

domingo, 13 de noviembre de 2022

Noviembre2022/Miscelánea. LA CALLE DE LAS VÍRGENES EN EL RABAL ( LEYENDAS TUROLENSE)

LA CALLE DE LAS VÍRGENES

(Athalia y Michelle)

Vivía en la judería de Teruel, allá por el siglo XIII, un hombre muy rico pero muy, muy avaro. Cierto día le dijo a su mujer, mira, nos vamos a vivir al Rabal porque allí se pagan menos impuestos al rey (los judíos eran llamados cofres del rey). Luego de regatear varios meses con el propietario de una casucha vieja y desvencijada y, luego de vender la propia por un alto precio, fueron a habitar  la casa situada en una callejuela que sale de la calle Mayor y va a parar a la Plazuela del Rabal.

Allí asentaron plaza y tuvieron una hija muy hermosa, a los dos años, poco más o menos, volvieron a tener otra hija igual de bella que la primera. Dijo el judío, no voy a tener más hijos porque todos me salen mujeres y no tendré quien me herede.

Otro día dijo el judío a su mujer, no casaré a mis hijas porque no podemos pagarles la dote. La madre no dijo nada sabedora de la proverbial avaricia del marido.

Las hijas, que como hemos dicho eran muy bellas ya de niñas, jugaban en la calle Mayor, en la Placeta, en la Eras del Capitán y en los Arreñales del Portillo con otras niñas  de su edad. Las niñas, a pesar de su belleza, se distinguían por su delgadez y los harapientos ropajes que vestían.

Cierto día pasó por allí una dama turolense de mediana fortuna que al ver a las niñas quedó prendada de ellas por su hermosura y, espantada por la pobreza en la que vivían. Habló con sus padres y se comprometió a darles, ropa, comida y una educación  que realzara su natural belleza. Les enseñó a leer, a  escribir y les proporcionaba lecturas sagradas a la par que las introducía en los principios del cristianismo. Las niñas, sin darse cuenta, crecieron en la fe cristiana y con el tiempo llegaron a hacer votos de pobreza y castidad, aunque nunca entraron en  un convento.

El padre nada decía con tal de no gastar dinero. Pero, además, se puso muy contento al conocer el voto de castidad de las niñas pues, de esa manera, las niñas no se casarían y no tendría que pagar la dote del matrimonio.

Las niñas que crecían día a día en belleza y en educación eran cortejadas por numerosos jóvenes de buenas familias turolenses. Más ellas decían que no podían casarse porque habían hecho votos de castidad.

Las gentes del Rabal hablaban del caso de las niñas y se compadecían de su situación. Por esa razón comenzaron a llamar a la casa y a la calle: de las Vírgenes.

Pasado un tiempo murieron sus padres y las ya jóvenes doncellas eran apetecidas y envidiadas por muchos. Luego eran odiadas por los cristianos por ser judías y por los judíos al saber que habían abandonado su credo y tomado el de Cristo. El hermetismo de las jóvenes dio lugar a todo tipo de pábulos, insidias y acusaciones heréticas.

Avisadas las autoridades religiosas quisieron hacer con ellas un Auto de Fe. Sin embargo, al acudir con antorchas, sambenitos, horca y corbellas a la puerta de su casa y llamar, solamente respondió el silencio. Finalmente rompiendo la puerta las encontraron muertas en el lecho sin aparentes signos de violencia física.

De sus bocas salía un hilillo de un brebaje negro y pestilente. Habían muerto defendiendo los votos que de niñas habían jurado.

Esto ocurrió en las calle de las Vírgenes del Rabal turolense en los años en que la Virgen del Rosario se apareció a Santo Domingo de Guzmán y le entregó el rosario.

***
**
*