BIENES PROTEGIDOS
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Los bienes patrimoniales de una Nación
o de un Estado pueden estar protegidos o no. En el caso de estar protegidos
quien ha decidido dicha protección son los poderes del Estado, bien a instancia
de terceros o bien por propia iniciativa. La protección no afecta a la
propiedad o no tiene porque afectarle. Lo que el Estado determina es que ese
bien tiene un valor intrínseco y por tanto debe preservarse para las generaciones
venideras, al menos, en el estado en que se encuentra en la actualidad.
En Aragón el nivel más alto de
protección es el de BIC (Bien de Interés Cultural). El problema se plantea
cuando el propietario del bien, ya sea público o privado, no lo atiende
debidamente, es decir, no lo preserva en buen estado de cara al futuro.
Se dan multitud de casos en los que
el Estado (central autonómico, etc.) ha declarado un bien patrimonial protegido
y no atiende a las obligaciones que él mismo se ha impuesto de protegerlo. Por
ejemplo, todos los castillos y ruinas de los castillos de España están declarados
BIC, es decir, que tienen la máxima protección y en la inmensa mayoría de los
casos no se atiende a esa protección.
Cuando el bien es privado le
corresponde a la propiedad hacer frente al costo de su preservación, bien en
solitario, o bien estableciendo convenios con instituciones o particulares.
En España, por su trayectoria
histórica, es la Iglesia Católica la que posee un patrimonio protegido más
abundante con diferencia. Ni el Patrimonio Nacional (proveniente de la Casa Real
Española incluido el Museo del Prado), ni las casas nobiliarias, alcanzan en
bienes protegidos al patrimonio que atesora la Iglesia Católica (solamente el conjunto
de las catedrales de España es impresionante).
La Iglesia, a menudo, tiene que
establecer convenios con el Estado, bancos o fundaciones, para acudir a
proteger tantos bienes como tiene. Sin embargo, hay algunas piezas que se le
pierden en el camino y acaban destruidas por el paso del tiempo.
Lo cierto es que España por su PIB no
es capaz de mantener por sí misma el enorme patrimonio que atesora. Y, a menudo,
se oyen quejas por determinados monumentos que acaban en ruina.