RODEANDO LA TÉRMICA
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Continuamos, río arriba, hasta la
presa de la térmica que está ya, casi colmatada. Pasamos a la margen derecha
del Guadalope y seguimos por la orilla del remanso del entibo. Por aquí, el paseo es más
amable y solamente el silencio y el recuerdo, se encuentran y se dan la mano.
Arriba, en el cielo, los buitres vuelan en círculo mientras el agua cantarina
salta entre las piedras y abre un cauce que es como el tajo de un cuchillo en la
mantequilla. Como la mañana de noviembre está despejada y ligeramente tibia, damos,
de cuando en vez, sosiego al tiempo para mirar de reojo ese enorme edificio que
se recorta en el otro costado de la superficie de agua sobre la que ya afloran
grupos de plantas. Para 1949 empezaron
los trabajos y los ingenieros suizos, que vivían en el Hotel Turia de la capital, cada día, subían hasta Aliaga, cosa difícil de entender para las gentes de aquí
en aquellos tiempos. Para 1952 ya era un mundo en movimiento y las gentes del
lugar se felicitaban por su suerte. La empresa les dotaba de todo. De esa
manera fue naciendo una dependencia que luego, para 1982, para cuando cerró, empezó a
ser dolorosa. Yo llegué aquí en el año 1982. Todo estaba en proceso de
desmantelamiento y “los cadáveres” de aquella espantada, aún perviven y
muestran sus espaldas arañadas. La propiedad pasó de ERZ a ENDESA y de ésta a ENEL. No hubo alternativa más que aquella que dice: ¡Ahí os quedáis! Fue un
duro golpe para un pueblo que tuvo nobles antecedentes y gentes principales como los Feced.
Pero, hubo que recoger los pedazos y tirar para adelante. El pueblo (la villa) que fue
cabeza de Partido Judicial y tuvo en activo hasta Registro de la Propiedad, no
es más que la sombra de lo que fue. Decenas de masadas lanzaron al mundo a sus
gentes y los que quedaron se fueron a vivir al pueblo, sobre todo, en la época
del Maquis.
Al pueblo (la villa), que tiene un verano muy
agradable, acuden geólogos, paleontólogos, excursionistas y curiosos. Quedan
asombradas, las gentes que lo visitan, ante una naturaleza que se destripa
delante de ellos en canal. Un río y unos senderos alucinantes. Una ermita,la de la
Virgen de la Zarza, ejemplo de restauración señalado por APUDEPA… y, un Ayuntamiento, que se
esfuerza por encontrar nuevos recursos endógenos con los que fijar y atraer
población. Y, es cierto que, pese a las dificultades, poco apoco van dando
pasos hacia adelante. Casas rurales, el Molino Alto, restaurantes... y una gente acogedora
reciben al visitante / turista como antaño se hiciera con el forastero: dejándole
franca la puerta. Sin duda, Aliaga, el
tercer polo del frío turolense, merece que la suerte se vuelva de su
parte y que la ayuda institucional acuda a levantar tantos proyectos como
tienen madurados.
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