Simplón y Benyto caminaron río
abajo pasando por numerosos lugares. De momento preferían la soledad y,
sobrevivían, mediante la pesca y las galimas que hacían en los huertos próximos
a los pueblos. A Simplón le fascinó Alcaine, por su espectacular emplazamiento,
por las defensivas torres llamadas “picas” colocadas en tramos de aquella increíble
cadena rocosa que aprisionaba al pueblo y por la hospitalidad de sus gentes.
Allí descansaron a cuerpo del rey sin que el Comité Local osara tocarles un
pelo. Allí en Alcaine el pueblo estaba unido como en Fuenteovejuna. Pasaron
luego por el pantano de Cueva Foradada/Foratata y Benyto se bañó en su orilla
intentando quitarse las pulgas que le martirizaban constantemente, día y noche.
Siguieron camino y pararon en Albalate del Arzobispo pensando que sería lugar
de clero y encontrarían alguna protección y alimento, pues, estas gentes tienen
establecimientos repartidos por todo el territorio para asistir a los pobres.
Pero no fue así. Pues nada más llegar a la plaza de la villa vieron la iglesia
desmantelada y coligieron, con ello, que las columnas anarcosindicalistas de la
II República Española, aquí también, se
habían hecho con el pueblo.
Lo que antes había sido una
extraordinaria iglesia gótico renacentista (siglo XVI) aparejada con todo tipo
de retablos y ornamentos, era ahora un almacén de la causa confederada. La
Virgen de la Asunción, una talla gótica de extraordinaria devoción, igualmente
había sido pasto de las llamas. Ahora, por la puerta del templo, entraban de
vez en cuando camiones, casi siempre vacíos, y milicianos con unos enormes
pistolones al cinto. El retablo mayor, dedicado a la Asunción de la Virgen,
sirvió para hacer el rancho durante un buen número de días. El aspecto de
desolación que presentaba una población tan monumental y tan rica en frutas dejó
a Simplón y a Benyto atónitos. También se acercaron a visitar el santuario de
la Virgen de Arcos pero, aquí, también encontraron a su titular en llamas.
Murió Benyto tras una perra vida, volvió Simplón a recorrer los valles que ya cabalgara Mío Cid en su epopeya hispánica y volvió, por fin, la libertad. Liberados de duques y de de doctrinas totalitarias el hombre de hoy recoge el dulcísimo melocotón o trabaja el plomo, pero en paz y libertad.
La piedad popular reconstruyó, con viejas fotografías, sus advocaciones y pergueñó altares donde pedir lo imposible allá donde la ciencia (nuevo dios) no alcanza todavía.
Está maja la iglesia de Albalate y están orgullosos sus habitadores a la par que su padre Dominique, de ella.
La piedad popular reconstruyó, con viejas fotografías, sus advocaciones y pergueñó altares donde pedir lo imposible allá donde la ciencia (nuevo dios) no alcanza todavía.
Está maja la iglesia de Albalate y están orgullosos sus habitadores a la par que su padre Dominique, de ella.
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CAPILLA DE LA VIRGEN DE ARCOS
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VIDRIERAS
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Baldosa exagonal del suelo de la iglesia.
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