LAS RAMBLAS QUE
ABRAZAN A TERUEL
«Aquí se come y se
goza... y ruede la bola.»
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Desde siempre en Teruel se evitó
ocupar la vega y las ramblas. Solamente cuando empieza la especulación del
suelo aparecen estos lugares, ocasionalmente inundables, como objeto de codicia
y rapiña. Todo empezó a finales del siglo XIX y principios del siglo XX cuando,
el conde de la Florida, dona parte de
sus huertas para instalar las eras de vías del flamante ferrocarril Central de
Aragón. Se bajó el ferrocarril desde Cella hasta la vega del Turia (por la
rambla de Caudé) para luego subirlo hasta el puerto de Escandón (1.200 m.). De
esta forma se evitó la construcción de viaductos y se ahorro dinero. La era de
vías ha terminado taponando la rambla de San Julián y clamando los vecinos
afectados por un “arreglo”. En los años 70 del siglo pasado se venden una gran
porción de huerta para instalar la fábrica de confecciones del Corte Inglés. Paralelamente
al siglo XX se explotan las arcillares y la rambla se va poblando de forma anárquica,
la urbanización Pablo Iglesias ya era un despropósito en su tiempo. Como “La Rambla”
ya es un barrio, hay que cubrirla y crear una cárcava. En torno al Cerro de los
Alcaldes y Mena Motina se va desarrollando un complejo de fábricas, almacenes y
viviendas. También, tras la Guerra Civil (36-39) y liderados por Ángel Solaz se
les crea un asentamiento fijo a los gitanos (barrio Pomecia) hasta entonces, esta
etnia, prácticamente nómada, ocupaban temporalmente pajares y teñadas.
Con ocasión de las lluvias del día 15 de julio
se puso de manifiesto la precariedad y la incapacidad de evacuación por rebosamiento
de las dos ramblas que abrazan la ciudad. Una llega al Turia por debajo de los
viaductos e inunda la Florida (familia de los Pérez Arnal). La otra rambla que
nace en Ollerías pasa por debajo de los Arcos, Cuevas del Siete y aboca por los
Franciscanos.
Con la futura construcción del
Hospital General de Teruel en el Planizar se proyectan nuevas construcciones
que dejarán, lógicamente, menos espacio para el agua de lluvia. La construcción
de un parque o zona verde en los arcillares no va a resolver un problema que ya
es endémico en estas áreas urbanas. Ni la limpieza de la cárcava ni la
construcción de muros de defensa va a mejorar la situación. Todo lo contrario,
la construcción de nuevas viviendas ocasionará en época de tormentas nuevos
episodios que dañarán viviendas y garajes y que harán clamar a los vecinos por
soluciones que no pueden llegar una vez consumado el desaguisado urbanístico de
la zona.
Lógicamente, el vecino que pueda
abandonará esta zona para pasar a vivir a las “muelas” donde estará libre de
estos inconvenientes. Mientras, la especulación del suelo al proyectar un
hospital innecesario en lugar tan desafortunado, hace que seamos doblemente noticia en los
medios de comunicación por las inundaciones que ocasionan y que a buen seguro ocasionarán las tormentas de
verano en el futuro. Los partidos juegan todos a la
misma “partida” acompañando al ciudadano en su queja y olvidándose del asunto
hasta el año que viene si acaso hay "tronada".
El desarrollo urbanístico de “Las
Ramblas” ha sido un error y el caso de Cuevas del Siete, justo nada más bajar
la Andaquilla, un despropósito. Sin embargo, es curioso que los partidos políticos
de izquierda tengan su yacimiento de votos en estas ratoneras a las que los han
abocado con sus políticas urbanísticas erróneas. Con la llegada del PP al
Ayuntamiento, nada ha cambiado, pues, ya se había repartido con anterioridad el "pastel" urbanístico. Como diría Blasco Ibáñez: «Aquí se come y se
goza... y ruede la bola.»
Por cierto, en la cabecera de las dos ramblas
había una ermita, en el cerro de Santa Bárbara, con un campanico que tocaba
cuando había tormenta. No estaría de más que los vecinos de la zona renovaran
la advocación a Santa Bárbara (protectora contra las tormentas) y volvieran a
construir la ermita y el campanico, desde luego, más de fiar que promesa de político.
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A la izquierda, la cuesta de la Andaquilla.
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