Encinacorba, AÑO 1616
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Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 29 de
septiembre de 1547 - Madrid, 22 de abril de 1616).
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Camilo José de Cela y Trulock, (Iria Flavia, 11 de mayo de
1916 - Madrid, 17 de enero de 2002)
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Miguel de Cervantes y Camilo José Cela serán dos de los
protagonistas culturales durante este año 2016, ya que se celebra el cuarto
centenario de la muerte de Cervantes y el primer centenario del nacimiento de
Cela.
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AÑO 1616
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La fecha no les pasa
desapercibida a los encinacorberos. La tienen esculpida en la columna de piedra
sobre el zariche adosado a la fuente. El conjunto, fuente y zariche, está junto
al portal de Santa Cruz. Se trata del año en que murió Cervantes, pero también
del año en que la Orden Sanjuanista les permitió tener Jurados. La villa tiene, además, otros dos recordatorios, se trata de una plazoleta y un centro cultural
dedicados a Juan Antonio Pellicer y Pilares. Si el Gobierno de Aragón fuera
listo (que no lo dudo ni por un momento), debería hacer pivotar el año de
Cervantes sobre esta figura española, aragonesa y encinacorbera. Pellicer y
Pilares fue uno de los mejores escritores españoles del siglo XVIII y un gran
conocedor de “toda” nuestra literatura además de precursor de la ciencia de la
traducción de textos. A él se debe el descubrimiento de la Partida de Bautismo
de Miguel de Cervantes. A él se debe la primera biografía sobre Cervantes y,
también, a él se debe la primera edición “comentada” sobre el Quijote (edición Sancha).
Para empezar, el Gobierno de
Aragón y los “saputos” que en él anidan deberían fijar la posición de Aragón
sobre el segundo apellido de Pellicer. Resulta que en Encinacorba tenemos su
partida de bautismo, pues se conservan íntegros los archivos parroquiales. Se
trata de que a alguien se le ocurrió que el segundo apellido de Juan Antonio era Saforcada en
lugar de Pilares y ahí andamos… En Encinacorba, no hay ninguna duda.
En segundo lugar se trata de la
preparación de un programa sobre el 400 aniversario de la muerte de Cervantes. A
este tema seguro que ya llegamos tarde. Un programa que trate sobre la revisión
de la obra de Pellicer sobre Cervantes. Del estudio y señalización de la ruta
del Quijote en Aragón, pues, solamente en Encinacorba hay una placa de cerámica.
De la reedición de textos. Del estudio del Quijote verdadero y del Quijote
falso pues, sucede, que Jerónimo de Pasamonte o lo que es lo mismo, Alonso Fernández
de Avellaneda, era aragonés de Ibdes. Y por fin, se trata de una oportunidad de oro de
llevar el Quijote, sobre todo la segunda parte que es tan aragonesa, a la
población de nuestra tierra.
Cervantes conocía bien Aragón
pues tuvo que venir a Pedrola a pedir cartas de presentación al duque de Villahermosa antes de marchas a Lepanto.
Toda la trama que hay en torno a la vida de Cervantes, que luego constituye
elemento nutricional de su novela, conviene conocerla, y bien.
Bien, veremos como se desarrollan
los acontecimientos y lo que da de sí este asunto, que en este año 1616 debería
ser, en lo cultural, tema central. Pero, de nuevo y lamentándolo muchísimo,
quizás no pasemos de los meros enunciados. ¡Ojalá nos equivoquemos y quedemos
señalados como: cenizos y mentirosos!
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Piedra heráldica de El Pobo. AÑO 1616
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JUAN ANTONIO PELLICER
Y PILARES
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NOTA SOBRE EL AUTOR
JUAN ANTONIO PELLICER Y (SAFORCADA) PILARES (1738-1806) nació en Encinacorba (Zaragoza), estudió en Alcalá de Henares,
donde se graduó como bachiller en Cánones y Leyes, e ingresó en 1762 como
«tercer escribiente» en la Biblioteca Real. Allí recibiría unos años más tarde
el encargo de culminar, junto con Tomás Antonio Sánchez y Rafael Casalbón, la
revisión y ampliación de la Bibliotheca hispana nova (1672) del bibliógrafo
Nicolás Antonio (1617-1684), un repertorio de escritores españoles desde 1500.
La tarea se prolongó a lo largo de dos décadas, y los dos volúmenes de la
edición refundida vieron finalmente la luz en 1783 y 1788. Dicho proyecto
reflejaba fielmente el impulso ilustrado por los estudios bibliográficos y la
naciente historia literaria. Además, en Pellicer, ese espíritu secular de
fervor cartográfico y acumulación de saberes dio lugar, por un lado, a una destacada
trayectoria como cervantista (publicó en 1797 una edición crítica del Quijote y
en 1800 una Vida de Miguel de Cervantes Saavedra) y, por otro, a la compilación
de un Ensayo de bibliotheca de traductores españoles (1778). Dicha obra, cuyo
título indicaba en el siglo XVIII el adelanto de una obra en curso -y en el XXI
plantea la duda sobre la posibilidad de su conclusión-, reúne dos libros en
apariencia muy diferentes. En efecto, al catálogo de traductores anteceden unas
«noticias literarias», ajenas al contenido anunciado y de mayor extensión en
número de páginas, sobre los hermanos Lupercio y Bartolomé Leonardo de
Argensola y sobre Miguel de Cervantes. Sin embargo, las «biografías literarias»
de estos tres autores del Siglo de Oro desarrollan lo contenido de modo más
breve en las entradas dedicadas a los treinta y seis traductores: datos
biográficos entreverados con la rigurosa descripción de sus obras. En realidad,
Pellicer sigue una concepción clásica de la historia literaria en la cual el
traducir se inscribe como actividad de pleno derecho, no como ejercicio
subalterno y parasitario: «estas traducciones... arguyen el gusto y
laboriosidad de nuestros Españoles, y la diligencia con que aprovechaban a su
nación, y enriquecían su lengua». Pellicer murió en Madrid sin poder concluir
su «biblioteca». El proyecto fue retomado un siglo más tarde por Marcelino
Menéndez Pelayo, quien tampoco pudo verlo publicado como libro: la Biblioteca
de traductores españoles se editaría cuarenta años después de su muerte. Sobre
el ambiente intelectual de la época, véase José Cebrián, Nicolás Antonio y la
Ilustración española, Kassel, Reichenberger, 1997, que contiene además un
capítulo sobre Pellicer. También puede verse Antonio Marco García, «Sobre el
Ensayo de una bibliotheca de traductores españoles de J. A. Pellicer y
Saforcada», en F. Lafarga (ed.), La traducción en España (1750-1830), Lérida,
Universitat de Lleida, 1991. [JUAN GABRIEL LÓPEZ GUIX]
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Vida de Miguel de Cervantes
Saavedra, Madrid, Gabriel de Sancha, 1800.
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Edición de Miguel de Cervantes,
El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha [...] Nueva edición, corregida de
nuevo, con nuevas notas, con nuevas estampas, con nuevo análisis y con la vida
del autor nuevamente aumentada, (Madrid, Gabriel de Sancha, 1797-1798), 5 vols.
Segunda edición Madrid: Gabriel de Sancha, 1798-1800, 9 volúmenes.
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LOS SERENOS Y LA UNIÓN DE
AGRICULTORES, INSTITUCIONES NACIDAS EN ARAGÓN
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Por Juan Antonio Pellicer y
Pilares
Si la policía de la villa de
Cariñena en la custodia nocturna de las vidas y haciendas de sus vecinos es tan
singular, aunque modernamente la han adoptado otros pueblos con el título de
SERENOS, todavía es más único y más digno de imitación el utilísimo
establecimiento que hay en la de Cosuenda, llamado La Unión de Labradores. Es
un Monte Pío, fundado por D. Pablo García Romero, Rector, o Cura párroco de
aquella villa, con el fin de desterrar la ociosidad de sus naturales, y
promover la agricultura. Contribuyó este celoso sacerdote con cierta cantidad
de maravedíes y contribuyó con otra el común del Lugar, y con entrambas
compraron varias tierras, que cultivan y esquilman los vecinos en los día de
fiesta, precedido de la debida licencia: y de sus frutos renta un fondo, que
sirve para reponer las caballerías que se mueren, sino que puede decirse que
gozan de una como perpetua vida. La Leyes y condiciones de este tan humano y
patriótico establecimiento (que no sólo se conserva después de siglo y medio,
sino que ha recibido aumentos) se leen en el raro libro, que con el título De
la execución de la Unión, thesoro y reparo de labradores, publicó el mismo
párroco D. Pablo Romero en Zaragoza el año 1654 en 4º.
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Viaje a la Alcarria se edita en 1948
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ENCINACORBA EN LA RUTA DEL QUIJOTE
Por Chusé María Cebrián Muñoz
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Cuando don Miguel de Cervantes
escribe la segunda parte del Quijote, muestra una gran preocupación por disipar
dudas sobre, qué “Quijote” es el verdadero, y qué “Quijote” es el impostor.
Había aparecido “otro” Quijote cuyo autor se titulaba Alonso Fernández de
Avellaneda, al parecer aragonés, y también, al parecer, viejo conocido de don
Miguel. A tal efecto conviene leer el libro de Alfonso Martín Jiménez,
publicado por Biblioteca Nueva y titulado: “Cervantes y Pasamonte. La réplica
cervantina al Quijote de Avellaneda”. Esta competencia, pues, entre los dos
escritores nos permite definir, con bastante claridad, las rutas o caminos que
siguen cada uno de los dos personajes de ambas novelas para llegar al río Ebro
y a Zaragoza. El Quijote apócrifo sigue la flecha del río Jalón. Ariza, Ateca o
Calatayud, son lugares que nombra explícitamente Avellaneda. Así pues, cuando
Cervantes tiene noticias del texto apócrifo, plantea una ruta para llegar a
Zaragoza, completamente diferente a la del primero y apócrifo. La ruta del
Quijote verdadero será entre la Mancha de Aragón y las riberas del Ebro. Lo
podemos ver, claramente, a través de las citas que hemos entresacado. Ruta del
Quijote apócrifo.“Caminaron la vía de Zaragoza el buen hidalgo don Quijote y
Sancho Panza su escudero,”... “Porque se ofreció en Ariza hacer él propio un
cartel y fijarle en un poste de la plaza,”... “Tras éste pasaron otros tan
apacibles y más extraños cuentos en los demás lugares del camino, hasta que
sucedió que llegando él y Sancho cerca de Calatayud, en un lugar que llaman
Ateca, a tiro de mosquete de la tierra,” Capítulo seis del quijote de
Avellaneda. Ruta del Quijote de Cervantes. Situación de partida:“Este es un
famoso titiritero, que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón” ( La
Mancha de Aragón se sitúa a caballo entre Cuenca y Albacete). Capítulo XXV- 2ª
parte. Determinación de dirigirse al Ebro:“Y volviendo a don Quijote de la
Mancha, digo que después de haber salido de la venta determinó de ver primero
las riberas del río Ebro y todos aquellos contornos, antes de entrar en la
ciudad de Zaragoza,” Capítulo XXVII –2ª parte. Le comunica a Sancho la
existencia de la ínsula, pues Cervantes, había visitado con anterioridad a los
duques de Villahermosa en su palacio de Pedrola y conocía la citada
ínsula:“¿Ahora te vas, cuando yo venía con intención firme y verdadera de
hacerte señor de la mejor ínsula del mundo?” Capítulo XXVIII –2ª parte. Cervantes
no da pistas del recorrido, contrariamente a lo que hace Avellaneda:“y al salir
del alba siguieron su camino buscando las riberas del famoso Ebro, donde les
sucedió lo que se contará en el capítulo venidero”. Capítulo XXVIII –2ª parte. Finalmente
llegan al Ebro y no entrarán jamás en Zaragoza:“...dos días después que
salieron de la alameda llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro, y el verle
fue gran gusto a don Quijote.” Capítulo XXIX –2ª parte. Conclusión: Todos los
especialistas dan por sentado que la ruta más idónea entre la Mancha y el valle
del Ebro es la que sigue la antigua vía Romana Caesaraugusta –Laminium. En
cualquiera de los casos, para acceder al valle del Ebro desde el sur de la
Península, debe hacerse por el puerto del Alto de San Martín situado en el
término de Encinacorba. Así lo creía también Juan Antonio Pellicer y Pilares.
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CITA DEL QUESO DE TRONCHÓN EN
EL QUIJOTE
-Calle, señor bueno -replicó el
cartero-, que no hubo encanto alguno ni mudanza de rostro ninguna: tan lacayo
Tosilos entré en la estacada como Tosilos lacayo salí della. Yo pensé casarme
sin pelear, por haberme parecido bien la moza, pero sucedióme al revés mi
pensamiento, pues, así como vuestra merced se partió de nuestro castillo, el
duque mi señor me hizo dar cien palos por haber contravenido a las ordenanzas
que me tenía dadas antes de entrar en la batalla, y todo ha parado en que la
muchacha es ya monja, y doña Rodríguez se ha vuelto a Castilla, y yo voy ahora
a Barcelona, a llevar un pliego de cartas al virrey, que le envía mi amo. Si
vuestra merced quiere un traguito, aunque caliente, puro, aquí llevo una
calabaza llena de lo caro, con no sé cuántas rajitas de queso de Tronchón, que
servirán de llamativo y despertador de la sed, si acaso está durmiendo.
CAPÍTULO LXVI (Segunda parte, 1615) Que trata de lo que verá el que lo leyere,
o lo oirá el que lo escuchare leer.
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CIRCUNSTANCIAS PREVIAS AL SUCESO
Situación política de España en
el año 1615. En el año 1605 se publica la primera parte de El Quijote. En 1615
sale a la luz la segunda parte, que es en la que aparece citado el Queso de
Tronchón. Reina en España Felipe III. Es valido del rey de España el duque de
Villahermosa que tiene un palacio, también, en Pedrola (Zaragoza). Para estas
fechas, Jerónimo de Pasamonte (al parecer natural de Ibdes, Zaragoza) está
publicando un falso Quijote con el seudónimo de Abellaneda. Hay tensión entre
Pasamonte y Cervantes, ya se constata en la primera parte de El Quijote. Lo que
sucedió entre Pasamonte y Cervantes fue una historia de envidias personales.
Cervantes, más precavido que el de Ibdes, antes de marchar a la guerra (los dos
estuvieron en la batalla de Lepanto) fue a visitar al duque de Villahermosa
pidiéndole cartas de presentación. Esas cartas le fueron muy útiles a Cervantes
cuando cayó prisionero de los otomanos al estar firmadas por el valido del rey de
España, nada menos. Razón por la cual, Cervantes fue rescatado por los
Mercedarios y Pasamonte tuvo que pasar todo su cautiverio a su suerte. Surgen
los celos en Pasamonte al considerar el trato diferente entre uno y otros y por
ello escribe El Quijote apócrifo. Cervantes reacciona haciendo pasar a su
Quijote por lugares diferentes al del falso Quijote de Avellaneda-Pasamonte.
Los Mercedarios tenían cuatro votos: pobreza, obediencia, castidad y remisión
de cautivos.
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CIRCUNSTANCIAS DEL SUCESO
Para conocer mejor los entresijos
de por qué el queso de Tronchón aparece en el Quijote hay que tener en
cuenta algunas circunstancias de la vida
de Miguel de Cervantes. En primer lugar, hay un artículo en la revista Aragón del
SIPA que señala que Cervantes acudió al palacio de los duques de Villahermosa,
en Pedrola, para pedirle “cartas” antes de enrolarse en el ejército y
precisamente, antes, de la famosa batalla de Lepanto. También hay que leer los
apuntes de Juan Antonio Pellicer (encinacorbero), en su edición del Quijote
comentada. Por estos “comentarios” sabemos, entre otras cosas, la ruta que hizo
don Quijote desde la Mancha de Aragón hasta el valle del Ebro. En tercer lugar
hay que conocer las “tensiones” entre Jerónimo de Pasamonte (Avellaneda) y
Miguel de Cervantes y las razones por las que el Quijote no entró en Zaragoza y
marchó a Barcelona. También hay que señalar que el duque de Villahermosa (el
primero) era hermanastro de Fernando II (el Católico) y en la época que nos
ocupa, valido del rey de España.
Sabemos, pues, que Cervantes
tenía cierta amistad con el duque de Villahermosa y que en su palacio de
Pedrola y en la Ínsula Barataria (Alcalá de Ebro) acaecieron un buen número de
capítulos de la segunda parte del Quijote. Que estaba seriamente enemistado con
Jerónimo Pasamonte, razón por la cual el Quijote no entró en Zaragoza y marchó
a Barcelona. Es a la vuelta de la ciudad condal cuando se encuentra con
Tosilos, un lacayo del duque, que le hace recordar el suceso vergonzoso de éste
en la treta preparada por el duque:
…“tan lacayo Tosilos entré en la estacada como Tosilos lacayo salí della”.
Es, pues, un lacayo del duque de
Villahermosa quien ofrece el queso a don Quijote de la Mancha, y no porque este
queso fuera famoso en toda España (esto es mucho decir en aquellos tiempos) si
no porque el duque, a buen seguro, lo consumía como consumía otros productos
del valle del Ebro. También se apunta que, Cervantes, conoció el queso en
Madrid en el palacio del duque. Sea como fuere, en Madrid o en Pedrola, el queso
saltó a la fama por la consideración de esta novela como obra universal.
Pellicer nos descubrió el lugar
de la Ínsula Barataria. Jerónimo de
Pasamonte (Avellaneda) con su Quijote apócrifo creó las circunstancias y la
ocasión del encuentro entre don Quijote y el lacayo Tosilos. El duque de
Villahermosa, cuyo ducado es el heredero de la bandera de Aragón, estimaba este
queso como gran manjar (así lo manifiesta Cervantes en su obra).
Salazones (perniles, tocino,
congrio, bacalao), quesos, fritos del cerdo (conservas en aceite) y escabeches,
constituían la despensa de invierno en esta época.
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