La Torres, en la celebración de El Modernismo en Teruel.
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SE ME HABÍA QUEDADO
EN EL TINTERO
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Pasa por la vida inadvertida. De
silencio en silencio y, a veces, de soledad en soledad. Es como un junco tierno en la ribera del
Alfambra o como un nogal frondoso nacido en los arreñales, pero por dentro,
corazón de acero, mirada dulce y palabra de honor. Si hablamos de la música… si
hablamos de Las Bodas de Isabel o si hablamos de cualquier actividad cultural
y, si al hablar, algo se nos ha quedado en el tintero, ese algo es Maricarmen.
Otra vez trataba de pasar inadvertida cuando, al cerrar las últimas páginas de
la revista de Las Bodas, la he visto allá por la página 47, rozando la
contraportada y me he dicho: “¡otra vez, no!”. Eso, Maricarmen… no está nada bien. Porque
tu vales mucho y eso lo advertí cuando éramos compañeros de colegio, pero sobre
todo, lo advertí, lo puede advertir cualquiera, si se sienta contigo en la
terraza de un bar o pasea por la ciudad. Las miradas se giran, las palabras de
saludo te acarician y los gestos rudos de los turolenses se dulcifican porque,
aunque tu no lo sepas, la gente sabe de ti, más de lo que tu te piensas. Sabe
de tu buen corazón, de tu mansedumbre, de tu generosidad y entrega a la causa,
a cualquier causa de carácter social y altruista. Por ello, cuando he visto en
tu escrito tantas veces la palabra GRACIAS (cuatro veces con mayúsculas) me he
dicho… Chusé se lo tienes que decir: Somos nosotros, en verdad, los que te
tenemos que dar las gracias, con mayúsculas y signos de exclamación. Pues tú,
en realidad, lo único que tienes repetido es el apellido y ninguna otra cosa
debes repetirnos, más allá de tu constante muestra de amistad.
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