CAMPO ROMANOS
Campo Romanos o de los romanos.
Amplia llanura monótona partida en dos por la autovía Mudéjar. Aquí se dividen
las provincias de Zaragoza y Teruel por la Venta el Cuerno que antes fue Care. Caminos
como sendas de caracol y ríos como acequias escuetas que apenas trasiegan una
teja de agua. Los días crudos en febrero, amanecen a diario ateridos y mueren,
rojos de cierzo y nubes filamentosas tras pasar Ferreruela. Luego, volcándose o inclinándose
la noche y el agua por Cuencabuena, reposan y surgen vivas ambas, primero pancrudinas
y más tarde calamochinas. Barranqueras y trigazales en a Uerba, de un verde espeso la mies y, compacto el grito en la hondonada.
Ribazos grises en los que a veces cree un solitario almendro. Un almendro que
es una flor perdida en el universo. Una imagen transplantada del oriente japonés,
un idilio de amor de espacio y tiempo. Ramas de luz rotas contra el dorado espejo azul de la tarde. Ramonear de cabras golosas sobre el dulzor de la flor. Entre
lo más insólito de los extensos campos, golpes vivos en flor: amarillas naranjas,
rojas. Es febrero de tafil y majada, de pasto gris y escasa lluvia. De
hacer barderas de carrasca para el siguiente invierno. De trul y de conserva.
Pero cae la noche y entre los pueblecitos de Campo Romanos centellean las luces
de la autovía, como la cola de un cometa que va a Zaragoza..., a Zaragoza..., a Zaragoza. ¡A Zaragoza! lugar donde mueren los sueños y los pueblos de Aragón.
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