EL QUIJOTE DE AVELLANEDA
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Hemos podido llegar a saber casi con toda seguridad, cuál es el verdadero nombre del autor del Quijote apócrifo pero, seguramente nunca lleguemos a saber aunque sí a intuir, las profundas razones por las que el de Ibdes inició una tarea que le iba a traer más descrédito que beneficios. No sé si él sabía que se estaba enfrentando a un verdadero genio de la literatura universal.
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Hemos podido llegar a saber casi con toda seguridad, cuál es el verdadero nombre del autor del Quijote apócrifo pero, seguramente nunca lleguemos a saber aunque sí a intuir, las profundas razones por las que el de Ibdes inició una tarea que le iba a traer más descrédito que beneficios. No sé si él sabía que se estaba enfrentando a un verdadero genio de la literatura universal.
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Leer el Quijote apócrifo o
Quijote de Avellaneda es penetrar en la vida y en las peripecias vitales de estos
dos hombres coetáneos: Cervantes y Pasamonte. Conocer por qué razón o razones
la vida los entrelazó, unas veces como compañeros de armas, otras en las
disputas de la vida cotidiana y, otras, en el campo de las letras. Jerónimo de
Pasamonte (1553 - d. 1605) nació en Ibdes, muy cerca de Calatayud y, como
Cervantes, peleó entre otros lugares en Lepanto, en Navarino y Túnez. Sufrió 18
años de cautiverio, frente a los 5 (cinco) de su “amigo” Miguel. Posiblemente
esta diferencia en el tiempo de cautiverio, y el estar Jerónimo al tanto de las
debilidades de Cervantes, sean las causas de sus patentes desavenencias. Pero,
también hay que reconocer que Cervantes fue más previsor y acudió a Pedrola a
pedir cartas de presentación al duque de Villahermosa, cartas que luego le
sirvieron para ser rescatado por los Mercedarios.
A Jerónimo le debemos el Quijote
apócrifo, pero seguramente también la segunda parte del verdadero Quijote, ya
que Cervantes estuvo obsesionado con las andanzas del hidalgo apócrifo. Al
igual que, Pasamonte, leía con fruición la obra de Miguel. Esta mutua interacción,
de tonos apasionados y expresiones vivas, renovaron el ingenio de un Cervantes, ya
fatigado por la edad, para componer la segunda parte del Quijote que es, sin duda,
la mejor de su obra. Siquiera fuera por ese papel de acicate, bienvenida sea la
obra de Avellaneda sin duda leída, releída y apreciada en lo que vale (que es mucho) por el propio
Cervantes.
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