MORIR DE AMOR... EN TERUEL
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Por Chusé María Cebrián Muñoz
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Don Juan Gaspar Sánchez Muñoz, caballero de la noble familia de los Muñoces de Teruel, escribió, en la primera mitad del siglo XVI (1500 – 1543), una serie de textos en forma de diario que fueron publicados en 1902, segunda edición que manejamos, bajo el título de: “DIARIO TUROLENSE”. Entre las cosas sorprendentes que le sucedieron a este noble caballero está la que a continuación copiamos del día, 11 de enero de 1517.
Dice así: “Item, a 11 de genero de 1517 domingo de manyana, fallecio mi S.ora madre Catalina Sanchez Gamir muger que fue de mosen Pedro Sanchez Munyoz mi padre, de calenturas y de camaras y teniendola en misa para enterrar en sant Andres vino vna mugér que habia sido casera suya por tiempo de 25 anyos llamada Miguela Conojo madre de Martin de Torrecilla texedor,la qual llego al ahtahut donde la dicha Sora. estava y dio tantos gritos y lloros que alli se le rebento la hiel de mucho dolor y apartandola de alli vieron que no hablaba y asi aquel dia murió, por donde yo visto el entranyable amor que la dicha Miguela a la dicha mi senyora tenia, acorde, que era razon la tuviesen sus huesos; y asi la hize enterrar en mi capilla de nuestra Sora. del Pilar en sant Andres donde la dicha mi senyora está enterrada, y a mi costa le hice la fiesta (1)”
(1) La muerte de esta leal sirvienta, Miguela Conejo, fue muy parecida a la de Isabel de Segura, hasta tal punto, que a ser anterior a la leyenda de los célebres Amantes de Teruel, diríase que de aquí pudo tomar tan poético rasgo el narrador. Lo único que cambia es la decoración: ésta ocurre en la iglesia de san Andrés, la otra dicen que en San Pedro. Nota a pie de página del Dr. D. Gabriel Llabrés y Quintana.
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Contexto histórico
Para situar al lector diremos que Juan Gaspar Sánchez Muñoz fue hijo de Pedro Sánchez Muñoz. Este Pedro, a su vez, fue sobrino y heredero de Gil Sánchez Muñoz conocido como el antipapa Clemente VIII. Clemente VIII recibió el papado de su antecesor, también aragonés, Benedicto XIII (el Papa Luna). Los Borja/Borgia, familia aragonesa residente en el reino de Valencia, inician su carrera meteórica hacia el papado al intervenir (Alonso de Borja) ante Clemente VIII y convencerlo para que ponga fin al cisma que padecía la Iglesia Católica. Clemente VIII accede (abdica en el año 1429) y queda como obispo de Mallorca. La familia de los Borja/Borgia marcha a Roma, ya con un Cardenal, en premio a la buena gestión realizada. Alonso de Borja/Borgia (1378-1458) llegó a Italia de la mano de Alfonso V el Magnánimo y fue nombrado Papa en 1455 con el nombre de Calixto III.
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Muñoces contra Marcillas/Marcillas contra Muñoces
Teruel fue durante muchos siglos ciudad de frontera, primero contra los moros, luego contra castellanos. En el seno de esta pequeña “ciudad-estado” se desarrollan las luchas entre dos bandos enfrentados permanentemente, los Muñoces contra los Marcillas / los Marcillas contra los Muñoces. Como ya hemos señalado anteriormente los Muñoces dominan el sector eclesiástico, muy potente en Teruel. Hemos visto que llegan a tener hasta un Papa o antipapa, en todo caso, una persona con muchísimo poder todavía, hasta el punto que, Roma, tiene que negociar con él su abdicación. Al no poyarle en este momento ningún monarca católico, Clemente abdica, conservando de por vida la dignidad papal. La base del poder de los Muñoces está en la potente institución religiosa que se crea en Teruel tras la reconquista, el famoso CAPITULO GENERAL ECLESIASTICO. Este capitulo, conocido popularmente como “los Racioneros” establece en Teruel, en la práctica, un Señorío, que va incrementando día a día su riqueza y su poder. Obsérvese como Gaspar Sánchez Muñoz va repartiendo relicarios por todas las parroquias y conventos de Teruel y como, en varias ocasión, el obispo de Zaragoza pretende poner coto al desmedido enriquecimiento del clero turolense. Los Muñoces labran su capilla en la iglesia de San Andrés, en pleno centro de la ciudad medieval. Por el contrario, los Marcilla, son los señores de la guerra y de la frontera, dispuestos a cualquier acción y a cualquier aventura. Labran su capilla extramuros de la ciudad, en la iglesia de los Franciscanos (obra del Gran Maestre, Juan Fernández de Heredia). En varias ocasiones se ha señalado o acusado a esta familia de ser traidores a la ciudad. Primer caso: seguramente propalado por los Muñoces, se les acusa de que en la Guerra de los Dos Pedros (Pedro I el Cruel de Castilla contra Pedro IV el Ceremonioso de Aragón), los Marcilla abren las puertas de la ciudad a las tropas castellanas, tras días de asedio (leyenda del Portal de la Traición). Segundo caso: en el Compromiso de Caspe y en el trasfondo de un acto en el que se acusa a Vicente Ferrer de cometer perjurio, es un Marcilla el jefe de las tropas que guardan la Ciudad del Compromiso. En este acto, se entrega la corona de Aragón a un castellano (Fernando de Antequera). Tercer caso: se trata de la llegada de los inquisidores a Teruel en tiempos de los Reyes Católicos. En esta ocasión también, son los Marcilla los que introducen a los inquisidores en la ciudad. La represión inquisitorial fue brutal y hasta algunos clérigos (¿Muñoces?) fueron torturados. Cuarto caso: Con motivo de las llamadas “Alteraciones de las Comunidades de Teruel y Albarracín” en tiempos de Felipe II, las tropas del rey ocupan la iglesia de San Juan. El sector opuesto a la supresión de los fueros crea una nueva leyenda: la de “El Cristo de los Membrillos”. Este Cristo, depositario de la “verdad” del sector inmovilista, no sé si por pura casualidad, pero acaba en la iglesia de San Andrés. Concluida la unificación de España se desconocen los nuevos “servicios” prestados por los Marcillas. Sin embargo, la institución de los “Racioneros” llega hasta el siglo XX.
El Diario de Gaspar Sánchez Muñoz es, hoy lo sabemos con certeza, posterior al relato de los Amantes de Teruel. Por ello podemos decir que, en esta ocasión, son los Muñoces quienes copian a los Marcillas. El mensaje subliminal es bien claro: si hay gente capaz de morir por un Marcilla, también la hay, capaz de morir por un Muñoz. Las espadas estaban en todo lo alto y 38 años después, año 1555, se levantan unas tumbas en San Pedro que vuelven a poner en carne viva la historia de los Amantes de Teruel. Los Marcillas cuya capilla de enterramiento estaba en los Franciscanos (fuera de la ciudad), vuelven o reaparecen en el centro de la misma. Toda una historia desmesurada, en la que todo vale.