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CARTA DE DIEGO A ISABEL
Por Isidoro Villarroya*
“Zaragoza 4 de mayo de 1212
Mi siempre idolatrada Isabel: Si el corto intervalo de ocho días que carezco de tu amable presencia me ha parecido el periodo de un dilatado siglo, ¿qué será el espacio de cinco años? Esta sola idea me hace estremecer. ¡Ay de mí! ¿Cómo podré soportar mi dolor, separado por tanto tiempo de tu vista? ¡Oh! ¡si me fuera dado hacer volar las horas con aquella celeridad que corrieron en nuestra infancia! Ignoraba yo las amarguras de la ausencia: no medité la magnitud del empeño, ni consulté mis fuerzas para llevarlo a efecto. ¿Deducirás acaso de estas premisas mi arrepentimiento? No, Isabel; cien años, si fuere posible, vería correr entre adversidades, por disfrutar uno solo de tu amable compañía. No me arredran los trabajos, los riesgos y penalidades anejas al ejercicio de las armas, sino la duración del tiempo en que he de verme privado de tu presencia; la incertidumbre… ¿Más que digo? ¿no están puestos nuestros amores bajo la salvaguardia del Eterno? No desmayemos; el cielo nos dará fortaleza: él dirigirá mis pasos, así como nos ha inspirado la rectitud de los medios acordados para la consecución de nuestros deseos. ¡Resignación, Isabel! Tu Diego te las prescribe. Cuanto es más penosa la adquisición del objeto anhelado, tanto es más dulce y satisfactoria su posesión.
La suerte, que tan atrozmente nos ha dividido, me ofrece ya campo para entrar en el ejercicio de mi nueva profesión, y con motivo de la cruzada concedida recientemente por el Pontífice, se trata de una nueva organización para emprender nuevas operaciones de ofensiva contra los inicuos sarracenos. He resuelto alistarme bajo las invictas banderas del rey de Castilla, con cuyo objeto saldré mañana de esta capital para Toledo.
Confiemos en la providencia; ésta velará sobre nosotros, y nos reservará el venturoso día de nuestra unión. Entre tanto, ¡muchísimo valor! Hazte superior a los rigores de la ausencia y a las adversidades del destino. ¡Sea nuestra divisa la constancia! Ésta jura de nuevo el sincero corazón de
Diego de Marcilla
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* Isidoro Villarroya, natural de Corbalán (1800-1855). Redescubridor de la "Historia de los Amantes de Teruel" con el hallazgo del Protocolo de Yagüe de Salas. Dice del él Francisco Martín Martín en Trébede: "turolense y catedrático de instituto, por lo tanto doble sentido paradójico y complicado en aquellos años, fue el urdidor de una historia de los Amantes de Teruel y algunas obras teñidas de sentimentalismo y maniqueísmo romántico, que sin lugar a dudas escribió más con el corazón que con calidad, pero que sirvió para añadir, él el primero, una nota de sentimentalismo de la tierra, frente a los acosos literarios decimonónicos a la tradición amantista."
Nota publicada en Trébede, octubre del año 2001