MADRID
Ciudad
de los más turbios siniestros provocados,
de
la angustia nocturna que ordena hundirse al miedo
en
los sótanos lívidos con ojos desvelados,
yo
quisiera furiosa, pero impasiblemente
arrancarme
de cuajo la voz, pero no puedo,
para
pisarte toda tan silenciosamente
que
la sangre tirada
mordiera,
sin protesta, mi llanto y mi pisada.
Por
tus desnivelados terrenos y arrabales,
ciudad,
por tus lluviosas y ateridas afueras
voy
las hojas difuntas pisando entre trincheras,
charcos
y barrizales.
Los
árboles acodan, desprovistos, las ramas
por
bardas y tapiales
donde
con ojos fijos espían las troneras
un
cielo temeroso de explosiones y llamas.
Capital
ya madura para los bombardeos,
avenidas
de escombros y barrios en ruinas,
corre
un escalofrío al pensar tus museos
tras
de las barricadas que impiden las esquinas.
Hay
casas cuyos muros humildes, levantados
a
la escena del aire, representan la escena
del
mantel y los lechos todavía ordenados,
el
drama silencioso de los trajes vacíos,
sin
nadie, en la alacena
que
los biseles fríos
de
la menguada luna de los pobres roperos
recogen
y barajan con los sacos terreros.
Más
que nunca mirada,
como
ciudad que en tierra reposa al descubierto,
la
frente de tu frente se alza tiroteada,
tus
costados de árboles y llanuras, heridos;
pero
tu corazón no lo taparán muerto,
aunque
montes de escombros le paren sus latidos.
Ciudad,
ciudad presente,
guardas
en tus entrañas de catástrofe y gloria
el
germen más hermoso de tu vida futura.
Bajo
la dinamita de tus cielos, crujiente,
se
oye el nacer del nuevo hijo de la victoria.
Gritando
y a empujones la tierra lo inaugura.
El Pardo, otoño 1936 Rafael ALBERTI
*
ASÍ APARECE EL POEMA EN EL DIARIO "EL SOL"