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Mientras vivían los padres venía todos lo veranos y también por Navidad. Son los emigrantes de los años 60 y 70 del siglo pasado. Más de 70.000 abandonaron estas barranqueras y cabezos en busca de una vida mejor en la ciudad. Cuando vuelven hablan de Barcelona, Valencia o Zaragoza como de algo propio, como si esas calles, esos humos y ese trajín de gente fuera algo consustancial a su propia naturaleza. Ellos que nacieron de pueblo y alardean de ello cuando “echan la partida” en el hogar del jubilado de la ciudad, se sienten aquí mas urbanitas cada día. Este año, por la crisis, han elegido el pueblo y han pasado aquí más días que otros años. Se sabe de su ausencia por las ventanas cerradas a “cal e canto”, por la chapa en la puerta para protegerla de las lluvias, acaso las nieves y, porque la madreselva y las siemprevivas de la fachada manifiestan, sin palabras, la angustia de los eternos meses invernales, venideros, de soledad infinita. Es septiembre y tienen que ir a llevar a los nietos, SIN FALTA, al colegio.
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