EL CASTILLO DE VALDERROBRES
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El de Valderrobres, más que un castillo, es un palacio fortificado donde las almenas, las torres y los adarves sirven más para mantener el prestigio de un linaje que como elementos defensivos. Con la misma heráldica en la puerta tenemos el castillo de Mora de Rubielos al sur de la provincia de Teruel. El de Mora, es un castillo palacio en el que se conjugan las funciones defensivas y las estancias dignas de un príncipe.
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El castillo de Valderrobres según Cristóbal Guitart Aparicio.
El castillo de Valderrobres es, sin duda, el más espectacular y artístico de todos los castillos turolenses, y junto con le de Mora de Rábielos forman la pareja de mayor valía castellológica, a lo cual no es ajeno el que ambos fueran edificados por importantes señores territoriales, en este caso, los arzobispos de Zaragoza, D. García Fernández de Heredia (1382-1411) y D. Dalmacio de Mur y Cervellón (1431-56), ambos pertenecientes a familias aristocráticas. Valderrobres fue durante siglos un señorío de la Mitra Zaragozana por donación de D. Alfonso II en 1175, poco despuñes de su reconquista.
Como era de esperar en un señorío privado y episcopal, sobre la loma que domina el típico caserío de la villa se evidencia el binomio del castillo-palacio y la iglesia arciprestal de Santa María, integrando uno de los más bellos conjuntos que el gótico purista legó en Aragón. El aspecto exterior de aquél es más bien palaciego con una de las fachadas más notables del arte gótico existentes en castillos españoles, con grandes ventanas apuntadas, adornadas con lindas tracerías, rematándose por una galería de arcos semicirculares, sobre la cual se alzan tres torrecillas almenadas de intencionalidad más ornamental que defensiva. El conjunto se ordena con salas alrededor de un patio descubierto, siendo su planta un hexágono de lados desiguales, que presenta incluso una concavidad. Destacan los salones de las crujías oeste y sur, ordenados en dos plantas, destacando el llamado de las Cortes o de las Chimeneas, pues allí se celebraron Cortes en 1429 y se calentaban con tres espléndidas chimeneas que aún subsisten. Todos los salones se cubrían con techumbre de madera apoyadas sobre arcos transversales, excepto la cocina, de planta cuadrada, que se cubre con bóveda de ocho cascos con trompas en cada ángulo. Ante la fachada principal se dispuso una terraza consolidada sobre un muro contraterreno que separa la mansión del caserío y donde se inician los lienzos de las murallas de la villa que Juan I autorizó a construir en 1390. Destaca la torre-puerta situada ante el puente.”
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