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domingo, 27 de abril de 2025

Abril2025/Miscelánea. EL PAPA FRANCISCO Y EL FIN DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

 

FRANCISCO

Por Chusé María Cebrián Muñoz

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La convocatoria del Concilio Vaticano II la hizo el Papa Juan XXIII el 25 de enero de 1959. El Papa Francisco ha muerto el lunes de Pascual del año 2025. Sesenta y seis años han transcurrido en la Iglesia católica con un problema de fondo: La Teología de la Liberación. El Papa Francisco con su pontificado ha puesto punto final a este tema. Realmente, quien acabó con la Teología de la Liberación fue Juan Pablo II y Benedicto XVI, ambos papas en singular sintonía dieron carpetazo al tema y el Papa Francisco ha vuelto a la ortodoxia de la fe y ha actualizado la Doctrina Social de la Iglesia. Francisco ha sido un Papa conservador, nada revolucionario, buen propagandista y aferrado a la Doctrina Social de la Iglesia. La iglesia se ha situado de lado de los pobres, pero, ha mantenido sus principios teológicos intactos. De ahí que el próximo papa será continuista, no cabe la vuelta a nuevos experimentos sociales. Con una larga trayectoria la Doctrina Social de la Iglesia se ha adaptado a los tiempos contemporáneos de la mano de Papa Francisco. De ahí que la calificación de este Papa de cara a la historia es la de “un hombre bueno”.

Las cosas sucedieron de la siguiente manera:

Era Semana Santa. En la televisión echaban una cinta de Juan XXIII (el Papa bueno). La película termina con la Crisis de los Misiles en Cuba y la primera sesión de Concilio Ecuménico Vaticano II. Es el periodo de la llamada Guerra Fría y uno de los momentos cruciales en la historia de la humanidad. Aquí no cabe ir con ambages. Si le Edad Contemporánea se caracteriza  por la lucha desaforada por el poder, en este caso se trataba de la hegemonía mundial. Las dos superpotencias que dominaban el planeta, La URSS de régimen comunista y los EEUU de régimen capitalista, habían almacenado tantos misiles nucleares para un hipotético enfrentamiento que su potencia podría destruir la tierra varias veces. Entre los dos bloques aparece la Iglesia Católica, una institución que ha jugado un papel determinante en el mundo occidental durante siglos.

Tras la muerte de Juan XXIII sube al papado Pablo VI que dará forma y culminará la gran obra del Concilio que abrió su predecesor. Pero, lo más destacable de este Concilio Ecuménico es la formulación de la llamada Teología de la Liberación. Un intento de conectar con el mundo comunista. Se dice que, bajo la batuta del clero francés, nace una doctrina directamente conectada con la III Internacional Comunista y en la que se trataba de liberar a los pueblos oprimidos de la tierra. Tan leve y superficial formulación dará y aún da, muchos problemas en todo el planeta.

Uno de los frutos más granados de este nuevo concepto es el Cura Pérez de Alfamén. Se pasa al campo comunista y sigue una máxima que respalda tanto el comunismo como el cristianismo: LA LIBERACIÓN DE LOS PUEBLOS OPRIMIDOS. El Cura Pérez llega a ser comandante el jefe de la milicia colombiana. Abandona la cruz y la doctrina social de la Iglesia para abrazarse al marxismo e imponer a tiro de fusil una nueva ideología liberadora. Si cuando entró de cura pretendía llevar las almas al cielo, ahora, trata de conseguirles el paraíso en la tierra dentro de un régimen comunista. Hoy sabemos que los pueblos “liberados” por los regímenes comunistas viven peor y carecen del más preciado don de los hombres: la libertad. Todos los regímenes comunistas impiden la salida de los ciudadanos de esas fronteras donde dicen que han construido el paraíso y donde reina la justicia y la libertad.

Tanto la III Internacional como el Concilio Vaticano II fueron más allá de un principio respetados por todos: LA LIBERACIÓN DE LOS PUEBLOS COLONIZADOS. Una vez que un Estado es soberano la lucha por el poder debe ser leal, democrática y ajustada a la ley.

Pero la Teología de la Liberación no sólo creó problemas en América latina, aquí en España, también los creó y de una dimensión cuyas cicatrices están, aún, por cerrar. Particularmente dolorosos para los creyentes fue lo sucedido en la mitad oriental de Aragón, aquella mitad que fue ocupada por las tropas republicanas en la pasada Guerra Civil (36-39). En el verano de 1936 los pueblos fueron ocupados por columnas de anarquistas, socialistas, comunistas y POUM. Además de otros múltiples asesinatos, mataron a los curas y quemaron todo el continente de las iglesias, convirtiendo éstas en almacenes para todo tipo de actividades. La Iglesia española y particularmente la aragonesa sufrió una de las mayores persecuciones desde la época del Imperio Romano. Por esta razón, tras la Guerra Civil  (36-39) el Vaticano apoyó a Franco en cuyas monedas podía leerse: CAUDILLO DE ESPAÑA POR LA GRACIA DE DIOS. Lema que reflejaba el apoyo de la Iglesia a un régimen que le había liberado del comunismo.

Pero, por causa de esta nueva Teología de la Liberación y en el tramo final de la dictadura franquista, fueron apareciendo los “curas obreros”. Unos, más coherentes, abandonaron el sacerdocio y se casaron marchándose a una gran ciudad donde se les perdió la pista. Otros, más tercos, permanecieron entre nosotros dando testimonio cierto de sus nuevas y avanzadas ideas???. La gente no podía entender de ninguna manea que, cuarenta años después de haber quemado la iglesia los marxistas, ¡oh sorpresa!, el cura  del pueblo era, ahora, comunista. Desarrollaba una actividad laboral y desobedecía a su propio obispo. Se encerraba con los obreros en la iglesia, hacía en el templo asambleas y hasta llevaba cantautores comunistas (Labordeta) a cantar sobre altares cuyos retablos habían quemado sus correligionarias hacia tan sólo cuarenta años.

Todo ello causó un gran desconcierto entre los fieles y quebrantó su fe. Murió Franco y vino la democracia. Vinieron otros Papas. Cayó el “Telón de Acero”. Juan Pablo II abolió la Teología de la Liberación. El gran desarrollo de las comunicaciones nos han enseñado que los regímenes  comunistas no son liberadores, todo lo contrario: son opresores del pueblo que dicen defender.

Alfamén es hoy un pueblo laborioso lleno de emigrantes procedentes de países que han sufrido o sufren regímenes dictatoriales. En Alfamén hay muchos rumanos, un país que estuvo bajo la bota del comunismo y quedó en subdesarrollo y con altísimas cotas de corrupción. Marroquíes, una nación vecina que sometida a la teocracia de un rey cuyo poder es casi absoluto y, aún siendo de los países de religión musulmana más avanzados en el orden social, nos impactan sus conductas de sometimiento de la mujer, etc. etc.

Alfamén sí que está haciendo esfuerzos por la liberación (no de pueblos) pero sí, de muchos individuos dándoles cobijo, trabajo  y un lugar donde dignificar su vida.

Desconfiad de aquellos que promueven doctrinas capaces de liberar a la humanidad entera. Confiad en el trabajo sencillo y humilde de la gente, de esa gente que se esfuerza por poner un granito de arena para que todo vaya un poco mejor cada día.



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Juan Pablo II pidió a la Congregación para la Doctrina de la Fe un extenso estudio de la Teología de Liberación

Por: corazones.org / churchforum.org |

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El 16 de Octubre de 1979 es elegido Papa Juan Pablo II. A partir de entonces son muchas acciones en servicio a la Iglesia que sobresalen y que han removido hondamente al mundo entero.

En esta ocasión nos centraremos en su preocupación por una corriente de pensamiento que se denomina Teología de la Liberación.

El Papa Juan Pablo II pidió a la Congregación para la Doctrina de la Fe un extenso estudio de esta "corriente de pensamiento que, bajo el nombre de `teología de la liberación´ propone una interpretación innovadora del contenido de la fe y de la existencia cristiana que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia, aún más, que constituye la negación práctica de la misma".

Los resultados del estudio fueron publicados en dos documentos:

Libertatis Nuntius

Instrucciones sobre Algunos Aspectos de la Teología de Liberación -1984

Libertatis Conscientia

Instrucción sobre Libertad Cristiana y Liberación -1986.

Estos documentos ofrecen una sólida explicación de los puntos positivos tanto como los graves errores de ciertas corrientes de la teología de la liberación.

El primer documento expresa la seria reserva de la Santa Sede a la Teología de la Liberación según ha sido expuesta por Gutiérrez y otros de la misma línea, especialmente en lo referente a la aceptación del análisis de los elementos de clase Marxista.

El segundo documento, al reconocer la importancia de una auténtica solidaridad con los pobres, ofrece las bases para una ortodoxa doctrina social. Para ello enfatiza la naturaleza de la liberación, como tema esencial de la teología y fe judeo-cristiana.

Algunos de los exponentes de la "Teología de la Liberación" apoyándose en este segundo documento han pretendido hacer ver que la Iglesia "aprueba" la errónea "Teología de la Liberación" que ellos sustentan. Nada más lejos de la verdad.

La llamada "teología de la liberación" asume el análisis marxista de la realidad y sus principios:

a) materialismo histórico: que señala que las causas de los acontecimientos históricos son exclusivamente económicas y la historia es la historia de la lucha de clases, y

b) la praxis: la verdad no es, sino se hace; lo que importa es la ortopraxis.

Estos principios de corte marxista los aplican a la interpretación del Evangelio y la práctica pastoral con lo que logran desfigurar nuestra fe. Para la "Teología de la liberación":

Jesucristo: es considerado no como verdadero Dios Encarnado que, con su Muerte y Resurrección, nos ha redimido, sino como un símbolo de la humanidad que lucha por la liberación de los "opresores" y que muere en defensa de los pobres

La Iglesia: debe tomar parte en la lucha pues la "neutralidad" es imposible ya que equivale a estar con los poderosos. De ahí que debe tener una "opción preferencial por los pobres" y constituirse en "Iglesia del pueblo" que nace del pueblo, y que reconoce la jerarquía sacramental que es "clase dominante" y por tanto debe ser combatida. (Puebla, nn. 262- 263).

La fe es reducida a "fidelidad a la historia"; la esperanza a "confianza en el futuro"; la caridad a la "opción por los pobres".

Los sacramentos: son "celebraciones del pueblo que lucha por la liberación": se indoctrina en este sentido al pueblo por medio de homilías, cambios en la liturgia, etc., para que "tomen conciencia de clase" y se les anima a la lucha contra la "clase dominante". Curiosamente, así la Iglesia viene a ser - - según estos "teólogos"- - respecto a los pobres, lo que el partido comunista pretende ser respecto al proletariado.

La escatología es sustituida por el "futuro de una sociedad sin clases" como la meta de la liberación en la que se habrá "hecho verdad" el amor cristiano a todos, la fraternidad universal.

Evidentemente se trata de un peligroso cúmulo de errores al ser una completa subversión del cristianismo.

Los errores pueden sintetizarse así:

a) el error radical está en el mismo "principio hermenéutico" con el que se pretende interpretar el Evangelio para sacar de ahí una praxis: ese principio es el materialismo histórico, que niega la prioridad del ser sobre el hacer, y por tanto, de la verdad y el bien de la acción humana. Este principio es totalmente falso y no es demostrado ni demostrable;

b) La lucha de clases no sólo es un error porque sea contrario a la caridad (puede haber una guerra justa, existe la legítima defensa, etc.), sino que es un error sobre todo porque se le concibe como algo necesario, ineludible y constitutivo de la historia negando la libertad de la persona y su capacidad para dirigir la historia mediante esa libertad y contando con la Providencia Divina;

c) además de negar verdades fundamentales (sobre Cristo, la Iglesia, los Sacramentos, etc.), en la práctica, conduce a someter a la Iglesia a una dirección política determinada, no sólo ajena a su misión sobrenatural, sino que desemboca en una situación humana deplorable, como en el socialismo real, en el que la persona no cuenta ni se le reconoce su dignidad de hijo de Dios.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que, puede darse una verdadera Teología de la liberación, es decir, del pecado y de sus consecuencias (no sólo de sus consecuencias materiales).

Una justa crítica a la Teología de la Liberación no niega las graves injusticias que sufren los pueblos y la responsabilidad del cristiano de trabajar para aliviarlas en la línea de la auténtica doctrina social de la Iglesia, la cual se fundamenta en las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de los Padres.

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