El médico, taumaturgo y mártir de Cristo san Pantaleón, nació en Nicomedia de Bitinia, y fue hijo de Eustorquio, hombre rico y noble, aunque gentil, y de Ebula, señora cristiana, la cual murió dejando a Pantaleón muy niño. Le puso el padre a los estudios de retórica y de filosofía, y después a los de la medicina, en la cual salió nuestro santo muy aventajado.
Estaba a esta sazón escondido en una pequeña casa por temor de la persecución, un venerable sacerdote de vida santísima, llamado Hermolao, el cual trabó amistad con Pantaleón y poco a poco le vino a persuadir que el autor de la vida y señor de la salud temporal y eterna era Jesucristo: y como un día viese Pantaleón un niño muerto, y junto a él una víbora que parecía decir que ella había cometido aquel homicidio, movido del Señor dijo entre sí: «Ahora veré yo si es verdad lo que Hermolao me dice». Y llegándose al niño, le dijo: «Levántate vivo en el nombre de Jesucristo, y tú, bestia ponzoñosa, padece el mal que le has hecho». Luego el niño se levantó con vida y la víbora quedó muerta: y visto este milagro se fue a Hermolao y le pidió el bautismo. De allí a pocos días entró en casa de Pantaleón ya cristiano, un hombre ciego, y poniéndole el santo las manos sobre los ojos, invocando el nombre de Jesucristo, luego le restituyó la vista, y con ella le dio juntamente la luz del alma, persuadiéndole que se hiciese cristiano. Presenció este prodigio el padre de Pantaleón, y luego quiso también bautizarlos.
De aquí se comenzó a divulgar la fama del santo médico; y por las muchas enfermedades incurables que sanaba en el nombre del Señor, le tenían grande envidia los otros médicos y le acusaron delante del emperador Maximiano que estaba a la sazón en Nicomedia.
Confesó claramente Pantaleón que era cristiano, y concertaron que trajesen un enfermo del todo desahuciado de los médicos y de sus sacerdotes, con la invocación de cualquiera de sus dioses, le procurasen dar la salud, y que él también invocaría a Jesucristo, y que el que le sanase fuese tenido por verdadero Dios. Se hizo así: trajeron un paralítico de muchos años: los sacerdotes de los ídolos hicieron sus diligencias y todas fueron en vano. Y Pantaleón, tomando por la mano al paralítico, le dijo: «Levántate sano en nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo». Y el enfermo se levantó sano, dando gracias a Dios; y muchos de los circunstantes se convirtieron a la fe. Mas como los sacerdotes de los ídolos persuadiesen al emperador que Pantaleón era un gran mago y enemigo de los dioses, el tirano ejercitó en él diversos suplicios, el potro, las uñas de hierro, el plomo derretido, las fieras y la espada; de todos los cuales salió el santo milagrosamente ileso; hasta que animando él mismo al verdugo que había de cortarle la cabeza, en la segunda herida, entregó su espíritu al Criador.
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