LOS TOROS
Convertir la muerte
de un animal en un espectáculo público tiene sus reparos éticos.
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Pocas cosas hay tan genuinamente españolas
como las corridas de toros. Y, naturalmente, pocas cosas conservan una esencia
tan atávica como la llamada Fiesta de los Toros. El alma de un españolito se
parte ante esta disyuntiva: TOROS SÍ o TOROS NO. Lo cierto es que la decantación
es clara, por mero sentido común, por racionalidad, por la dignidad de las
personas y de los animales, la respuesta es contundente: TOROS NO. Sin embargo, la matización favorable a
mantener el statu quo contiene una
panoplia de argumentos de peso. La historia nos dice que los toros han sido el
centro de la fiesta en toda España, Portugal y áreas de influencia como el sur
de Francia. Que la actividad taurina ha generado un modelo de ganadería y
ligado a ella una interesante actividad económica. Que en el arte de la tauromaquia
se han inspirado a artistas que van desde Picasso a la mismísima cantante
Madonna. Por ello, suprimir ¡de golpe! La Fiesta de los Toros en sus diversas
modalidades es muy problemático. Dándose la paradoja en Cataluña, donde sí que
se han prohibido las corridas, que los festejos populares que muchas veces conllevan un más prolongado y dramático
sufrimiento para el animal, no se hayan prohibido. Aquí de nuevo el pueblo es
soberano y el legislador (catalán en este caso) no se atreve a legislar contra
la voluntad popular. La Fiesta de los Toros tiene, pues, sus detractores y sus
defensores. Actualmente, hay asociaciones antitaurinas que proponen que se
legisle contra La Fiesta Nacional. De esta forma, hemos dado un paso crítico al
convertir la opción sobre la celebración taurina en un asunto político. Mal nos
parece a nosotros las prohibiciones por decreto. Más partidarios somos de llevar
al convencimiento de los defensores, que se haga una transformación progresiva
de la fiesta, matizando sus rasgos más violentos y llegar, si ha de llegar su
desaparición, por la razón y no por la fuerza de los votos. Mejor convencer…
que vencer.
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