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ALMONACID DE LA
SIERRA
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A Almonacid va mi cuñado Dioni a
llevar a moler las olivas. Nosotros (la Esther y el que suscribe) nos acercamos
a comprar vino y a conocer un poco mejor esta población aragonesa. El lugar
pertenece a la comarca de Valdejalón, sin embargo, como es un pueblo donde la
viticultura es puntera se inscribió, también, en la Denominación de Origen de
Cariñena para la defensa y promoción de su vino. El pueblo sostuvo en el pasado
población mora, judía y por descontado cristiana. Ahora a excepción de los judíos,
que desconozco si vive algunos, vuelven a habitarla moros y cristianos.
Almonacid es mezcla y, prueba de la existencia de tal, es la puerta y barrio de
la judería, espacio urbano del que dejamos constancia en estas fotos que
siguen. Constatación además, de la parte morisca de la población expulsada, es el hecho
de haberse encontrado un manuscrito aljamiado.
Llegué al conocimiento de este
libro por una serie de casualidades, que sólo el devenir anárquico del tiempo puede
hacer coincidir. Primero conocí el lugar (Almonacid) al visitar hace ya muchos
años la comarca, no en vano mi mujer es de Encinacorba (patria chica de Antonio Pellicer y Pilares y del botánico Lagasca). Luego, por cosas de la
política, llegué a entablar amistad con Fernando Burillo Albacete, quien casó
en su día con “moza” del Pueyo de Santa Cruz (Puey de Monçón). Así que Fernando
un buen día se nos presentó, ufano, con una edición crítica del texto aljamiado
encontrado en Almonacid de la Sierra. Y aquí se cierra el círculo. Pero mucho
me temo que, sin embargo, no se ha terminado de dar vida y publicidad este
manuscrito. Todavía quedará tiempo de hacer un amplio estudio filológico de
este texto escrito en aragonés (romance aragonés) con grafía árabe. Todo se andará y de todo se
dará publicidad cuando corresponda.
UN TEXTO ALJAMIADO
ENCONTRADO EN ALMONACID DE LA SIERRA
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“Cuadernos” nº 36 de CEHIMO
(Centro de Estudios de Monzón y Cinca Medio). En la página 173 está la
“portada” que anuncia una colaboración de Fernando Burillo Albacete, titulada
“Las coplas del Alhichante de Puey Monçón. (Peregrinación a la Meca de un
mudéjar aragonés)”:
“En el verano del año 1884,
mientras se realizaban ciertas obras de acondicionamiento en un viejo caserón
del pueblo zaragozano de Almonacid de la Sierra, cedió un muro de la cocina
dejando al descubierto un cubículo atestado de libros y manuscritos de escritura
árabe y apariencia muy antigua. Se encontraban todos ellos primorosamente
envueltos en tela lino y atados con piedras de sal para protegerlos de la
humedad. Sin concederles mayor importancia, y junto al resto de los escombros,
el amasijo de papeles fue arrojado a la calle, donde al parecer permanecieron
unos dos días. Desconocemos las pérdidas que esta actuación pudo ocasionar,
pero seguramente fueron importantes.
Habiendo tenido noticia del
hallazgo se interesó por ellos el sacerdote de las Escuelas Pías P. Fierro,
quien, después de haber realizado una pequeña inspección “in situ”, lo puso en
conocimiento del decano de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Zaragoza, Don Pablo Gil. Ambos decidieron comprar al dueño de la casa los
documentos encontrados para posteriormente repartírselos, como así hicieron.
Dado que ninguno de los dos tenía en ese momento suficientes conocimientos de
lengua arábiga, se pusieron en contacto con el profesor Francisco Codera,
catedrático de lengua y literatura, experto en temas orientales, quien en ese
mismo año leyó un informe ante la real Academia de la Historia, presentando y
haciendo una valoración de urgencia del hallazgo.
La primera conclusión a la que
llegó es que no se trataba de la biblioteca de un particular sino del taller de
un librero morisco, por cuanto, además de ciento cuarenta libros y documentos,
algunos muy mutilados, aparecieron un buen número de útiles apropiados para la
encuadernación –prensa, cuchilla, , alisadores, hierros para las molduras de
pasta, etc.-. Dicho librero debió proceder a esconderlos al finalizar la
primera década del siglo XVII, cuando tuvo noticia de que se iba a producir la
expulsión de toda la población morisca de la Corona, particularmente abundante
en aquella vega del río Jalón, con la esperanza de preservarlos hasta el
momento del regreso que, de forma un tanto ingenua, esperaba pronto…”
Las coplas del Alhichante de Puey Monçón. (Peregrinación a
la Meca de un mudéjar aragonés), por Fernando Burillo Albacete.
Las Coplas del peregrino de Puey
Monzón fueron escritas por un morisco del que solo sabemos lo que relata el
poema: que viajó desde su lugar de origen, Pueyo de Monzón (hoy Pueyo de Santa
Cruz) a La Meca en 1603 en cumplimiento del deber islámico. Según Lasheras es
el mejor poema de la aljamía aragonesa, con episodios de gran belleza, como la
narración de la tempestad en el golfo de Sidra, que a punto está de hacer
naufragar al peregrino:
Cuando partí caminero
de la tierra de bendición
quebrantose mi coraçón
sábelo Alá el verdadero;
partiendo del Mensajero
recreçentó mi fortuna,
que muero y vivo a una
d'este dolor lastimero
Copla LXXV.
La obra, de setenta y nueve coplas de diez versos octosílabos con rima
abrazada (abba) apareció, según testimonio de Mariano de Pano «Al derribar una
casa antigua del pueblo de Almonacid de la Sierra [...] oculta en el hueco y
falsete que dejaba el doble piso de una habitación», junto con toda una
biblioteca y los útiles típicos de un taller de encuadernación. (Wikipedia)
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Popular restaurante de un único tenedor.
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