RIODEVA
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Salimos de Teruel y pasamos por Villa Fina, sin parar, pues llovía en esta primavera del 2012 aborrascada. Luego, en Villel, la imagen de su castillo templario nos acompañó un buen trecho, justo hasta Libros (poblado en el medievo por gentes libres de impuestos). Giramos a la izquierda sobre el cauce del Turia y a cuatro kilómetros nos detuvimos un momento en las minas de Libros. Estas minas ya las visitamos en otra ocasión y están publicadas en esta Miscelánea. Ahora, a treinta del abril, todavía no cumplido, nos dirigimos directamente hacia Ríodeva y a sus famosos amanaderos. Antes de llegar se pueden ver a la derecha las famosas minas de caolín y el contraste entre las arcillas rojas y la masa blanca del preciado mineral. La población tiene, ahora, una diversidad de razas notable, pues algunas gentes han venido de remotas tierras a trabajar en estas minas a cielo abierto. Ríodeva tiene nueve enterramientos romanos en la partida del Morat y el dinosaurio más grande de Europa. Entre una cosa y otra la población ha subsistido al ritmo de los tiempos y sus necesidades con sus advocaciones religiosas, propias de nuestra cultura judeocristiana. La iglesia parroquial, obra del siglo XVIII, perdió por la grafiosis el hermoso olmo que lucía delante del templo con esbelta torre y está dedicada al culto de la Virgen de los Dolores, La Purísima tiene una ermita hermosa y barroca con sencilla espadaña. Junto a la ermita se ha construido un edificio, subsede, de Dinópolis. El Ayuntamiento es edificio moderno y funcional y en la portada tiene una placa dedicando calle y título de hijo ilustre a Cesáreo Górriz que fiera maestro y vicepresidente de la Diputación Provincial. De Domingo Punter, muy bien pintadas, son las cerámicas del Vía Crucis. Tiene peirón dedicado a San Antonio Abad y calle de San Roque. La villa situada a 967 metros sobre el nivel del mar tiene todavía vestigios de edificios construidos en tapial y calicanto, pasadizos de estampa moruna y un trazado de sus calles caótico y desigual. Rodea a la villa el verdor primaveral de los incipientes huertos y los restos de unos pajares han desaparecido por desuso. Se come, en el bar, menú recio de minero con cañadica y vino de Borja. La posadera fue alumna de Marcial Marco Saura y es diligente y gentil.
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