AGUILAR DEL ALFAMBRA
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No quisimos entrar en Jorcas por la misma razón que Cervantes, en la segunda parte del Quijote, no quiso que el hidalgo caballero de la triste figura entrara en Zaragoza. Por esa razón el hidalgo castellano llegó a Barcelona y nosotros a Aguilar del Alfambra. El a caballo y, nosotros, a lomos de un potente vehículo a motor terminamos a la sombra de la lonja del Ayuntamiento o Casa Lugar desde donde puede verse, por uno de sus ojos, la volátil imagen esculpida en hierro, obra de José Gonzalvo, del Águila que da nombre al lugar. Como un Águila voló de este municipio en busca de un futuro mejor el padre de don Vicente Blasco Ibáñez. De aquí eran natural el padre y le acompañaba su mujer que era también aragonesa, pero natural de Calatayud. El hijo, Vicente, ya nació en Valencia. Sin embargo el Águila de Aguilar no está en actitud de despegar, sino de posarse, y los hace en estos jardincillos que ahora contemplamos. Sólo por este Don, de haber dado a la historia de la literatura universal la gloria de este escritor, merecería salvarse este municipio en el juicio final de las letras españolas. El pueblo se hizo aragonés por la conquista de Alfonso II en 1170 (XII) y pesa sobre él y sobre su incierto origen la leyenda de “El Bayo”, por otra parte tan común en Aragón. Aguilar (y no Aliagar) del Alfambra, nunca sabremos su topónimo cierto, es su nombre actual que queda rimbombante y muy expresivo. Esta aldea perteneció a la Comunidad de Teruel hasta 1711 y ya, siendo lugar, en el año de 1770 construyó la iglesia actual dedicada al Apóstol San Pedro, cuya fiesta se celebra el día 29 de junio. La puerta de entrada al templo tiene un hermoso arco triunfal y el interior es barroco, cosa muy común en estas tierras aragonesas del sur. El templo fue desmantelado en la Guerra Civil de 36 al 39 por los rojos y sólo se conserva de la etapa anterior un retablo pequeño del siglo XVI. La torre, cuyo último tramo es de ladrillo y base octogonal se enseñorea sobre unas 90 casa más una nueva urbanización de apartamentos turísticos que hay a la espalda de la iglesia. La mayor curiosidad, de dicha torre, son unos bajorrelieves hincados con posterioridad a su construcción en su parte frontal y que parecen datarse del siglo XVI: representan a un abad y a san Cristóbal con el niño al hombro. No dejéis de visitar la fuente y zariche junto al lavadero, todo al lado de la carretera. La fuente es muy potente y de fresquísimas y saludables aguas, hasta el punto de llegar “ex profeso” de otros pueblos a cogerla en garrafas para el consumo diario. Muy cerca está el “Multiservicio” rural y dos niños emigrantes que jugaban solitarios y que van al colegio de Cedrillas. El pueblo tiene señalados los senderos, el alcalde hace encuentros de historia local y hay una plataforma contra la explotación de las minas de arcilla. De las tres ermitas que tiene la más famosa es la del Cristo en dirección a Ababuj obra del siglo XVIII. Tiene el pueblo, sin embargo, edificios singulares como la Casa de los Muñoz de planta cuadrangular con linterna y la de los Blasco Ibáñez. Decimos adiós a la amplia vega del Alfambra que se observa tras el hondear de una bandera de España colocada en una casa frente a la puerta de la iglesia.
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Obra de José Gonzalvo, de Rubielos de Mora.
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