PERALEJOS
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Peralejos, es este pequeño pueblo que los coches atraviesan como una centella, cara Teruel. Siempre fue así, pequeño y acogedor. Al pie de la sierra de Castell-Frío y con centro de interpretación de esta Sierra, el pueblo, más que vivir, deja pasar la vida. La vega es muy hermosa, ciertamente, pero no da para muchos lujos. Tiene un hostal moderno para el turista y una inglesa, Sibhon, que conserva casa aunque viva en el RU. Nada más entrar al pueblo te encuentras de espaldas la ermita de la virgen del Carmen y después, casi sin solución de continuidad, el caserío y la torre con rematadura mudéjar en cuerpo octogonal. Se parece a la de Muniesa, dicen algunos vecinos alparceros, acodados en la barandilla de la ermita. La iglesia, que no visitamos, está dedicada a san Bartolomé y fue quemada por los rojos en la Guerra Civil 1936-39. Quedan los restos del molino harinero y no sabemos si los hay del batán. Llegó a tener el siglo XIX noventa y nuevo casas (99), cultivó el cáñamo y un vecino nos enseña una agramadera. Contó en el pasado con algún destacado Hermano de las Escuelas Cristianas. Tiene Casa Lugar y una pomposa plaza llamada del Ayuntamiento. Tienda de comestibles y bar. Palomar o torre de vigía en un cerro próximo. Recuerdo, en los años 70 del siglo pasado, la cantidad de cangrejos y truchas que se cogían en el río. Por cierto, la huerta la avena el río Alfambra que baja siempre que no corten las aguas para el riego los vecinos de arriba. El topónimo Peralejos, posiblemente, sea la típica terminación del diminutivo aragonés en: “iello/iella”, y aluda a la existencia de pequeños perales en su vega: Peraliellos. El cura lleva: Tortajada, Villalba, Cuevas Labradas y Peralejos. Destacaron los vecinos, en una ocasión, por el rescate de un piloto de combate que cayó en el término cuando estaba haciendo prácticas de tiro en el polígono de Caudé.
Cantan río abajo el sonsonete:
“Tortajada es la ciudad,
Villalba los rabalejos,
Las Cuevas son las masadas
Y el hospital Peralejos.”
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